Advertisement
8 DE JULIO DE 2001
LATINO EXPRESS
Rumanía es una excepción en los Balcanes. Es el país construido sobre los reinos latinos (pueblos romanizados) de Valaquia, Moldavia, Transilvania y otros menores, que sobrevivieron, escapando a las zonas montañosas de los Cárpatos, a las invasiones eslavas. Como signo común de identidad tienen la reivindicación de su romanidad y de una lengua romance, la única que sobrevive en el Este. Por eso decidieron nombrarse România, así como Bolivia y Colombia tomaron los nombres de Bolívar y Colón.
En español, a alguien no le dio la gana aceptar su idea y por eso decimos, abusivamente, Rumanía, con U. Lo que no impide algunas confusiones: este verano terminó sus estudios una boliviana que un día encontró que había una beca que, quién sabe por qué, nadie pedía a pesar de que era para ir a Roma. Y sólo en el avión descubrió que Bucarest no era un aeropuerto italiano, sino la capital de otro país.
Siendo lengua latina, uno imagina a priori que el rumano será fácil de entender para nosotros. Pero hay tres barreras: la primera es que el desarrollo que tuvo el latín vulgar hacia occidente, y que encadenó
al italiano con el español y a éste con el portugués, no fue el mismo en el sentido contrario. El propio aislamiento de los rumanos les hizo dar un giro particular. Tiene semejanzas con el italiano, pero no pasa de ahí. Algunas estructuras gramaticales, como el uso de artículos y preposiciones, se parecen más a las del latín antiguo.
La segunda es que el encontronazo con los eslavos dejó consecuencias lingüísticas. El rumano incorpora dos consonantes eslavas, fáciles de pronunciar (ts y sh, expresadas como una T y una S con colita abajo, como la Q), y dos vocales muy raras.
La tercera es que desde hace siglos tienen la costumbre de incorporar al lenguaje cotidiano muchas palabras extranjeras, de acuerdo a la moda (dicen “mersi” y “pardon” a la francesa, con esa grafía, “weekend” y “hello” a la gringa), y la mayor parte de ellas son eslavas. Muchas palabras latinas tienen uno, dos o tres sinónimos eslavos. En el lenguaje literario, me dicen, se prefiere lo latino. Pero en la calle, lo que importa al viajero, la gente tiene la mala maña de escoger las palabras eslavas. Así que uno se siente bastante perdido (cuando no se
"El Empalador"
Vlad Tepes, "Drácula", tenía maneras muy especiales de tratar a quienes no le gustaban, como se aprecia en la foto. Pero no me animo a entrar en detalles y sólo diré que en su casa natal se come muy bien. Y muy barato. es eslavo).
Al principio, como no se habla mucho inglés, algo me dijo que me iban a entender mejor si usaba el italiano. El alemán se emplea bastante, así que ahí andaba, defendiéndome con mis rudimentos de ambos idiomas. Hasta que descubrí que, aunque yo no captaba el rumano, ellos sí nos entienden. Cuando en una mesa había mayoría de hispanohablantes, los rumanos paraban la oreja e intervenían con naturalidad en su idioma o en inglés.
Eso no me halagó tanto como me acomplejó. Empecé de inmediato a elaborar teorías para explicarlo, basándome en la influencia eslava que nos hacía difíciles las cosas a nosotros, mientras que su vena latina se las facilitaba a ellos.
Anduve por ahí varios días, repartiendo doctas explicaciones, hasta que caí en la verdadera, obvia y mucho más sencilla razón: los rumanos nos entienden porque todos los días se avientan de una a cuatro horas de telenovelas mexicanas, argentinas, colombianas, venezolanas e incluso brasileñas dobladas al castellano, todas ellas con subtítulos en rumano...
¡Un auténtico súper curso intensivo de español latinoamericano, diario! Es más, ¡voluntario, placentero!
