India. Parte 1 de 3. Dia 190. Vuelta al mundo. Round the world trip.


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India's flag
Asia » India » Maharashtra » Pune
November 2nd 2005
Published: June 3rd 2006
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Nena con mascotaNena con mascotaNena con mascota

En el pueblo de Koayad, Maharashtra.
(Non-Spanish speakers: please see brief comment below.)

India no es un lugar para almas debiles, definitivamente. Desde el primer momento me sacudio, por lo bueno y por lo malo, como siguio haciendo a lo largo de todo el viaje. Es fascinante tanto como chocante. Es una de las potencias del siglo XXI, destinada a ocupar un lugar de privilegio entre las mayores economias del mundo. Sin embargo, sobre el terreno es dificil de entender por que. Religion, atraso, una rotunda falta de educacion y, tal vez por encima de todo, una sobrepoblacion fuera de control. Pero muchos indios no parecen entender esto. Los que estan en la parte superior de la sociedad siguen su veloz carrera hacia el desarrollo sin tomar en cuenta la capacidad de lastre de los cientos de millones que se mantienen sin las condciiones de vida mas elementales. Hay una bomba de tiempo sonando, pero no la quieren oir.

Información Día 190. Llegué de Kenya. Salgo a Nepal. Etapa actual: Subcontinente Indio. Próxima etapa: Sudeste de Asia.

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For Non-Spanish speaking readers:



India is definitely not a place for weak souls. Since the very first moment it shocked me, for the good and for the bad, as it kept doing for the whole trip. It is fascinating as well as disturbing. It's one of the powers of the 21st Century, set to occupy a privileged place amongst the world's biggest economies, yet on the ground it's difficult to tell why. Religion, conservadurism, a sound lack of education, and maybe over all that, an uncontrollable overpopulation. But many Indians don't seem to understand that. Those in the upper part of the society keep their fast race to development without taking care of the dragging power of the hundreds of millions who live without the most basic living conditions. There's a time bomb clicking, but they don't seem to hear.

Info: Day 190. Came from Kenya. Going to Nepal. Current stage: Indian Subcontinent. Next stage: South East Asia.

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Balneario sagradoBalneario sagradoBalneario sagrado

Ramkund, en Nasik
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(Sorry for the inconvenience of this Spanish-only blog. This trip leaves me no time nor energy for translation --try Google translator, let's see what happens!. For some of you, this will be a good chance to practice and hopefully improve your Spanish. For the rest, I hope photos themselves will be of worth.)

DÍA 163. 6 DE OCTUBRE DE 2005. A 33,000 PIES DE ALTURA FRENTE A MUMBAI, INDIA: FRONTERAS



Tardé en sentirme atraído por las fronteras. Para mí, una frontera significaba la violencia, la pobreza, la suciedad y el caos que de chico vi en Juárez, Reynosa y Tijuana. Y el contraste violento con la uniformidad primermundista, aséptica y aburrida de las ciudades del otro lado. Ahora creo que todo eso es la cara mala de una moneda que también brilla: en las fronteras dialogan las culturas, se encuentran los diferentes que son iguales, hay mestizaje y creación. No es casual que, después del DF, el espacio cultural más dinámico de
En cueros sagradosEn cueros sagradosEn cueros sagrados

Ramkund, en Nasik
México sea Tijuana (a pesar de Hank y Pro Vida).

Para el viajero, la frontera es un peligro y una promesa. En la frontera eres el más vulnerable porque todos dominan procedimientos y códigos inescrutables para ti, y ellos están tan conscientes como tú de tu fragilidad. El agente de migración, el oficial de aduanas, el policía de la puerta y el mozo del baño pueden meterte en un problema con facilidad e impedir que entres al nuevo país o que salgas del que vienes, e incluso dejarte atorado entre dos naciones. También son ellos los que te pueden ayudar a salir de un aprieto.

Las barreras físicas, sin embargo, se olvidan una vez que se han superado. Entonces viene lo que es, a la vez, más difícil y emocionante. Cuando estás por cruzar tienes los ojos bien abiertos: vas a encontrar algo que nunca has visto, ¡el nuevo país se abre ante ti! A veces cambia el paisaje, o la gente, y a veces no, porque los poderes coloniales impusieron líneas para dividir lugares y pueblos (relativamente) homogéneos. Pero una y otra posibilidades te llenan la mente de preguntas e hipótesis, de ganas de conocer más.

Cuando has estado un tiempo en un país, adquieres un conjunto de conocimientos básicos para desenvolverte. Siempre que te vas a marchar piensas qué distinto hubiera sido todo si, al llegar, hubieses sabido cómo decir estas palabras, pedir tal cosa, moverte por esta ciudad y dirigirte a tales personas. Pero a eso fuiste, a aprender lo que no sabías.

Todo ese paquete se esfuma al pasar la frontera. Habías alcanzado cierto nivel de iluminación y, de golpe, regresas a la oscuridad, a empezar de nuevo.

Lo primero es el idioma: ¿de qué me sirve lo que aprendí en Sudáfrica de isiZulu, o la canción xhosa que tanto me gusta, si en África del Este lo que manda es el kiswahili? Pasé un rato tratando de adecuarme al nuevo lenguaje, que ahora me gusta mucho, pero al precio de olvidar casi todo el isiZulu, y ahora que estoy llegando a India temo que voy a perder también lo adquirido en Kenya. Y será peor, porque en este enorme país rivalizan el hindi y el urdu, más 16 idiomas y múltiples dialectos locales. En Mumbai (antes Bombay), capital del estado de Maharashtra, se habla marathi, gujarari e hindi. (Vale, el inglés también es oficial, pero no necesariamente de uso popular.) ¡Cada idioma usa un alfabeto difrente! En Grecia, con su escritura clásica, y en los países eslavos que usan el cirílico, ya era difícil conducirse, pero con práctica podías leer cosas básicas, como los nombres de las calles; en los países árabes no captas nada, pero al menos no nos resultan tan desconocidas, las hemos visto. Los alfabetos indios son, para mí, misterios más enredados que el código genético de Roberto Madrazo (¿cuál es el gene descompuesto de la perversidad?). (Continúa mañana.)

Después viene la moneda. Para un turista estadounidense, ya es un lío porque al salir del país anterior ya, por fin, había logrado establecer relaciones sencillas entre el dólar y la moneda local (digamos, seis dólares son mil unidades locales, asi que algo que vale 12,500 unidades equivale a 75 dólares) y adquirir la habilidad para hacer cálculos veloces (resulta impráctico depender de la calculadora), pero en el nuevo todo está por descubrirse. Para otros viajeros se complica más porque hay que crear dos marcos referenciales con respecto a la moneda local, uno para el dólar (siempre es necesario) y otro para la moneda propia. (Por razones diversas, yo además tengo que considerar el euro.)

Después viene una enorme cantidad de cuestiones prácticas. ¿Cuáles son las claves para reconocer los alojamientos que más convienen? ¿Qué es caro aquí, qué barato? Un ejemplo: aunque se use el idioma inglés, la manera de indicar si las habitaciones tienen retrete y/o baño o si son compartidos cambia en cada lugar. "Attached rooms", "rooms en suite", "common bath", "private rooms" (¿no suelen ser siempre privados los cuartos?), etcétera. ¿Y cómo se adivina qué tipo de retrete tienen? Muchas veces no se dice, otras se avisa, por ejemplo en India, que son "Indian style", "Asian style", "Arabic style", Eatern style" o "Floor toilets": todos quieren decir lo mismo, o sea, a la turca, un hoyo en el suelo con "pisaderas", cubeta, agua y sin papel, pero uno podría pensar que cada nombre indica algo diferente.

El transporte es otro asunto. Los sistemas pueden cambiar muchísimo. El de Johannesburgo, por ejemplo, me parece el peor, una verdadera maldición heredada del apartheid: las rutas son radiales (salen y vienen del mismo céntrico lugar, es como si, en el DF, para ir de Coyoacán a San Ángel hubiera que tomar un micro a Pino Suárez y transbordar ahí), conmpletamente indefinidas (el chofer puede escoger el camino que se le antoje) y no hay letreros indicativos: la gente se para en las avenidas y al ver que los vehículos se aproximan, hace señas con las manos (dedos arriba, otros abajo o doblados, el brazo en cierta posición) para decir aproximadamente a qué rumbo va, y entonces el chofer, si tiene lugares libres, se para. ¿Cómo se aprende a viajar así? Ensayo y error.

