7 DE JULIO DE 2003 Después de tres años en Madrid, no me deja de hacer gracia cuando algunos españoles que han venido a vivir aquí desde otras provincias se quejan de la magnitud de la ciudad, del tráfico, la gente, la extensión... No entienden cómo es que para los llegados del DF Madrid se nos antoja pequeña, agradablemente abarcable, cómoda por la eficiencia de su transporte público y la cercanía de los lugares a los que hay que ir por ocio, estudio o trabajo. Una amiga decía de Madrid que era su “pueblito”. Entre las capitales de las grandes naciones europeas, Madrid me parece más tranquila, desde Lisboa hasta Berlín, pasando por París y Roma. La excepción es Viena: vaya paradoja la de los austriacos, que por mil años ostentaron en los Habsburgo la pretendida
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