Siempre y cuando se pueda denominar placentero a ese tormento. Muy deseosos de halagarme,
Anikö y Ciccio, una chica y un chico de Cluj, me hicieron sentar junto a ellos a ver hora y media de telenovelas... Aaaarg, dramas terribles, carita de ángel, una niñita buena buena acompañada de una monjita ídem, a las que todos los que las quieren creen muertas en un incendio y lloran, lloran, lloran frente a Dios que no tuvo piedad con ellas que eran tan buenas, ¡aaaaay dolor!, pero ellas, qué creen, ¡están vivas!, pero en manos de un secuestrador desalmado que es muy bueno en el fondo, y está herido, el pobre, las lleva a su casa y las hace jurar sobre el libro de oraciones de la monjita que no lo van a traicionar, que no se van a escapar, y se desmaya, la monja va por un matasanos sin licencia para que le saque la bala, y mientras tanto la niña dulcísima y súper simpática de cinco años va al teléfono de la farmacia a llamar a sus padres que berrean en casa, para avisarles que están bien, que no se preocupen, pero no, no mami, no te puedo decir dónde estoy porque se lo juré a Diosito y me está viendo, te voy a
tener que colgar, quién llamó, carita de ángel, ooooooh mi hija está viva, ¡está viva!, gracias Dios Mío, gracias, pero dónde está, no dijo, ¡cómo que no!, la monjita regresó con el matasanos y éste operó al malo que era bueno, la niña y la monjita quieren protegerlo, pero la monja boba va a la farmacia a comprar las medicinas y, ¡OH, NOOO!, la policía la reconoce, la abordan y van a descubrir al pobre secuestrador, ¡por qué, Diosito!, ahí se acaba el capítulo y empieza otro culebrón que me mata de vergüenza, pues ¡qué imagen da México al mundo, carajo!...
Una hora y media. Y ellos muy contentos. Luego pusieron el canal Atomic, el MTV rumano, con su cauda de estrellitas prefabricadas. Con las pobres producciones de la TV local, y la urgencia de llenar el tiempo y vender porquería, la capacidad de la televisión de crear estrellitas sosas y vacías, sin voz pero con rostros y cuerpos deslumbrantes (un producto natural de exportación en Rumanía), se pone más en evidencia que nunca. ¿Qué esperamos, por qué vemos esto?
Ah, hay un secreto que no me quieren decir. Y entonces aparece: un programa especial con Pepe, el
ex cantante del grupo Latino Express, que pretende ser la versión rumana de los Gypsy Kings. Pepe... un cantante de supuesto flamenco que no se ha tomado la molestia ni de aprender a bailar flamenco ni de aprender a cantar. Ni siquiera levanta las manitas como para hacer la finta. Pone a uno a tocar la guitarra, clava la rodilla en el piso, sonríe mucho y, según él, palmea a lo gitano andaluz, sin ritmo ni idea de lo que hace. Y como se trata de flamenco latino, pues hay que poner gente a bailar tropical. Rumanitos y rumanitas que se aprendieron unos pasitos simplones de salsa, puras manos y nada de meneíto, y un negro, oh, sí, sí, el Caribe, para hacer bien el show hay que poner un negro... que no es más que un estudiante nigeriano que nunca había oído salsa y que se mueve con tanta torpeza como los demás blanquitos.
Entrevistado, Pepe habla del arte, del sentimiento latino, de cómo nació para eso, es rumano y lo latino está en su sangre, Roma lo hermana con Andalucía y Cuba... Y no sólo con Cuba, por desgracia: después vimos el videoclip; un tren en marcha, el último vagón es una plataforma descubierta llena de paja, muy estereotipo Revolución Mexicana, sobre ella está Pepe aullando con sus músicos, tres de ellos con trompetas y de pie, tocando supuesta música flamenca y... ataviados con sendos sombrerotes negros de fiesta charra de Jalisco, muy elegantes, y pobres sarapes de campesino coahuilense, en multicolores chillantes.
Anikö y Ciccio esperaron mi sonrisa complacida... Apenas pude torcer una mueca de no sé qué, ya no tratando de hacerles creer que me gustaba, sino de disimular el fuerte acceso de asco que me atacó en ese momento, ay, disculpen, es que comí algo muy pesado, perdón, cómper, voy al baño.
Una cosa es saber que Verónica Castro se hizo famosa en Rusia y otra muy diferente verlo, palparlo. Las telenovelas generan pasiones en el Este. En Budapest vi a Angélica Aragón hablando un húngaro envidiable. Pobrecita. En Belgrado me dijeron que Thalía es heroína nacional. Todavía peor: me platicaron que a los pueblos del sur de Serbia llegan muchos búlgaros que contrabandean productos básicos y los venden muy barato en puestos de mercado callejero. Tienen una fuente de ingresos adicional: como la telenovela va varios capítulos más adelantada en Bulgaria, esperan a que se junte público y, lanita de por medio, ¡les cuentan lo que va a pasar!