En Kenya hay que aprenderse las rutas por los números, en Mozambique por distritos de la ciudad, en Swazilandia hay que preguntar, y... ¿en India? Ahora tengo que aprender. Lo mismo para los taxis: uno da por hecho que tienen el mismo sistema en todo el mundo, pero nada que ver. En Kenya hay pocos, estacionados en lugares clave (no los esperas en la avenida), siempre traen celular y trtan de hacerte su cliente, no tienen colores distintivos y cobran --previa discusión--como si fueran británicos (pero siempre se les acaba la gasolina cuando tienes prisa). En India, dicen, los hay por millones, los encuentras en todos sitios, son amarillo con negro, muy baratos y usan taxímetro, aunque a los turistas tratarán de hincarles el diente. (Continúa mañana.)

Quedan después los factores culturales. Uno elemental: ¿Cuál es mi posición como visitante occidental? ¿Me van a recibir bien, me van a querer engañar (bueno, eso está garantizado), me van a ver con recelo o tal vez odio? En ciertas zonas de distintos países africanos, según relatos de viajeros, los niños practican el sano deporte de "dale con la piedra en la cabeza al turista". En Somalilandia (una república semi-independiente en la fracasada Somalia), otros viajeros han visto y hablado con soldados de un gran grupo encubierto de militares estadounidenses vestidos de civil que desarrollan misiones que para los habitantes no resultan muy encubiertas. Para estos locales, no importa si el turista es un greñudo de barba y mochila, pues ante sus ojos es otro agente embozado, y se ocupan de hacérselo saber.

El optimista piensa que todo va a salir bien, no obstante. Y que una amable familia lo va a honrar con una invitación a comer en casa. ¡Gracias! Eeeeh... ¿se agradece antes de comer, a media comida o al final? ¿O agradecer no se acostumbra? ¿Puedo o debo poner los codos en la mesa? Mi padre se indigna cuando meto las manos en la comida, pero en India es la norma y además... sólo hay que comer con la derecha, meter la izquierda es una grosería. Rascarse la cabeza o no quitarse los zapatos al entrar a una casa, también. Pero no hay problema con escupir en la calle. Hay un sinfín de detalles. El anfitrión más abierto te disculpará por provenir de otra cultura, pero la experiencia me ha mostrado que hay muchas personas que jamás se han puesto a meditar en que las cosas pueden tener un valor distinto en otro lado (como la musulmana que me preguntaba cómo es que no hablo kiswahili, si todo el mundo lo habla --es lo más natural del mundo, ¿no?), como quienes sabe que en otros países las costumbres cambian, pero están convencidos de que eso está muy mal y que sólo ellos, por el solo hecho de haber sido educadas de cierta manera, hacen lo correcto. Y tú no estás en posición de corregirlos o de darles una cátedra sobre la diversidad en el mundo, estás en su país y en su casa --eres tú el que lo buscó, no ellos--, así que a aprender rápido y a
Sagrada es la cenaSagrada es la cenaSagrada es la cena

Con Suhasini, la mamá de Sonal y Bini
portarse bien.

Es muy complicado. Pero de esto se trata, precisamente: viajo para exponerme a otras culturas, para conocerlas, estudiar sus formas y tratar de comprenderlas mejor. Y al comprender mejor a los otros, trato de comprendernos mejor a nosotros mismos, a los latinoamericanos, de mirarnos con otros prismas. Tal vez la lección más profunda y más bonita que nos dejan todas estas historias de fronteras es la humildad: uno entiende que todas esas cosas que en casa vemos como valores absolutos, sin preguntarnos cómo es que las adquirimos ni si tienen sentido o no, son más bien muy relativas, a veces absurdas, y que no hay más verdad en lo propio que en lo ajeno.

Tras cierto tiempo, uno adquiere conocimientos básicos de un país, y todo eso se desvanece al marcharse. Hay que empezar de nuevo. Creo que ahí está la clave: nunca estamos más allá de volver a ser bebés en pañales. Cuando se viaja con verdaderas ganas de aprender, uno recibe vacunas contra la soberbia. Renacemos en un ambiente desconocido, nos dan nalgadas para despertarnos, abrimos los ojos... y nos llena la invaluable sensación de que podemos volver a crecer.

Otra vez...
Y las amigasY las amigasY las amigas

Bini, Sonal y los thalis

DÍA 163. NASIK, MAHARASHTRA, INDIA: CONTRASTES VIOLENTOS



Primer día en el subcontinente, la tierra de todos los dioses. Estaba bien prevenido. Sabía que India es un país (todo un mundo) que incendia las entrañas del más templado, por lo bueno y por lo malo. Pero no es lo mismo esperar el golpe que recibirlo: de todos modos te sacude, te saca el aire, te tira al suelo.

Es de noche y estoy mucho más tranquilo, a pesar del cansancio del mal dormir del avión y de un día agotador por lo físico y lo emocional. En 17 horas he tenido un adelanto intensivo de lo que me espera en los próximos meses. Lo siguiente va a manera de anotaciones preliminares que seguramente serán corregidas conforme me adapte mejor al país. Por lo pronto, lo tengo todo a flor de piel.

Lo primero, el desorden del aeropuerto de Mumbai (antes Bombay). Como ocurre en los de África, la sala de espera de llegadas está en la calle: uno pasa la aduana y cree que entrará en otro vestíbulo cuando de pronto siente el golpe de calor de 25 grados y una alta humedad a las cinco de la
Velada guitarrera en PalolemVelada guitarrera en PalolemVelada guitarrera en Palolem

Los alemanes, los nepalíes y el mexicano
mañana. Y la gente, la gente que abunda en todas partes; el único cajero automático que funciona mal y el chico que sabe cómo sacarle tu plata (y sacártela a ti después, por el favor); la fila inmensa para prepagar los taxis y los indios que disfrutan las filas porque se las pueden saltar; el boleto para el conductor y la cola para subirte, pero ¡no hay fila!, en tu talón figura un número de placas que tú no sabes que es un número de placas que sirve para que busques el taxi que las tiene; el policía que se sabe el truco y por módica propina te pasea por el estacionamiento con tus dos pesadas mochilas tratando de localizar el mentado coche; la niña de la calle bonita y súper pobre que te muele el corazón al suplicarte una moneda; y el taxista que no,claro que no, no puede subirte y llevarte por fin, todavía tiene que ir con tu boleto a hacer una fila para que ahí mismo le den el dinero que tú acabas de pagar en otra ventanilla y otra fila.

Mi plan original era dirigirme de inmediato a Goa y regresar en dos semanas
Los amigosLos amigosLos amigos

Manu(arriba, izq.), Trace (arriba, der.) y hasta abajo, Rene.
a Mumbai. Pero Sonal Panse, una chica que conocí a través de una página de internet para viajeros, se marcha la próxima semana al norte y la única oportunidad de verla era ahora. Ella no lo sabía, pero decidí aceptar su oferta de alojamiento en casa de su familia. Del aeropuerto a una parada de autobuses, y de ahí a Nasik, a 180 kilómetros y cinco horas de camino.

Doloroso. Chocante. Adrenalínico. Angustioso. Terrible. En Mumbai y todo el camino, la miseria, cientos de kilómetros de viviendas (si se las puede llamar así) de láminas y plásticos, miles de personas que duermen en la calle, una ignorancia absoluta de la disposición de desechos humanos como un acto privado (en losjardines, en los canalillos, de frente en la carretera: los hombres y alguna mujer se bajan los pantalones o prenda similar, se colocan en cuclillas con las piernas abiertas, muestran todo --todo-- al que por morbo, sorpresa o descuido esté volteando, y dejan salir lo que tiene que salir), gente esquelética sin un brazo, con las piernas torcidas, con enormes jorobas, con la piel devorada por la lepra. Hace apenas dos semanas, ocurrió la última de una serie de terribles
Hari, el nepalíHari, el nepalíHari, el nepalí

En Big Fish Little Village, de Palolem, Goa
inundaciones que asolaron el área durante la época de monzones, equivalente a la temporada de huracanes en el Caribe. ¿Cómo sobrevivió esta gente? No importa a nadie. Cuando se vive entre estas enormes muchedumbres, no estremecen unos cuantos miles menos. (Aunque el tsunami sí que parece haber sido conmocionante para la nación entera.)

Son muchas las cosas que me dejaron desconsolado. Junto a la miseria, sólo mencionaré la otra más importante: la forma de conducir.

No he visto nada así en mi vida. Ya antes dije que El Cairo era peor que el DF. Pues se queda muy chiquito al lado de Mumbai. También se empequeñecen Palermo, Johannesburgo, Estambul, Nairobi... Mumbai es impresionante, todos aquí, los taxistas, los conductores, los motociclistas, los autorickshaws (mototaxis de tres ruedas), los autobuses y los peatones tienen la misma categoría y se mueven por cualquier sitio, en el sentido correcto, en el contrario y hasta horizontal. Unos se avientan contra otros, nadie se fija en lo que hace el coche siguiente porque entra el miedo y disminuye la capacidad de reacción, y de lo que se trata es de aventarse al golpe.

En el viaje en autobús a Nasik, un rebase
MumbaiMumbaiMumbai

En la Puerta de la India
loco, un camión en contra, un cerrón y un suspiro, ¡casi nos damos! Pero ese casi nos damos se repitió una y otra vez, es constante, golpes de volante, frenazos, acelerones, quiebres, casi, casi, casi, casi, y las bocinas interminables, el claxon nunca se calla, los baches duros... Es mucho más de lo que puedo describir. Y casi más que lo que mis esfuerzos por serenarme pueden resistir.

Entonces vino la parte buena. En una parada en el camino hallé un teléfono y busqué a Sonal. Como sabía que era abusivo decirle "abre las puertas de tu casa porque al ratito estoy allá", planteé que nos viéramos para tomar café después de que me instalara en un hotel. Pero no quiso y repitió su oferta.

Su padre está trabajando en una ciudad del norte. Su mamá, Suhasini, y su hermana, Kadambini (Bini), me recibieron con mucha amabilidad y atención. La mamá cocina muy rico, por cierto. Tuve suerte porque mi visita coincide con un festival en honor de la diosa Kali, al que me llevaron por la noche. De nuevo, las muchedumbres. Que están encantadoramente adornadas por los colores de los saris y otros vestidos indios para mujer.
CuatricontinentalCuatricontinentalCuatricontinental

Y no es torneo de futbol: una italianas, unos suecos, un francés, una india, un indio mumbaikar que vive en EU desde hace dos años y ya se llama "American", una kenyana y un mexicano.
Y los olores y ambientes indios.

La cola para entrar al templo era larga. Me quitaron los zapatos, me metieron a la fila de hombres, llegué al altar tras 20 minutos. Como no sabía qué hacer, me aparté a un lado para mirar: a un par de metros de la efigie de la diosa, dos bases metálicas pedoformes representaban las huellas de sus pies, a los que besaban tras entregar una sencilla ofrenda... ¡que acabó en mis manos! Uno de los chicos que manejaban el asunto se me acercó para entregarme un coco partido por la mitad que un peregrino había depositado. Con una sonrisa, pregunté qué tenía que hacer con él. El chico me miró, se fue y regresó con una tirita de flores para mí, otra ofrenda de los peregrinos. Salí apresurado, antes de que me dieran una jarra de frutas o una piña para ponerme en la cabeza.

Ese recorrido por la fiesta me llenó la cabeza de imágenes nuevas y muy ricas. Las miseria, la locura de los conductores, la cálida recepción de la familia, la intensidad de la celebración hindú... En unas pocas horas.

India no es un lugar para espíritus débiles
Puerta de la IndiaPuerta de la IndiaPuerta de la India

La construyeron para dalre la bienvenida al rey en 1924. 24 anhos después, por debajo marcharon las tropas inglesas en su retirada.
o delicados. Yo mismo, que he estado en sitios raros, me siento invadido de pronto por las ganas de salir corriendo. Pero puedo hacer algo mucho mejor que eso y quedarme, a reportar lo terrible y a envolverme en lo maravilloso.


DÍA 164. NASIK, MAHARASHTRA, INDIA: UN DIOS, MUCHOS DIOSES



Mi segunda embarrada de India volvió a ser intensa. Sonal y Bini me subieron a un autorickshaw (moto-taxi de tres ruedas) que me llevó a Ramkund, un importante ghat (sitio de baño religioso) sobre el Godavari, uno de los ríos más sagrados del Decán (o Deccan: el sur). Otro golpe de color y riqueza cultural.

Es una zona llena de templos y gente que viene desde muy lejos a cumplir con deberes divinos. Viejos ascetas de barba blanca, jóvenes con sólo un pequeño rabo de pelo en el cráneo que hacen yoga, mujeres que se secan cubriéndose con brillantes saris, otras que lavan la ropa en el espectacular y agresivo (para la ropa) estilo indio, muchos niños semidesnudos o de plano en cueros que se la pasan bomba jugando y tirándose clavados desde los puentes...

En uno de los pequeños templos, dedicado a la diosa
Puerta de la IndiaPuerta de la IndiaPuerta de la India

La construyeron para dalre la bienvenida al rey en 1924. 24 anhos después, por debajo marcharon las tropas inglesas en su retirada.
Kali, se celebraba una ceremonia. Me acerqué con toda discreción para no molestar. Los hombres me metieron en su círculo, me indicaron tal o cual cosa que suponían que era importante fotografiar, me mostraron lo que tenía que hacer y decir al final del evento (cuando las mujeres esperan en su sitio mientras los hombres en fila, con las palmas unidas en posición de rezo pero apuntando al piso, pasan agachándose frente a todas ellas musitando una palabra que significa "nadie es más que nadie") y me llenaron las manos de arroz para terminar. Yo ya no quería, pero no había acabado de comerlo cuando la cuchara volvía a caer sobre mí con más. Aunque me alejé un poco, una mujer vio que ya había dado cuenta del alimento, ¡por fin!, y piadosamente se acercó a darme el suyo... ¡gracias, señora, pero créame que no...! Nada, te lo comes. Y después me dieron un coco.

En dos momentos diferentes, unas personas se acercaron a mí para hablar de religión en un inglés rudimentario. Otras experiencias en los mundos musulmán y cristiano han sido distintas: a veces, una persona te desprecia por no compartir su religión, que siempre es la única verdadera, y tú vives en el error; otras veces, la persona es muy piadosa y trata de explicarte el problema, estás mal y yo estoy bien, la mía es la buena, ¿por qué?, pues porque sí, y si hubieras nacido en una familia de otra religión, ¿no dirías también que ésa otra es la buena?, no mira, yo soy muy santo y te abro las puertas para que aceptes mi verdad...

Pues no fue ése el caso. Los dos hindúes sólo querían saber la religión de mi país y explicarme que, bueno, la suya es diferente. ¡Nada más! Y congratularme por mi visita a India. Uno lo expresó de manera muy simpática: Mira, los cristianos tienen un solo dios; los musulmanes tienen un solo dios; y nosotros tenemos, bueno, pues, ¡muchos dioses!

¡Ja! ¡Pues si nomás tienen 300 millones de dioses! (es un cálculo aproximado --¡en serio!) Es impresionante la capacidad de divinificación que tiene el hinduismo. Cuando empezaron a llegar los misioneros cristianos, las personas aceptaron fácilmente la divinidad de Jesús. Imagino la satisfacción de aquellos hombres con crucifijos al ver que los nativos adoraban a Cristo como dios... ¡y su decepción al darse cuenta de
Trafico pesadoTrafico pesadoTrafico pesado

Entre los autorickshwas de Pune
que lo aceptaban como a uno más de los 300 millones! ¿Tienes un dios? ¡Tráetelo pa'cá, chato!, no faltaba más, ¡aquí le hacemos su huequito! Peor aún: algunos brahmanes dijeron que Jesús fue una reencarnación del dios Vishnú (todo un honor, pues es uno de los principales; el Buda sería su novena reencarnación, algo que no gusta nada a los budistas, y por ahí trataron de hacerle lo mismo a Gandhi, pero el Mahatma no se dejó).

Es compleja esta actitud de convertir todo en dios. Pero empecé a entenderla un poco cuando descubrí sus similitudes con la religión predominante en América Latina. En épocas de expansión, cualquier mito o divinidad pagana local era convertida en santo, santa o virgen, para facilitar la conversión (esta política fue uno de los motivos que causaron el rompimiento con los protestantes). Un ejemplo mexicano es la diosa Tonantzin, transformada en Guadalupe. Los papas Juan XXIII y Paulo VI, tras el Concilio Vaticano II, se esforzaron por limpiar el santoral de personas de cuya existencia no había prueba y muchos santos quedaron descontinuados. Pero Juan Pablo II pertenecía a una corriente adversa, de manera que cuando le tocó el turno trató de reparar
Bip bip!!!Bip bip!!!Bip bip!!!

Un claxon con autoridad
el daño echando a andar la maquinita de hacer santos. En cinco años, por ejemplo, México pasó de tener uno a casi 30.

¿Por qué creo que hay una similitud, si no es lo mismo hacer santos que dioses? Cambia el nombre, pero el principio es semejante: para el hinduismo, sus 300 millones de dioses no son más que la expresión de Brahmán, El Uno, el eterno que es fuente de toda existencia. Y para el catolicismo pasa algo similar: los santos son expresiones del dios único, instrumentos divinos en el mundo material.