Como se ve con la música, no es la única forma en que están atentos a lo que pasa del otro lado del Atlántico. A ver si reconocen esto (pronunciación aproximada entre paréntesis):
Reci, reci mi sada (retsi, retsi mi sada)
da l’je to lyubav (dalye to liubav)
il’ osiecaj tek poput sna (il osiechai tek poput sna)
Es la letra de “Bésame mucho” en serbio. Prueben a cantarlo con la tonadilla y verán. Aunque tiene modificaciones: por ejemplo, en lugar de “bésame, bésame mucho”, dice “dime, dímelo ahora”. La tenía mi amigo Bane en Belgrado. Antes yo la había escuchado con una elegante orquestita en una terraza de Budapest y en una peatonal de Brasov, Transilvania, con un grupo callejero que después tocó media hora de tangos.
En Jibou, el pequeño pueblo de mi amigo Valeriu, una mañana desperté y su papá miraba en la tele un documental sobre los aztecas. A un chico medio gitano de ese mismo remoto lugar, que suele jugar futbol como arquero, sus cuates lo llaman “Campos”. En Sighisoara, discutí de astronomía mesoamericana con un rumano que fabricaba imitaciones de piezas mayas y aztecas. En un mercadillo de CD’s piratas en Belgrado (como El Chopo, pero chiquitito y sin parafernalia punkijipi), un manejador de bandas de rock me habló del Popol Vuh, de Hunahpú e Ixbalanqué. Varios de sus amigos me preguntaron de Castaneda y el peyote, ahí y en Cluj vi varios ejemplares de “Las enseñanzas de Don Juan”. Al ver mi pasaporte, un serbio vendedor de boletos de tren me gritó, entusiasmado “Viva México, viva Zapata”, y en Cluj un amigo de Valeriu que no habla español, me dijo en castellano “La tierra es de quien la trabaja”.
Lo raro, en cambio, fue descubrir que se sabe casi nada del EZLN, Marcos o Chiapas. Apenas se ha oído de cierto problema indígena.
Sin embargo, tomando en cuenta la escasa presencia que tiene el Este de Europa en América Latina, la que hay de nosotros allá es muy abundante y diversa. En particular, de México, Brasil y Argentina, en ese orden. Me sorprendió.
Una forma obvia, por supuesto, es la comida: siempre hay restaurantes que se dicen mexicanos. Y platos “mexicanos” en pizzerías y establecimientos de comida rápida. Decepcionantes, en la mayoría de los casos. Con mayor o menor éxito, todos tratan de ser ingeniosos. En Venecia comí unas enchiladas que agradecí a la mesera como “qué buena lasagna”. En Ljubljana, Eslovenia, había cócteles rarísimos con tequila. Yo tomé un “corazón enamorado”. En Budapest, Kentucky Fried Chicken vende unos burritos rellenos de sus falsos pollos con un toquecito picante, los llama “twister” y no hace referencia a México.
Pero nada como el “fast food a la mexicana” que hay en la Kralja Milana, una céntrica avenida de Belgrado: ganó un sitio entre los peores lugares en los que he comido en mi vida. Tenían unas como quesadillas de hongos a las que llamaban “takos”, algo denominado “karamba nachos” y otra cosa indefinible llamada “pileci medaljon”. Pedí un tako: pero qué espanto, grasa, masa, dos champiñones, asqueroso. Y una “piroska”: una bola de masa del tamaño y forma de un plátano grandote, con un poquitito de salsa de tomate en medio, horrible.
Era un puesto callejero, bien montado. Me detuve a comer ahí porque consideré mi obligación, como reportero del Serviçâo, informar a ustedes por experiencia directa. Carajo, qué error. Lo más grave: cuando llegué, no se acercaba ni una mosca. De pronto volteé y había una cola de cinco personas. Dos chicas señalaban mi camisa: decía MEXICO. Y yo, con esta carita de austriaco que tengo... ¡Le estaba haciendo publicidad al matadero ése! Si este mexicano come ahí, es que es bueno. “!No, no!”, gritaba en mi interior. Pero qué error.
Me alejé de ahí pensando que deberíamos ver la forma de cobrarles a estos abusivos un impuesto por usar nuestro nombre y nuestra comida. Pero después pensé que no, lo que hay que hacer es demandarlos por daños extremos a la imagen pública del país y su gastronomía.