No sé cómo ocurre, pero aquí alguien dice que una piedra es divina y se convierte en objeto de culto. En América Latina, alguien cree ver la forma de la Virgen en el tronco de un árbol o en el piso del metro Hidalgo (o se le ocurre que el agua de una fuente cualquiera es sagrada) y es el no va más, peregrinaciones, tumultos, fervor enfebrecido. Sé que para muchas gente que cree de buena fe que la católica es la única religión verdadera, cualquier comparación con otras creencias es impropia (aunque otras personas, más perspicaces, se sentirán satisfechas al saber que el hinduismo,
Hora picoHora picoHora pico

Embotellamiento de bufalos en el centro de Pune
la religión politeísta moderna por excelencia, tiene después de todo un principio monoteísta). Pero para mí, y tal vez para otros, este ejercicio ayuda a comprender esta actitud divinificadora (como panificadora) de los hindúes, que hornean dioses como bollos. Me parece rara y desconocida, pero en realidad es algo que he venido viendo desde niño en mi país. Así que a fin de cuentas, no somos tan diferentes.


DÍA 165. MUMBAI (BOMBAY): ALIEN EN LA INDIA



Mumbai tiene tres estaciones de ferrocarril de larga distancia y a mí me tocó llegar a Lokmanya Tylak, la más apartada. Por suerte, un señor que era el tío de un chico con el que había platicado, se ocupó de llevarme hasta el tren urbano, mostrarme cómo se compra el boleto y subirme al convoy correcto... que a pesar de ser domingo estaba repletísimo. Me hice fuerte en un rincón y a la media hora ya estaba sentado, con mis mochilas a salvo.

Sentí compasión por la gente que tiene que usarlo todos los días. Nada que ver con el metro de México. El de Mumbai se encuentra tan bárbaramente atestado y es tan viejo que las puertas van abiertas
Elefante enlatadoElefante enlatadoElefante enlatado

Ganesh, el dios de la buena suerte
y algunas personas pueden ir colgando. No faltan los accidentes y los muertos. Pero esto es normal en India, con una población tan inmensa. Sonal, que estudió algunos años aquí, me platicó que en algunas zonas introdujeron unos autobuses articulados larguísimos, como supongo que debe ser el metrobús del DF, pero sin carril dedicado. La gente se trepaba por cualquier sitio, incluido el fuelle que hay entre los segmentos, y a veces morían. aplastados cuando el bus daba la vuelta. Cosas terribles.

En los carros del tren urbano se han colocado decenas de manijas móviles metálicas en el techo para que la gente se sujete. Cuando hay una parada, en la locura por bajar o subir (la máxima filosófica de "antes de entrar, deje salir", en India se entiende al revés --¡no!, peor aún que en México), cientos de manos sujetan, disputan, sueltan y sacuden las manijas en unos instantes y se produce un golpeteo que parece batucada. Yo imaginaba dos regimientos enemigos de monos enfrentándose entre las lianas de los árboles.

Llegué a CST, llamada en tiempos de la colonia británica Victoria Station, y compré una cadena para poder dejar mi mochila más grande en el cuarto
Anil AwachatAnil AwachatAnil Awachat

Jaai, con sueter claro.
de guardaequipajes. En realidad, no sería muy difícil deslizar la cadena por un lado y abrir mi saco, pero Indian Railways ha establecido la norma de que sólo así te pueden guardar tus cosas. Después fui a pasear por Colaba, el barrio turístico donde planeo quedarme cuando venga por algunos días. Es más habitable, pero siempre que se tenga una definición amplia de habitabilidad.

¿Y qué decía Ana Torroja, la de Mecano? "Hawaii Bombay es un paraíso?" ¿Pero que se habrá fumao esa tía?

LLegaron las 21.00, yo estaba aburrido en la estación esperando mi tren al sur (el augurado por Sandy Warhol, la infalible pitonisa del idioma), el de las 23.00 hacia Goa, y tenía (tengo) entre dos y tres millones de e mails por contestar (los grandes sabios no se ponen de acuerdo en el cálculo).

Me fui en busca de un cybercafé. Siguiendo las indicaciones de un vendedor, entré casi sin darme cuenta en un pasillo oscurísimo en los bajos de un edificio antiguo. Pensé en regresar pero sentí movimientos detrás de mí. Preferí acelerar el paso en busca de la salida. De los costados empezaron a elevarse ecos, a sacudirse sombras, a surgir manos que tocaban mis brazos e intentaban detenerme, arrastrarme hacia rincones invisibles. Voces apagadas me llamaban.

Pensé en Dante al recorrer el purgatorio, en las almas atrapadas que reclamaban su auxilio. Y en la expedición a la colonia humana espacial destruida por los alien, hombres, mujeres y niños envueltos en ceras arácnidas que los mantenían pegados a las paredes, vivos, para servir de matrices de los pequeños monstruos que se alimentaban de ellos para poder nacer: las personas que despertaban de su doloroso letargo y rascaban los trajes espaciales de los miembros del comando no pedían que los salvaran, sino que los mataran para terminar con el sufrimiento.

Empecé a trotar mientras esas extremidades sin rostro se tornaban más insistentes, hasta que algunas sombras aparecieron frente a mí. La luz mortecina de una lámpara de gas reveló el rostro de dos de esos jóvenes indios que estaban levantando sus puestos tras apagarse la iluminación general. "¿Compras DVD de películas occidentales?", preguntó uno. "Tengo de oriente", susurró otro. "¿Quieres videos de porno indio?", escuché por atrás de mí, tal vez era la voz del dueño de la mano que tiraba de mi hombro. "Chocolate, nieve, ganja (marihuana), puedo conseguirte lo que quieras", dijeron a un lado.

Al desprenderme de ellos casi caí sobre la vieja puerta de madera del cybercafé. Resonó el golpe, las manos desaparecieron. Las luces estaban apagadas, pero alguien abrió: una mujer envejecida, esquelética y sin varios dientes gruñó algo en una lengua desconocida, pensé que eran maldiciones magnificadas por la oscuridad. "¿Closed?", pregunté con la sonrisa tonta que tan pocas veces me ha ayudado. "¡Klosssss!", graznó la arpía antes de dar el portazo.

Cuando conseguí atravesar el sitio y salir del lugar, acosado nuevamente por las manos pegajosas, dos chicas alemanas se aproximaron. "¡Qué valiente eres!", dijo una. "Nosotras quisimos ir al cybercafé pero nos asustamos". "Sólo hay unos chicos cerrando sus negocios", respondí con la sonrisa confiada de superhéroe que tantas fans me ha ganado. "Querían hacer su última venta, eso es todo", concluí, sereno e importante.


DÍA 166. EXPRESO NASIK-MUMBAI, INDIA: ALGUNOS SINVERGÜENZAS



En el asiento que está frente a mí hay dos mujeres muy guapas que platican con mucho ánimo mientras el tren nos conduce a Mumbai. Unas es de tez blanca y la otra muy morena. Sus saris son hermosos. Cuando una habla, la otra la mira atentamente con una sonrisa amplia y ojos brillantes. Y mueve la cabeza constantemente: la coronilla hacia un lado, la barbilla para el otro. En Occidente, para comunicar un "no", mantenemos la cabeza recta mientras llevamos la nariz de izquierda a derecha y de regreso. Pero en este gesto indio se sacude todo.

Es muy simpático, aunque confunde, incluso cuando ya lo empiezas a conocer. En dos ocasiones, en mi primer día en el país, pedí información o un pequeño favor y las personas movían la cabeza, lo que yo intepretaba como una negativa, y me sorprendía al ver que hacían lo que yo solicité. ¿Qué pasó? Me puse a observar a la gente y comprendí que de esa forma expresan asentimiento, desde un "sí" hasta un "te escucho", pasando por el "estoy de acuerdo" o el "como sea, no importa". También sirve para mostrar entusiasmo y para enfatizar lo que se está diciendo.

Consulté a Sonal y Bini al respecto. Moví la cabeza para darles ejemplo de lo que hablaba. Pero es algo tan natural que ellas mismas no se dan cuenta de que lo hacen: "No, Témoris, eso es normal. Seguro que viste a alguna gente con problemas del cuello", dijo Sonal. "¿Verdad, Bini?"

Y las dos movieron la cabeza.

Ayer sábado me llevaron al pueblo de Trimbak, otro sitio sagrado (bueno, esto es India) donde nace un río sagrado de una montaña sagrada en la que hay varios templos sagr... (bueno, eso) excavados en la roca. Subimos por unas escaleras largas. Los brahmanes me colocaron tintura roja y amarilla en la frente, tras lo cual deposité una limosna. En otro recinto religioso, muy pequeño, hice lo que los demás, me incliné donde todos ellos y deposité otra limosna. Lo mismo, excepto una cosa: junto al último altar, donde se tiene que andar en cuclillas porque el techo está muy bajo, había un chico de unos 20 años en papel de sacerdote. La gente le besaba los pies. Hasta ahí no llegaban mis ganas de hacer lo que viere a donde fuere.

Poco antes, en un antiguo palacete en el pueblo donde hay una piscina de aguas sagradas, un gordo en camiseta blanca guardaba la efigie dorada de un dios, frente a la cual había una mantilla roja sobre la que no había colocado imágenes ni estampas, sino billetes, en una abierta insinuación de que las monedas no eran lo que más agradaría al dios. A cambio de tu contribución, te ponía polvos rojos en la frente. También vi lo que Sonal describió como "hombres santos", dos jóvenes barbados con un pequeño bastón que sacudían frente a cada comercio mientras decían algunas palabras: lo estaban bendiciendo. A cambio de una propina, cómo no.

No faltará quien señale, tal vez con razón, que pienso como occidental y por eso no entiendo que a un mozalbete vestido de blanco hay que besarle los pies como si fuera el mismísimo Krsna, que la demanda de dinero sea tan obvia y que --sospecho-- hasta yo mismo podría disfrazarme de "hombre santo" y viajar por India sacudiendo mi bastón en los comercios. El problema es que estas cosas que no entiendo aquí, tampoco las entiendo en Occidente, donde pasa ahora y ha sucedido siempre.

¿O no se lleva a la gente a honrar a seres humanos con tantos vicios y virtudes como cualquiera? ¿O no se hace de la religión un negocio mal disimulado? ¿O no abundan los charlatanes que aprovechan la desesperación de las personas para sacarles el dinero?

Por si fuera poco, en Trimbak había otra banda de sinvergüenzas: los monos de la montaña. En África me tocó ver micos ladrones, pero los de Trimbak son los más atrevidos y descarados. Uno de ellos se le plantó enfrente a Sonal, se le acercó poco a poco y casi se le sube para tratar de arrancarle la bolsa. Verdá de dio.

Por la noche, las chicas y su mamá, Suhasini, me llevaron de parranda. Me lo habían prometido el viernes: "Esta noche vamos a salir", dijo Sonal. Y yo me alegré: "Brasiiiil, la la la la", bailaba por el jardín que ha levantado mi amiga. Llegó de visita Shikrant Sohoni, un ingeniero civil retirado que comparte con Sonal la afición por las plantas. Tuvimos una larga y bonita conversación sobre la India moderna. Se fue a las nueve y yo dije "¡Eh, eh, eh, eh! Ahora sí nos vamos de reven, Brasiiiiil". Nueve y media, y nada. "Sonal, ¿a qué hora nos vamos?" "What? No, ya es muy tarde. Mañana salimos". ¿Qué qué qué? ¿Pues a qué hora cierran los antros?

Llegó el sábado, fuimos a Trimbak, regresamos a casa y al atardecer las muchachas se pusieron muy guapas con unos bonitos vestidos punjabis. Y yo no me la acababa: "¡Eh, eh, eh, eh! Ahora sí nos vamos de reven, Brasiiiiil". Entonces salió la mami, también muy engalanada, con un sari súper bonito.

A las siete y media nos sentamos en un restaurant. Diez minutos después nos habían servido nuestros thalis: unos platos metálicos extendidos, sobre los que se colocan siete cuenquitos también metálicos. En ellos y sobre la superficie de los platos grandes, colocaron diversos preparados, unos dulces, otros amargos, algunos picantes. Más diversas variantes de lo que en México se conoce como tortilla: chapatis, rotis, naan y bakri. Unos de trigo, otros de maíz y los demás de granos cuyo nombre sólo conocen en hindi.

Mis anfitrionas, que durante esos cuatro días me mimaron y apapacharon, se divirtieron un rato enseñándome a comer con las manos, a mezclar la comida y a usar las tortillas. Fue muy agradable. Y a las nueve estábamos en casa. Bye bye Brasil.

Esta mañana, a la mami casi se le salen las lágrimas cuando me iba. Las chicas me llevaron hasta la estación y se aseguraron de que me subiera al tren y carro correctos (no fuera a ser que me quedara). Nunca me había despedido de una india, así que traté de ser muy respetuoso y a Bini apenas le di la mano. Pero a Sonal no le van esas ceremonias, me dio un tirón, me abrazó y me dio un buen beso en la mejilla.

Y aquí voy, en un vagón de segunda clase, mirando a estas simpáticas señoras conversar encantadas. Camino a Goa, ahora sí. Pero con escala de 11 horas en Mumbai, la ciudad del caos. So ist das leben.


DÍA 173. PALOLEM, GOA, INDIA: GOAXACA



Esto podría ser una playa del Pacífico mexicano. Zipolite o Mazunte. Sólo que con indios (de los de aquí). Y un montón de centros de ayurveda, masajes y espiritualidades de pago propias del país. Llevo una semana en Palolem, una media luna de dos kilómetros de arena bonita, rocas en los extremos, restaurantes con cabañas y cabañas con restaurantes.

Goa es un estado que fue devuelto a la India apenas en 1961, tras 451 años de dominio portugués. Esto hace que sus pueblos (además de Palolem) te recuerden rincones de América Latina: las casas de porches amplios con patios, las iglesias católicas, todo en un ambiente tropical en donde sólo falta la Sonora Santanera.

Creo que debería haber venido aquí más avanzada mi visita a India, como un retiro para escapar de tantas emociones fuertes, pero la única forma de hacer que Goa encaje en mi plan de viaje es ahora, al principio. Sería buen sitio para escribir, pero aunque los primeros días estuve solo, pronto encontré un bonito grupo de amigos, y recientemente me integraron en otro.

En mi área de cabañas, como en la mayoría, es imposible trabajar cuando se pone el sol porque la iluminación artificial es muy pobre. Una noche me lancé a recorrer la playa en busca de un sitio con mejores condiciones y llegué a Big Fish La Raja Little Village: tienen lámparas colgando justo sobre varias mesas, que alumbran bien lo que está debajo pero mantienen una atmósfera suave en general; hay un espacio con colchonetas, cojines y mesas bajas en el piso, para el chill out, leer o conocer otros viajeros; la música es muy buena (¡cómo no!, me dejan poner lo mío); y el servicio lo proporcionan Bimesh, Hari y otros chicos nepalíes que son de lo más simpático.

Ahí conocí a Trace, una kiwi (o sea, de N. Zelanda), René y Manuela (bautizada Manu Chao por los nepalíes, que inventaron y promocionaron un coctel con ese nombre en su honor), unos ossies (de la antigua Alemania del Este --viene de ost, este, en alemán; suena parecido pero no es lo mismo que aussies, australianos). Son muy agradables y nos llevamos muy bien, así que cada noche nos vemos. Mañana me mudo a ese lugar.

Después conocí a Luca, un italiano sensacional que habla muy buen castellano porque ha vivido en España y además tuvo una novia argentina por tres años (¡mirá vos!, te gusta el dulce de leche, boludo). Todavía no supera el asunto, pero en cualquier momento irá a México y le he hablado de nuestra centenaria hospitalidad... chicas, se abre la subasta, ¿quién oferta?

Además, este segundo grupo está formado por unos españoles de los que destaca Miguel, un valenciano bárbaramente energético e infructuosamente coqueto, Alberto y otros dos, más cuatro muchachas israelíes encabezadas por súper-Daphna, una mujer grande grande con una actitud muy positiva de tú pásatelo bien que las penas se van cantando.

Ásí es que, bueno, pues mis soledades, como ha sido norma en este viaje, se quedan para otro momento. Por lo pronto, no es pa'levantar envidias, pero uno está pa'las olas, los amigos, las canciones (me ha dado por irme a cantar a la playa) y las chelitas... ah, y pa'trabajar (se me olvidaba).


DÍA 180. MADGAON (MARGAO), GOA, INDIA: UN SENDERO DE BURRADAS



Se acabaron mis días de playa goaxaqueña. Voy en bus de regreso al caos --Mumbai-- a recoger a Melanie. Se trata de una de mis amigas kenyanas que siempre se mostró súper atenta conmigo, me paseó y ayudó cuando lo necesité e incluso, la vez de la loca que me mandaba con mi coqueto traserín blanco "de regreso a Europa", intervino justo a tiempo para salvarme.

Cuando estaba por marcharme de África, se enteró de que llegaba a Mumbai y como quiere impulsar un negocio de venta de ropa y artículos indios y le da mucho miedo venir sola (es la primera vez), me pidió que le hiciera el favor (¡de acompañarla!). Me da gusto echarle la mano y además me sirve para salir de Goa --sino, pospondría una y otra vez la partida hasta acabar convertido en el sadhu (viejo santón hindú) de la playa.

Disfruté mucho la estancia, pero tuve dos bajas. La primera fueron mis lentes, unos muy bonitos que cuidaba mucho porque fueron regalo de una exnovia muy querida. Los perdí ayudando a los pescadores: una noche que no podía dormir y me salí a cantar a la playa, vi que una barca había tendido una enorme red en el mar y los chicos del lugar tiraban de ambos extremos desde tierra firme: en cada lado, amarran tres palos horizontales en cada uno de los cuales donde se colocan dos personas. Les faltaba alguien y me pidieron ayuda. En el ajetreo se me cayeron los lentes y cuando pude ir a buscarlos, nada.