Si ya solitos, con las telenovelas, tanto nos hemos perjudicado...
(Nota: La Roxi, una viajera compatriota, reporta que halló dos restaurantes mexicanos ¡en Katmandú, capital de Nepal, al pie del Tíbet!)
Para ilustrar lo que sentía cuando la gente habla de México por esos lugares, y demuestra saber algo más que el lugar común, les platiqué a mis amigos serbios de una ocasión, en 1999, en una placita de Cuernavaca, en que Sonsón, Daphné, Lucero, Sayd, Coizta y varios más, muy inspirados, nos subimos a una fuente y bailamos como jauría de demonios con la música serbia de Goran Bregovic, el de “Underground”. “Imagínense”, les dije, “que andan una noche medio perdidos en México y de pronto ven una pandilla de locos bailando melodías serbias, ¿no se sentirían muy impresionados, emocionados?”
Los serbios se miraron. Uno de ellos dijo: “¿Y hace calor allá?”
Para viajar por Europa del Este, el inglés no es suficiente. Mucha gente no aprendió un segundo idioma, o estudió ruso, en la época anterior a 1989. Gracias a la influencia germana, otros hablan, o mastican apenas, alemán. También hay quien, gracias a la cercanía, ha vivido o trabajado en italiano. Y unos más se imaginan que todavía vivimos en el mundo de Pericles y llegan hablando en griego. De cualquier forma, con mis rudimentos de alemán e italiano pude salir adelante, y agradecía cuando mi interlocutor conocía un poco de esos idiomas.
Aunque también hay quien “habla” español. En Brasov, platicaba en un bar con un alemán y un texano, cuando dos californianos que estaban en la mesa de al lado, ligándose a dos rumanitas, empezaron a gritar: “¡Témoris, Témoris! ¡She speaks spanish! ¡Talk to her!”, dijeron de una guapa presumida. Le sonreí y pregunté, muy cortés: “¡Qué bien! ¿Hablas castellano?” Insolente, la babosa respondió con desprecio: “I speak spanish, not dialects”.
Oh, my dog!
En Cluj me fue tan bien que con frecuencia estaba en una mesa donde se hablaba principalmente español des-dialectado: Ruxandra creció en Venezuela, mi amigo Valeriu lo habla muy bien, conocimos en la calle -porque las oímos hablar- una argentino-holandesa y una matemática vasca que terminaban algunos estudios ahí, ellas tenían otros amigos -entre ellos un italiano provocador que sólo abría la boca para agredir al prójimo, al grado en que nos dijo a Valeriu y a mí que Rumanía era el México de Europa y que México era la Rumanía de América-, en fin.
Pero la que más me impresionó fue Rodica, una rumana con un fuerte, súper definido, impresionante acento mexicano del norte, de Nayarit, para más señas. “Pos qué onda, m’ijo”, me decía. “Ai le presté al Valeriu un disco de rancheras, pa’que te sientas en casa. Y cuando quieras salsa picante, nomás me dices, que’ai tengo”. Me dejaba helado. Y sólo estuvo en México en dos ocasiones, tres meses en la primera y uno en la segunda. Enamorada de un juniorcito de Tepic, queeee... bueno, lamentablemente, ella pudo ver un poco de lo peor del inmovilismo de ciertas partes de la provincia, y sobre todo de las madres conservadoras y machistas que hasta a las invitadas del extranjero quieren convertir en sirvientas. Pero resultó mucha mujer, la Rodica. Me la imagino diciendo: “pos es que me les salí del huacal, ¿pos qué esperabas?”.
VIAJE AL MEDIOEVO
De Rumanía me dijeron cosas terribles. Hasta mis propios amigos. Pero contaré una historia antes: Vanina, mi compañera de doctorado (a quien ya conocen quienes vieron la página web del cumpleaños), se fue a Sicilia a estudiar seis meses. Hablante de rumano, ahí conoció a Valeriu, entonces estudiante de arqueología en Cluj-Napoca, Transilvania. Después, Vanina fue a estudiar a Craiova, en la región rumana de Valaquia, y visitó con frecuencia a Valeriu. A fines de 2000 y principios de 2001, él y Ruxandra, su chava rumano-venezolana, vinieron a Madrid. Nos conocimos, mucho entusiasmo y todo, y Témoris ven a visitarme.