Lo otro fue mi cámara de fotos. Palolem es una de las playas relativamente tranquilas de Goa, al sur. El norte del estado está más desarrollado, tiene más urbanización, restaurantes y vida nocturna (además de ser una Meca de las drogas sintéticas --aunque parece que los famosos raves de Goa ya están prohibidos). Como a Trace le va la marcha, se fue para allá (Anjuna) y la extrañamos. Nos pusimos de acuerdo para encontrarla en Baga.

Ahí decidimos ir a conocer su hotel. Manu y René tomaron un taxi mientras que Trace me invitó a manejar su scooter. Se le ocurrió que tomáramos un atajo en el que nos perdimos. Eso fue lo de menos: por dos veces me salí del caminito, incluida una en el que el sendero avanzaba por un terraplén a metro y medio de altura y nosotros caímos sobre la maleza. Los tres campesinos que corrieron de inmediato a ayudarnos a sacar la moto y yo no podíamos levantarla hasta que llegó una chica india, bonita y flaquita, y de un tirón la puso donde queríamos. ¡Ups, gracias!

Trace se rio mucho de mí, me quitó el volante, y empezamos a volar por los campos de Goa: ¡Qué bárbara! ¡Esa mujer sí que quiere echarle un reto a la vida (y eso que es sólo una scooter)! Yo me abracé fuerte a ella, y a callar, puesto que mi autoridad moral estaba muy disminuida... hasta que llegamos, por fin, a su hotel, Trace quiso acomodar la máquina, golpeó otra que estaba estacionada y cayó sobre mi pierna. La kiwi se puso nerviosa y aceleró, pero estábamos atrapados. "¡Quita la moto!", decía, "¡Sí, pero deja de darle gas, apaga el motor!", trataba de hacerla entender con el muslo atrapado por el manubrio.

Al final examinamos muertos de la risa el montón de raspones de las piernas (ella es muy blanca y de inmediato se le asomaron los moretones; a mí me tardaron en salir), y sí, ja ja, jeje, esteeee... ¿Y mi cámara? Trace, no está mi cámara. La traía en un estuche colgando del cinturón. Sin duda se cayó en uno de los trancazos.

Esto ya es un desastre, porque en España me robaron la PDA, en Swazilandia olvidé la toalla, en Nairobi regalé el celular (el día en que me marchaba, una querida amiga perdió el suyo, no tenía plata y estaba a mitad de un trabajo para el que le urgía un móvil, de manera que se lo di porque pensé que en India sería fácil y barato conseguir uno de segunda mano), en Nasik dejé otra toalla, después mis lentes y la cámara (mi amiga Sonal dice que voy dejando pistas para que me sigan). Y ustedes podrán imaginar que no es posible viajar por India sin cámara... ni lentes. En fin, ¡a tirar el dinero! ¡Sí, como me sobra tanto! Por lo pronto, me olvido del celular, y a apretarse el cinturón con los gastos. Pa'que se me quite lo bruto (hubiera dicho mi abuelo).

DIA 187. ULTIMA HORA: TERRORISMO EN DELHI



Es 30 de octubre y estoy en Mumbai (Bombay). Los indios tienen casi tantos canales de noticias como dioses. Todos transmiten lo mismo: la conmoción ante los bárbaros ataques terroristas en Delhi. La fecha (29 de octubre) no es casual: escogieron el diwali (festival de las luces), que es como el periodo de navidad en los países cristianos. Justo tres días antes del día culminante, cuando la gente se atiborra en los mercados (que por lo común suelen estar atiborrados) para comprar regalos. Y ahí mismo, donde todos están pensando en la gente que quieren y buscando el mejor presente, los asesinos hicieron estallar sus cargas.

La multitud de canales compitió para transmitir las imágenes antes que la competencia, cientos de millones de espectadores por todo el país esperaban ansiosos por saber qué pasó. Imagino a los camarógrafos grabando la muerte, espeluznados y sin pausa, bajo la presión de los motociclistas que tienen que arrebatarles las cintas para volar hasta la redacción, donde reciben los casetes para transmitir los videos sin revision previa, no hay tiempo para prudencia y ediciones. Y así lo vimos todos en India: los brillantes colores de los saris que estaban a la venta, las sedas de las camisas y los plásticos de los juguetes infantiles, esparcidos sobre los muros y los restos de motocicletas y tenderetes, dándole un impertinente toque festivo a los charcos de sangre, a los fragmentos de seres humanos, a los muñones carbonizados y las manos sucias desprendidas que los policías levantaban sin demasiado cuidado, sin preocuparse por buscar las otras partes del cuerpo de alguien que poco antes estaba vivo, sonriente e inadvertido del peligro, alguien que tiene personas que lo aman y que nunca podrán tener complete a su ser querido, ni siquiera el cadáver.

Pobre India. Tengo poco en Mumbai y en la ciudad se desplomó un edificio, al sur hay inundaciones y un descarrilamiento con más de 100 muertes, al norte un terremoto terrible, el más grave en la región, y una serie de atentados terroristas. Pero si la naturaleza es dura, como lo demostró el tsunami, esta última imbecilidad fue cometida por hombres contra hombres.

Y se trata nada menos que de gente que dice luchar por Cachemira. Están ocupados matando gente en pleno diwali cuando su pueblo, ese pueblo por el que dicen preocuparse, está muriendo de frío tras la destrucción que causó el terremoto. Cachemira es una region del norte, famosa por sus elegantes telas de casimir (en inglés, Cachemira y casimir se dicen Kashmir), que se disputan India, Pakistán e incluso China, después de la desastrosa partición del imperio colonial inglés, en 1948. Desde entonces, los dos primeros países se han enfrentado en tres guerras y se han armado hasta los dientes con bombas nucleares. Así que a los tsunamis, los monsones (ciclones), los terremotos, el hambre y la miseria, debemos sumar los odios religiosos. Viva la religión!

Matar en nombre de dios. Alguien por ahí no ha dicho que dios es amor, que dios es justicia? Pero alguien les dijo a estos tipos que su dios valía más que los de los otros y que quería sangre, la de quien fuera. Hasta el momento en que escribo, han contado 65 personas inocentes que murieron sin saber por qué.

Hay quienes creen que ciertas causas justifican los ataques indiscriminados contra civiles. Pavadas. Ni la liberación de Palestina, ni la seguridad de Israel, ni las sagradas montañas de Cachemira, ni la yihad contra Estados Unidos, ni la expulsión del ocupante en Irak, ni la tumba de la virgen. Que las armas se enfrenten con las armas, la palabra es el instrumento privilegiado y poderoso de los civiles. El instrumento de la mente y del corazón.

Qué sentido tienen estas muertes? Qué demonios les hace pensar a estos miserables que en sus pequeñas mentes se puede decidir sobre la vida de otra persona? Qué consuelo moral pueden tener los perpetradores? Si existe algo después de la muerte, y si por ahí hay un infierno o destino parecido, que Satán les guarde la mesa número uno a los malditos, ésa en la que hay que subir a la pista a protagonizar el espectáculo más emocionante. Y que los invite a diario.

A los que han muerto entre todas estas tragedias, que Brahmán o Alá o Jehová o la Madre Naturaleza, aquello en lo que creían y que vale tanto como lo que creen los demás, tenga a bien acogerlos en un nirvana maravilloso donde puedan descansar e imaginar cómo ayudarnos a nosotros, los que seguimos abajo navegando entre desastres. Paz, hermanos.

PD: No he podido contestar los mails de las últimas horas, pero aprovecho para avisar que estoy bien. El tren es un medio de transporte indispensable y dos de las bombas estallaron en la zona que concentra más mochileros en Delhi, pero entre mil cien millones de personas que hay por aquí, la probabilidad estadística de que se descarrile mi tren o me toque el bombazo es minima. Me preocupo más por la manera de conducir, nunca he visto una locura vial como ésta.


DÍA 187. ISLA DE MADH, MUMBAI (BOMBAY), INDIA: LOS NIÑOS DEL CURRY



La visita relámpago de Melanie a India tuvo un clímax inesperado en una playa horrible. La diversión corrió a cargo de unos niños simpatiquísimos, además de un breve acercamiento productivo-antropolológico.

Empezó mal, no obstante. Primero, me porté mal con un taxista sin querer. Mumbai me pone de muy, pero muy mal humor: el caos, el tráfico, el incesante hostigamiento de la gente que te quiere sacar plata. El chofer que me llevó al aeropuerto fue muy simpático hasta que me quiso cobrar 300 rupias. Harto de timadores, me indigné y le ofrecí 200, lo tomas o lo dejas. Le dije que me acompañara al mostrador de taxis prepagados y que le daría lo que indica su lista, pero por alguna causa no quiso ir y se conformó con lo que le daba. Después comprobé que él tenía razón. Recordé la mirada de desconcierto e impotencia que tenía al ver mi enojo. Al regresar a Colaba, donde estaba mi hotelucho, lo quise hallar, pero sus compañeros desconfiaron del turista que lo buscaba porque quería darle dinero, ¿de cuándo a acá? Así que no pude reparar el error.

Eso fue lo de menos. Esperé durante horas a mi amiga kenyana. Imposible obtener información de Emirates, la aerolínea de los jeques petroleros que es jefa en esta región del mundo. Perdí su número de celular de Nairobi, en Colaba vi que no tenía e mails suyos --como para decir que no venía--, me indigné y dije: al diablo, me voy ahora mismo para Pune. Luego me entró la preocupación: ¿y si tuvo un problema? Ya había revisado en las noticias que no se hubiera caído ningún avión, pero... ¿qué tal que está detenida en migración india? ¿Y si se enfermó? ¿No la habrá secuestrado un emir polígamo para encerrarla en su harem? Pensé que me convertiría en un ser vil si me iba a Pune sin saber de ella, que desaparecería del mundo y yo, qué bien, disfrutando Pune.

Me mudé al hotel que habíamos convenido, único punto de contacto. Ahí conocí a Maya, una chica de Vancouver a la que le platiqué mis angustias y que me convenció de salir a pasear para relajarme, lo que agradecí. Por la noche, por fin, mail de Melanie: la burra dejó su pasaporte al hacer escala en Dubai (Emiratos Árabes Unidos). Llegó a Mumbai, la gente de migración llamó a Dubai, los de Emiratos tenían el documento y lo enviarían en el siguiente vuelo, pero los indios tan amables no quisieron dejarla esperar y la enviaron de vuelta a Dubai, tras comunicarle sus sospechas de que no era kenyana, sino una nigeriana con intenciones de inmigrar ilegalmente. El chiste le costó 400 dólares de un vuelo redondo Mumbai-Dubai-Mumbai. Y una intoxicación por la comida del avión, que fue resuelta por la clínica para pasajeros, gratuita, súpermoderna y ¡atendida por médicas! --pocas mujeres pueden trabajar allá-- del aeropuerto árabe.

Por fin llegó, casi 24 horas después (venía por cinco días y perdió uno), fuimos a hacer sus compras, los mercados estaban mucho menos concurridos que lo esperado a causa del miedo al terrorismo (la ciudad está en alerta roja porque los servicios de inteligencia habían advertido de posibles atentados aquí, antes de los de Delhi) y sorpresivamente Melanie se convirtió en una beneficiaria indirecta de los bombazos: buenas rebajas con poco regateo, no hay ventas.

Después se le ocurrió ir a Goa. ¿Con tres días que te quedan? No, m'ija, son 14 horas de tren y yo no voy a gastar en avión. Alguien le dijo de un lugar muy cercano, con playa y vida nocturna, la isla de Madh, al que llegamos después de tres terribles horas en taxi a través del tráfico de Mumbai.

Si es isla, ni nos dimos cuenta porque ya la pegaron al continente. Si hay restaurantes y bares, jamás los vimos. La playa, un espanto de basura y contaminación ("Y al ponerme el bañador, me pregunto: ¿cuándo podré ir a Bombay?" Insisto, ¿qué les habrán contado a los de Mecano?). Pero resultó ser una zona de elaboración de curry y pudimos ver el proceso: cuelgan los pescaditos a secar al sol, los extienden sobre un enorme plástico para que se deshagan, no hay medidas de higiene y las mujeres, que trabajan con sus saris de colores brillantes, caminan sobre ellos con y sin sandalias, los cuelan y obtienen un polvo grueso que después nos comeremos en los restaurantes.

Conocí a un chiquitín muy simpático que se me acercó. No hablábamos el mismo idioma, pero estuvimos jugando un rato. Caminaba con él cuando encontramos a tres chamacos que escarbaban en la arena. Pregunté qué hacían. Como si le hablara el dentista, uno de ellos salió corriendo. Los otros lo siguieron por reflejo. Mi amiguito se burló con ganas. Yo acompañé sus risas hasta que regresaron y nos convertimos en un grupo muy cotorro. Les fascinaba ver sus fotos en la pantalla de la cámara (tenía el monopolio de su atención, pero llegó Melanie con su handycam a mostrarles videítos de ellos mismos; adiós celebridad).

Fue triste regresar al hotel. El guardia de la puerta que da a la playa la cerró: nosotros quedamos del lado de los jardines y la alberca; ellos del otro, con el olor a pescado, la basura, sus sonrisotas y su diversión. Nos tocó el lado malo.


DÍA 189. PUNE, MAHARASHTRA, INDIA: ELEFANTES BANQUETEROS



No dudo que Pune me hubiera parecido caótica si éste hubiese sido mi punto de llegada a India. Al venir de Mumbai, no obstante, me parece mucho más ordenada y vivible, incluso resulta un descanso que agradezco. A pesar de que mi primera impresión de la ciudad, al acercarme a una avenida y voltear a los lados para cruzar, fue la de un elefante que transitaba como cualquier otro vehículo pesado: las motos, los autorickshaws y los coches lo rebasaban por la izquierda, por la derecha, casi pasaban como ratones por entre sus patas. Y la segunda fue cuando casi fui arrollado por una manada de búfalos en pleno centro de esta ciudad de 4 millones de habitantes (como Guadalajara, Jal., Caracas o Madrid).

La verdad es que sentí calos fríos con el elefante. El conductor lo hizo acercarse a mí, minúsculo e indefenso a mitad de la calle, y el animal inmenso me tocó con la trompa para curiosear. Yo se la acaricié también antes de correr a protegerme detrás de unos coches. Mi abuelo decía que los citadinos que andaban con sombrero y botas eran charros banqueteros. Supongo que este paquidermo es algo similar, pero no sé qué tan bien se ajuste a las reglas de urbanidad. No vaya a ser...

Estoy más a gusto aquí. Encontré un hotelucho agradable donde tengo una habitación independiente con luz de sol, jardín y mesa, buena para ponerme a escribir. Lo más importante, entré en contacto con la dulce Jaai (se pronuncia Dsaí, es una amiga de Sonal), y con su marido, Amit. Fuimos a visitar el Museo del rajá Elkar (que expone su colección privada de arte indio --15 rupias la entrada para los locales, ¡250 para los extranjeros!) (a poca distancia del museo, hay una explanada donde los marajás hacían cumplir las sentencias de muerte: en lugar de guillotina, la pata del elefante; buena idea lo de alejarme del que vi en la calle, ¡qué tal que heredó el gustito de sus antepasados!) y a comer a casa de su concuña, Mukta, una mujer muy inteligente y guapa que dirige un centro de desintoxicación para adictos que me invitó a visitar.

Jaai y Amit viven en Mumbai pero están aquí para visitar a la familia del esposo. Se conocieron a través de Anil Awachat, un famoso escritor marathi al que Jaai buscó para convertirse en su discípula informal/hija de cariño, y que es padre de Mukta. Sonal me habló de él y de su trabajo, y mañana estoy invitado a visitarlo a las 8am.


DÍA 190. 2 DE NOVIEMBRE DE 2005. PUNE, MAHARASHTRA, INDIA: EL MAESTRO, LA POBREZA Y LAS FLORES



Anil Awachat es como un santo laico. Y multitareas: además de ser médico y periodista, pinta, toca flauta clásica india, hace origami e impulsa causas sociales. Es como te imaginas a un gurú: voz pausada, barba blanca y trato paternal. Lo conocí en su casa en una mañana de diwali --fiestas indias en las que se visita a parientes y amigos-- y durante las dos horas que permanecí ahí no dejaron de llegar personas a saludarlo, principalmente mujeres que lo tratan como a un abuelo. Jaai estaba ahí, en la condición de hija preferida que se ganó hace años, cuando llegó a estudiar a Pune y se las arregló para conocer al famoso escritor marathi Anil Awachat, el santo socialista.

Anil tiene 21 libros publicados en el idioma de Maharashtra, pero sólo dos traducidos al inglés. Me dedicó el último, "People!". Apareció en su lengua original en 1980, pero las duras situaciones que describe persisten. Tal es la vigencia del texto que la edición inglesa acaba de aparecer.

He leído la mitad, apenas, y es estremecedor. El hombre ha trabajado muchos años en zonas deprimidas y reporteó a la gente que vive en los niveles más bajos de la sociedad de Pune, los coolies (cargadores) y los inmigrantes que vienen del campo expulsados por la sequía: llegar a la ciudad, padecer todo tipo de vejaciones, comer porquerías indescriptibles, vivir debajo de un plástico, soportar condiciones de trabajo terribles...