Je, je. Ah, es que, en realidad, mira, Valeriu, cómo explicarte, esteee, Rumanía no está en mi lista, ¿sabes? Se fueron, qué triste, se les extraña, aparece un ofertón en el periódico y compro un boleto de avión para Budapest, lo más cercano a Cluj. Así decidí ir al Este.
Les dio mucho gusto, pero empezaron los nervios. Que Valeriu tenía que ir por mí (siete horas desde Cluj), que me iban a robar en el aeropuerto, que no iba a dar jamás con las minivanes que llevan a Cluj, que me iban a cobrar diez veces más, que el equipaje me lo quitan... Nerviosísimos. Que le vamos a llamar a un chavo que vimos alguna vez y lo convencemos de que vaya por ti. Todavía peor, con la fama que tienen en Europa los rumanos: pobre es igual a ladrón.
Pues nada. Ni me robaron en Budapest, ni me fue difícil hallar un autobús climatizado, panorámico y baratísimo para Cluj (nada de minivan), ni me timaron los rumanos. Todo lo contrario. Cada experiencia que tuve con ellos quedó marcada por la honestidad. Sólo por señalar la primera: en la taquilla de información en Budapest, una húngara me dijo que el boleto a Cluj valía 5,400 forint (18 dólares), pero había que pagárselos al conductor rumano. Llegué frente a él con el dinero exacto: un billete de 5,000 y dos de 200. Pagué y me fui para atrás. Pero me hizo regresar y con toda calma, me devolvió los dos de 200. ¡Orale!, pensé. Qué buena onda. Y me fui a sentar. Pero de nuevo me llamó: había sacado uno de 2,000 y me lo puso en la mano. El boleto sólo valía 3,000, unos 10 dólares. Y de eso no me hubiera enterado jamás si él no lo dice.
La diferencia que se pudo haber guardado, 8 dólares, es una pequeña fortuna para un rumano. Un salario bueno ahí es de 100 dólares, y el que gana 200 ya junta una lanota. Con 8 dólares llenas una despensa, o comen tú y tres más en un restaurante.
Para darse una idea: España me parece más barata, en general, que México. Serbia es la mitad de España en precios. Y Rumanía es menos de la mitad de Serbia.
Un fin de semana, Valeriu me llevó a Jibou, su pueblo natal, a conocer a sus papás y su hermana. El sábado fuimos a “la” disco. Es “la” porque no hay otra, y bajo el sonsonete techno-chafa se juntan lo mismo los chicos que oyen folclor local que los darkies y metaleros. Por supuesto, nadie tiene varo. A duras penas juntaban para comprarse una bebida. Y a Témoris se le subió la onda alivianadora y solidaria: “¡Chelas pa mis cuates!”
Al día siguiente, Valeriu estaba indignado, reprochándome: Te dedicaste a tirar el dinero como idiota. Me sentí muy mal. Me dijo, debes haber gastado como 150 mil lei (leu, lei en plural, es la moneda rumana). Era más: Fueron como 300 mil, reconocí. A Valeriu se le caía la baba de enojo. Hasta que hice la conversión: 300 mil lei es igual a 10 dólares. 2,000 pesetas. 100 pesos mexicanos. Y me acordé que una vez mi amiga GabyGlez me hizo pagarle en el bar Milán un vodka de 60 pesos. O que una chela en el Palacio de Gaviria, en Madrid, sale en 1,000 pesetas.
Eso crea una enorme distancia entre los turistas y la gente. Y te conscientiza un poco sobre las dificultades que hay para la integración de estos países en la Unión Europea: claramente, lo que va a ocurrir es que Alemania se los va a tragar. Y ya. Están a años luz de una equidad económica. Si a mí, mexicano, me parece un regalo, los alemanes pasean por aquí como príncipes, mirando el bocadito que se van a echar.
Para los rumanos, por supuesto, la vida es difícil. Ejemplo: Anikö, conocida por los cuates como Oni, es una chica guapa de 23 años que en Europa Occidental estaría pensando que ya se le acabaron los países para viajar, y que el modelaje ya le aburrió. Pero aquí, el padre la abandonó, la madre murió cuando Oni tenía 18, y sus tres hermanos eran menores que ella. Sobre todo, su problema es ser rumana. A trabajar, niña, además de fungir como madre y padre. En una terraza, como camarera. Muy elegante en su forma ser atender, por cierto.