Es muy difícil y tal vez injusto tratar de establecer distintos niveles de miseria extrema. Lo que he descrito en el párrafo anterior no nos resulta extraño a los latinoamericanos, no pocos pensarán que descubro en India lo que es cotidiano en nuestros países. Pero sólo he tratado de resumir en pocas palabras lo que es una descripción muy bien hecha, extensa y terrible de situaciones que parecen mucho peores que las que tenemos allá. No lo digo como profesional de clase media que sólo se ha topado con los dramas de los semáforos, sino como alguien que ha reporteado áreas de pobreza en México.

En India, la miseria impresiona por su masividad y por el grado de alienación en el que viven las personas. No hace falta buscarla, sale al paso, es algo imposible de evitar. Sólo al llegar a Mumbai, a las cinco de la mañana, y recorrer en taxi, primero, y en autobús, después, largas avenidas en las que cientos de miles de personas se despertaban para iniciar sus tareas íntimas, pude constatar que esto va más allá de todo lo que yo conocía.

Son kilómetros de casuchas miserables. La gente que ha conseguido láminas y cartón es privilegiada entre los miserables, y respetada como tal. Dos bambúes, dos cordones y un techo de bolsas de plástico ya hacen la residencia de una familia. Y éstos a su vez tienen un estatus superior al de los que duermen tirados en la calle, a veces en la acera, otras en donde rueda el tráfico, con o sin una manta agujereada debajo: padre, madre, abuela e hijos a la intemperie. Masivamente: los hay por doquier, montones de montones.

Alienados. Desprovistos de todo, también del sentido de la intimidad. Se bañan en público, sólo con un calzón los hombres, las mujeres con los saris. Cocinan en público, lavan los trastos y la ropa con agua de alcantarilla en público y sin jabón, y aunque no lo he visto, doy por hecho que hacen el amor igual, en las noches de calle a las que nunca llega el silencio porque siempre hay gente caminando, mientras los niños duermen, todo muy rápido, de lado y sin hacer ruido.

Tal vez lo más chocante es que orinan y defecan en público. Lo segundo lo hacen por la mañana. El autobús que me llevaba a Nasik circulaba por una carretera muy importante, de varios carriles: enormes filas de personas estaban en las márgenes excretando. En el estilo de la región: se acuclillan recargando el peso sobre los talones, con las rodillas muy separadas. Y lo hacían de frente a los vehículos en tránsito: el que por morbo, incredulidad o distracción miraba hacia ellos, se llevaba la imagen completa de las partes íntimas en acción.

Miles son los marginados que vi, pero en India son cientos de millones.

¿Cómo puede un ser humano llegar a eso? La pregunta está mal planteada porque venimos de eso, los cuartos de baño, los retretes donde uno se sienta y lee, la porcelana, el papel sanitario, los espejos, los desodorantes, los perfumes y la revista Selecciones llegaron mucho después.

Food for thought, cosas para meditar, dicen los ingleses. Una realidad muy complicada que se antoja lejana cuando uno está sentado en plática con Anil, este hombre tranquilo que vive con su madre (su mujer falleció recientemente) en un departamento modesto y acogedor, a pesar de que él recorre esas rutas terribles de gente alienada.

Y se antoja más lejana cuando se sienten las suaves maneras de muchas personas de aquí, refinadas y dulces, que hacen cuidadosos dibujos con polvos de colores frente a las puertas de las casas para celebrar el diwali. Al marcharme de casa del escritor, Jaai me quiso acompañar hasta el autorickshaw, el mototaxi de tres ruedas. Es una chica de lo más encantadora y transparente. En el camino, se agachó a cortar dos florecitas blancas, muy frescas y aromáticas. Con una bella sonrisa, me las obsequió. Sentí que la ternura me subía por las manos, los brazos, el cuello y la nuca.

No puedo evitar ser torpe aquí, los códigos de relación entre hombres y mujeres me resultan difíciles de entender. Pero quería corresponder de alguna forma, hacerle saber lo lindo que fue para mí su gesto, y antes de subir al rickshaw le di un beso en la mejilla para despedirme. Error. Yo sabía que no era buena idea. Se desconcertó mucho.

El día se me presentaba activo y no sabía qué hacer con las dos florecitas delicadas que tenía en las manos. No las quería dañar, mucho menos tirar al piso. Pasamos por un parque y le pedí al conductor que se detuviera. Me acerqué a un arbusto con flores similares. Acomodé las mías entre varias hojas, hasta conseguir que parecieran intocadas, para que la gente pudiera verlas, pensar que son bonitas, y que tal vez otra chica dulce las recogiera para entregárselas a un buen amigo.


LA ETAPA DEL SUBCONTINENTE INDIO ESTA DIVIDIDA EN CUATRO PARTES.
VISITALAS A TRAVES DE ESTOS ATAJOS:

INDIA DE MUMBAI A PUNE
INDIA DE PUNE A SUNAULI (aparece en febrero de 2006)
NEPAL (aparece en febrero de 2006)
INDIA DE DELHI A BANGALORE (aparece en marzo de 2006)



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22nd January 2006

y después???
ME LO IMAGINO, DE SEGUIR EL RECORRIDO TAN INTERESANTE QUE ESTÁS LLEVANDO A CABO, TERMINARÁS EN CABO CAÑABERAL UNA VEZ CUBIERTA TU RUTA EN LA TIERRA Y TOMARÁS EL PRIMER VEHÍCULO INTER-GALÁCTICO, ,porque al paso que vaz, pues esta tierra te aburrirá un día. Pero antes, recuerda que aún hay rincones hermosos, exóticos y enigmáticos que hay que re-descubrir en tu México querido. Gracias por permitirnos viajar contigo Un abrazo y solo cuidate mucho EL JAIME (Desde lo que están dejando los méndigos empresarios del ex-paraiso de Cancún)
22nd January 2006

de otro nómada más local...
Si tuviese tiempo para leerte con asiduidad... el caso es cuando saco 5 minutos gozo con tus textos, fotos, chistes y descripciones. Viajo contigo. También me he movido recientemente: Ecuador, Colombia y mucha mucha Europa. Sigo disfrutando con lo que hago, intentanto todo lo posible por parar la hecatombe alimentaria. Ya sabes, los locos ecologistas... y muchos de tus mensaje me confirman que debemos seguir trabajando por la justicia, tío!! Abrazos fuertes desde un Madrid lluvioso. Juanfe
22nd January 2006

Mucho mejor
Es mucho mejor leer aquí porque hay mas fotos.
23rd January 2006

Saludos
Mi hermano, viajo contigo gracias por compartir tu viaje e "indpendientemente de la enorme repugnancia que me causa tu rostro¡¡" te mando un abrazo y un beso
23rd January 2006

a tu salud!!!
Maese: Ulises y yo no dejamos de brindar a tu salud cada vez que se nos atraviesa el pomo... lo cual ocurre muy seguido. Gracias por dejarnos viajar contigo en este blog. Un fuerte abrazo.
27th February 2006

que pedo
Gracias la banda por estos andares compartidos tuyos. Que pedo porque no escribes como estas cuenta lo sucio.
13th June 2006

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Yo tambien he estado en India, y fue un choque de culturas, entre ella y la mia, me chocó bastante, especialmente la comida picante y además porque no encontraba un inodoro! He vuelto a revivir el viaje que tuve hace unos meses, gracias y sigue escrbiendo y viajando de esa forma increible. Salu2
7th August 2008

gracias con permiso
gracias por compartir tu viaje, y te pido permiso para ponerte add en mi blog.
11th August 2008

Sugerencias / tips...
Mi estimado T. Grecko . caminante incansable , te mando esta lineas para preguntarte , por tu paradero actual , saludandote con la misma efusividad con la que te conoci.. tengo la oportunidad de estar en la India ( o no se si desgracia ).. pero debemos de reconocer que somos diferentes culturas con un sinnumero de similitudes tambien... Un abrazo..
27th September 2008

Hola Luz y Gerardo
Muchas gracias por sus comentarios. Y gracias por la idea del vínculo, Luz. Si quieres, pásate por mi página web, www.temoris.org y por mi blog, temorisblog.wordpress.com. Gerardo, me dejas un comentario en el blog también? Qué andas haciendo allá en India? En dónde estás? Yo estoy ahora en México, aunque salgo mucho y estoy medio inestable. Pero todo bien. Van a salir libros sobre estos viajes. Lo anunciaré en el blog. Que se la pasen muy bien!
24th October 2009

Nice write up !
29th April 2011

gracias por compartir esta experiencia en India. de leer tus articulos me ha ayudado mucho, es una mina de cconocimientos sobre el pais. muy util tu trabajo. muchas gracias

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