Le pagan 1 millón 400 mil lei al mes (46 dólares). Gana otro tanto de propinas, hasta juntar 92 dólares en un mes bueno. Trabaja un día sí y otro no, ¡de 9 de la mañana a tres de la mañana! ¡18 horas seguidas! Cuando hay bodas o cosas así, tiene que trabajar un día sí y otro también, hasta cinco seguidos le ha tocado. Y, como cerecita de pastel: la terraza tiene una cocina muy simple, así que cuando el cliente pide algo complejo, hay que llamar a otro restaurante, que manda a una chica en un taxi con el plato... y Oni tiene que pagar, de su propio bolsillo, el taxi y la propina de la chava. El capitalismo salvaje.
No extrañe, entonces, que la gente recuerde con cierta nostalgia los días del dictador “comunista” Nicolae Ceaucescu, cuando se trabajaban 8 horas estrictas y alcanzaba para vivir.
Según platican, Rumanía tuvo cierto esplendor en los setentas. Pero era una riqueza artificial y el país entró en una ruda crisis en la década siguiente. Tras la caída de Ceaucescu, después de un golpe de Estado disfrazado de revolución popular en 1989, llegó el capitalismo, pero no la riqueza. El deterioro se acentuó.
Hoy, el deterioro me parece un personaje vivo, con voluntad propia, que habita en todos lados. Los canales apestan a estancado, las carreteras desaparecen de súbito, los baños y las cocinas tienen muebles viejos y cañerías rotas, los muebles en general están bastante dañados.
En un momento en que se sobrepobló la casa de mis amigos, porque llegó de Venezuela la familia de Ruxandra, Vlad, amigo de Valeriu, nos alojó a él y a mí. Hijo de un famoso intelectual ya fallecido, Vlad tiene un depa precioso en el centro de la ciudad, lleno de objetos hermosos (algunos de ellos de México) y libros antiguos. Y con una vista...
Pues aquí debió haber estado una foto. Pero no salió, así que sólo diré que desde su balcón se ve una plaza, enormes edificios de lo siglos XVIII y XIX y un bellísimo templo ortodoxo. Pero ni siquiera Vlad, profesional de la cultura, ha podido arrojar de su casa al deterioro.
Ni las rumanas: por cantidad, creo que son las más guapas de los países que he visitado. Altas, delgadas, de rostros finos y alegres, sus madres les deben haber propinado fuertes varazos de pequeñas y ahora caminan rectísimas, muy elegantes. Gastan mucho en el cuidado estético -“demasiado”, se queja Valeriu-, y sus ropas son lindas y les ajustan muy bien... hasta que se acercan. Se nota el esfuerzo para combatir el deterioro, pero los sucesivos remiendos son inocultables.
Por contraste, no falta la vulgaridad de los nuevos ricos, en coches de lujo por la calle con el estéreo a todo volumen, tratando de ligar chicas, con éxito, a golpe de marcos alemanes.
Perdón...
¿Escribí “nuevos ricos”? Carajo, si aquí como en tantos países, una de las paradojas de la revolución hacia el capitalismo es que no produjo un cambio de élites... Quienes se habían enriquecido con la corrupción de la época del Ceaucescu, fueron los mejor preparados para convertirse en socios ideales de los nuevos inversionistas extranjeros...
...o para entregar lo que quedaba del patrimonio del país. Cuando llegué, la radio informaba que en el Parlamento Europeo se discutía la irregular privatización del monopolio telefónico, vendido a una empresa que ofreció mucho menos dinero que sus competidores, algo irrisorio. ¿Es que nos recuerda algo? La empresa ganadora es la telefónica griega. Según me explicó Valeriu, las comunicaciones en Grecia están sumamente anticuadas, y esta empresa telefónica anunció que no invertirá las ganancias que obtenga en Rumanía para modernizar la telefonía rumana, ya que... le interesa más modernizar la griega. Al respecto, los mexicanos podemos decir con orgullo: Carlos Slim nos saquea, sí, pero de que es un saqueador nacionalista, que no se dude.
Sighisoara es una de las ciudades más hermosas que he visto. Como en rumano la GHI suena como GUI en castellano, y la S que lleva colita abajo (no tengo ese carácter en el teclado) suena SH, se pronuncia musicalmente Siguishoara. Es bellísima. La parte moderna es eso: la parte moderna y sin chiste. Pero uno va avanzando desde la estación de tren y se topa con un enorme templo ortodoxo al lado del río. Al cruzar, hay dos opciones: la primera es seguir a la izquierda, por debajo de la colina, y penetrar en una espléndida ciudad del siglo XIX. La otra es subir la colina, traspasar las murallas, y, ¡ooooh!
Una ciudad medieval completa, tal como era en el siglo XIII, con torres y torreones, casas con muros de un metro de espesor y oscuros sótanos llenos de tesoros, grandes templos y cámaras de tortura, calles estrechas cuyas piedras, las piedras que estás pisando, son las mismas, irremplazadas, que pisaron las huestes sajonas, turcas y austriacas siglos atrás. Es un sueño.
Quienes no la conocen, saben de ella tan solo porque ahí nació Vlad Tepes (se pronuncia Tsepesh), “El Empalador”. Formaba parte de una Orden llamada De los Dragones. La palabra dragón no existía en rumano, así que la gente la confundió con “Dracul”, que significa diablo. Vlad Tepes, Drácula.
Se le recuerda como líder de la resistencia contra los turcos. En realidad, era aliado de ellos, pero en algún momento entró en conflicto con un sultán, nada muy grave, creo, porque sólo mandaron 80 mil soldados a buscarlo. Lo iban a aplastar sin remedio. Pero Vlad, que tenía sirvientes turcos, se infiltró una noche en el campamento enemigo y organizó una batalla de confusión: los turcos no sabían quién los estaba asesinando, se pelearon entre ellos y todo fue un desastre. Según Valeriu, los otomanos valoraban muy bien la astucia de sus rivales y casi festejaron a Vlad. Cuesta trabajo creerlo, pero ésa es la leyenda.
Y lo de “El Empalador”, pues es que... Vlad tenía maneras muy especiales de tratar a quienes no le gustaban. Pero no me animo a entrar en detalles y sólo diré que en su casa natal se come muy bien. Y muy barato.
La buena suerte fue que, entre el 27 y el 29 de julio, el fin de semana en que estuve ahí, se celebró un Festival de Arte Medieval, lleno de grupos musicales, actores, representaciones de batallas (en las que no resistieron la tentación de torcer la historia e incluir hermosas amazonas con poca ropa que peleaban a espadazos entre ellas) y mucha gente interesante. Por supuesto, la colina estaba a reventar y no había alojamiento. Pero Valeriu y Rux se dedicaron a tocar casa por casa hasta que una amable familia accedió a alojarnos, a cuadra y media del centro del show.
Una anécdota: estaba separado de mis amigos y con insufribles ganas de orinar. Ya no aguantaba. No podía encontrar un baño. ¡Diablos! De pronto, por alguna mágica razón, la parte donde estaba se vació de gente. ¿Qué hago? Decisiones rápidas, me dije, actuar sin dudar. Uf, qué alivio. Psssss. “!Hey, heeeeyyy!” Gritó alguien. Chin, dos policías. Pero qué caras de indignación, qué pasa, si no es tan grave, pues. No lo podían creer. Ni yo, cuando me dijeron lo qué ocurría: la mancha húmeda delataba con claridad que me hallaba orinando ¡una iglesia! Bueno, sí, qué mal. Pero ¡del siglo XI!, un monumento de mil años de antigüedad, preservado de turcos, austriacos, nazis, rusos... Ah, pero no contaban con los invencibles miones mexicanos. Si fama tenemos, y bien ganada (en París, en 1998, durante el Mundial de Francia, a dos paisanos ebrios les pareció muy gracioso apagar la llama eterna del Arco del Triunfo, a chorros de orín, y después se quedaron dormidos... hasta que los agarró la policía).
Di por hecho que esa noche dormiría en la torre, en un bello e histórico calabozo medieval, a riesgo de pasar a formar parte de la decoración de empalados... o a ser sujeto de prácticas del actor de la máscara dorada.
Pero esos policías no eran húngaros. Traté de explicarme. Apelé a su propio acervo empírico (es decir: a ver, mi poli, ¿que no ha sentido usted que de pronto le gana?, ¿o a poco no ha tenido nunca una emergencia?). Y hablé de lo bien que me habían tratado los rumanos, pero si son de lo mejor que hay, en cambio esos húngaros hostigadores e imperialistas... Por otro lado, imagino que, ante la multitud de borrachos extremos que deambulaba por la ciudad, los agentes tenían órdenes de dejar pasar las faltas menores. Y se portaron muy bien, me llamaron a no volver a hacerlo (prometí que nunca más... en Rumanía), hicieron un par de bromas conmigo y me preguntaron de dónde era... por primera vez en tantos viajes, no dije ¡de MEXICO! Apenas fue un tímido demécsico.
¿Qué tal, eh? Después de Sighisoara, estuve unos días en la bella Brasov (Brashov), tomé un tren de muerte hasta Timisoara (Timishoara, la ciudad emblemática de la “revolución” del 89, célebre por una matanza perpetrada por las fuerzas de Ceaucescu) y por la madrugada, crucé la frontera hacia Serbia. Presencié las divertidas correderas de los contrabandistas y el fingido celo de los aduaneros serbios (que, por lo demás, me trataron muy bien), viajé en el mismo compartimiento con una bonita rumanita que vivía en Australia hasta que se le ocurrió visitar a la parentela, se casó con un patán que no la pelaba y, según me pareció, dejaba caer sobre las espaldas de la chava todo el peso de conseguirle a él la visa australiana, y enfrenté la inquietud que me daba entrar a Yugoslavia y a Serbia, lugares de todas las advertencias y malos prejuicios de la propaganda “occidental” (claro, hasta que Osama le tomó el relevo a Milosevic).
Esta narración apareció publicada originalmente en el Serviçâo do Informaçâo do um tal Temoriçâo.
Vínculos a las tres partes de Historias de Hungría, Transilvania y Serbia:
Primera parte: Hungría Segunda parte: Transilvania Tercera parte: Serbia GRACIAS POR VISITAR MI ESPACIO! ACTUALMENTE ESTOY DANDOLE LA VUELTA AL MUNDO. QUIERES CONOCER LAS ETAPAS DE MI VIAJE HASTA EL MOMENTO? QUIERES IR A SUDAFRICA, SWAZILANDIA, MOZAMBIQUE, TANZANIA, KENYA, INDIA, NEPAL, TAILANDIA, LAO, CAMBOYA O VIETNAM? HAY MAS DISPONIBLES EN MI PAGINA PRINCIPAL! THANKS FOR VISITING MY SPACE! CURRENTLY (2005-2007) I'M ON A ROUND THE WORLD TRIP. DO YOU WANT TO CHECK OUT OTHER STAGES OF MY TRIP? DO YOU WANT TO GO TO SOUTH AFRICA, SWAZILAND, MOZAMBIQUE, TANZANIA, KENYA, INDIA, NEPAL, THAILAND, LAO, CAMBODIA OR VIETNAM? YOU WILL FIND MORE OF MY TRIPS AVAILABLE AT MY MAIN PAGE!
Advertisement
Tot: 0.309s; Tpl: 0.02s; cc: 30; qc: 108; dbt: 0.1589s; 1; m:domysql w:travelblog (10.17.0.13); sld: 1;
; mem: 1.8mb
Luz
non-member comment
Sueño con volver a Rumanía
Este agosto estuve en Rumanía y he vuelto con las ganas de retornar en cuanto pueda. Llegas con un algo de miedo provocado por los numerosos relatos de viajeros a los que les ha sucedido algo terrible en Rumanía . Nada más lejos de la realidad, los rumanos son gente amable, acogedora, alegre y muy hospitalaria . El único miedo que te queda al cabo de unos días es cuando de lanzas a la carretera. Conducen como auténticos suicidas con adelantamientos en lugares imposibles, fabricando un tercer carril en cuanto hay espacio , adelantando a los innumerables carros que circulan por las carreteras . Y no hablo de carreteras secundarias , sino de las principales; en las secundarias el mayor problema es "caerte" dentro de uno de los baches. Está claro que necesitan una mayor infraestructura ,que la entrada en la Unión europea va a ser un gran reto y espero que en el esfuerzo no renuncien a su identidad y a su cultura. Porque hay mucho que ver en Romania . Yo os recomiendo también Sighisoara , Cluj y sobre todo Sibiu , que es la ciudad más encantadora que he conocido . Es una ciudad medieval, que cuando yo la conocí estaba con sus 2 preciosas plazas en obras. Aún así fue increíble, con solo el pequeño problema de buscar alojamiento, algo casi imposible . Y queda mucho : Maramures, los Cárpatos , la costa ... Romania: para mi un oasis de alegría a la derecha de la frialdad y la altivez de Austria, Hungría ó Chequia. Un saludo viajero