Agua, tiempo, caos y pueblos. Caos. Y pueblos (cerca, lejos y más lejos).


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July 7th 2003
Published: July 7th 2003
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7 DE JULIO DE 2003



Después de tres años en Madrid, no me deja de hacer gracia cuando algunos españoles que han venido a vivir aquí desde otras provincias se quejan de la magnitud de la ciudad, del tráfico, la gente, la extensión... No entienden cómo es que para los llegados del DF Madrid se nos antoja pequeña, agradablemente abarcable, cómoda por la eficiencia de su transporte público y la cercanía de los lugares a los que hay que ir por ocio, estudio o trabajo. Una amiga decía de Madrid que era su “pueblito”.

Entre las capitales de las grandes naciones europeas, Madrid me parece más tranquila, desde Lisboa hasta Berlín, pasando por París y Roma. La excepción es Viena: vaya paradoja la de los austriacos, que por mil años ostentaron en los Habsburgo la pretendida herencia del Imperio Romano, y que todavía hasta hace un siglo disputaban el control del heartland europeo; hoy, su ciudad capital se hace más y más provinciana, perdido además el papel de encuentro entre los bloques capitalista y socialista que tuvo durante la guerra fría, así como el rol de trampolín del asalto empresarial a los países del Este, ya que éstos se integran en la Unión Europea. Y su gente se siente, en realidad, más tranquila con esto que con las viejas glorias idas: ya dicen que Viena (un millón 800 mil habitantes) tiene demasiado tráfico y contaminación (¡¡¡), se “llena” de extranjeros y lo mejor es irse a vivir a los aburridos pueblitos que abundan en sus verdes campos de bosquecillos reforestados y lagos apaciguados.

En Buenos Aires o Palermo creí atisbar cierta anarquía en la forma de manejar que quise comparar con la de la Ciudad de México. Nada más regresar a ella comprendí que era producto de mi propia ansiedad: conducimos como enfermos. Y una vez asimilado este hecho, quedé preparado para considerar que lo peor que podía ocurrir en cualquier lugar del mundo sería, cuando mucho, equivalente a lo cotidiano en el DF.

¡Error! Chilangos, yo os digo que habéis sido superados, aventajados, apachurrados, barridos en la disputa por el primer lugar del caos en el mundo. Pero hechos polvo. Es increíble que pueda haber algo así, pero hay que ir a El Cairo para verlo: no sé cómo pueden seguir vivos los de ahí.

El avión en el que veníamos desde Luxor tuvo que dar un par de vueltas antes de aterrizar: así pudimos ver la ciudad en toda su extensión, inmensa, inabarcable hasta las lejanías más lejanas. Tiene 16 millones de habitantes más otros dos millones durante el día. Y alberga a los conductores más imprudentes y los peatones más temerarios que puede haber.

Los semáforos están de adorno, al igual que las líneas que separan los carriles. La técnica para el que camina es cruzar sin mirar, porque si el que viene en coche se da cuenta de que lo viste, se te avienta sin piedad. Lo mismo entre ellos, entre un vehículo y otro. No sé cuántas veces el taxista que nos conducía estuvo a punto de chocar, pero a un milímetro, o de atropellar a alguien que, pese a la cercanía de la rotura de una pierna (cuando menos), no se inmuta y sigue su paso: es lo normal. Las avenidas de alta velocidad son estrechas y serpenteantes, y después de una curva es común encontrarse una carreta tirada por un burro en uno de los dos únicos carriles, o un señor empujando un carrito de helados (muy folclórico el carrito, eso sí), a lo que sigue un seco
Huellas del terremoto de 1992Huellas del terremoto de 1992Huellas del terremoto de 1992

La ciudad fue afectada por un terremoto en 1992. No ha sido limpiada y desde los minaretes de las mezquitas de la ciudad vieja se pueden ver que casi todos los pequeños edificios han perdido su último piso, cuyos escombros todavía siguen ahí, adornando las azoteas entre otras basuras acumuladas.
frenazo y la búsqueda de una alternativa sin que el que está fuera de lugar se dé por enterado. Tampoco es raro encontrarte de pronto un coche en sentido contrario.

Hay avenidas en las que el propio Temoriçâo, mozo bien curtido después de haber cruzado imprudentemente los puntos más temibles del DeFectuoso, se sintió “atemorizado” (propiamente) y dudó por minutos mientras los egipcios pasaban desendafadamente sin mirar coches ni camiones.

No existe la gasolina sin plomo ni la verificación de emisiones de gases, la mayoría de los coches son viejos, hay grandes industrias, el servicio de limpia es nulo -por lo que la basura se acumula en todos lados- y como complemento, de vez en cuando llegan tormentas de arena. Bajo 40 grados de temperatura, a las pocas horas de estar en la calle ya sientes en la piel y el cabello el rasposo efecto del polvo pegado con grasa.

El transporte público es también peor: son pequeños microbuses o combis sin cartel indicador, sólo un chico va gritando el destino, y los rellenan hasta el tope: varias veces vi gente sentada en las ventanas con las nalgas fuera del vehículo.

En las zonas medievales de
CamellitoCamellitoCamellito

El destino de los camellos es acabar en un puesto callejero.
la ciudad, las calles son estrechas y enredadas. Como en el famoso mercado de Jan el Jalili, que cuando baja el sol se llena de gente, y por el mismo estrechísimo sitio caminan unos en un sentido y otro, circulan coches y carretas, y todos se aprietan para lograr pasar. Abundan también las motonetas que corren zigzagueando entre la multitud y los puestos ambulantes.

La ciudad fue afectada por un terremoto en 1992. No ha sido limpiada y desde los minaretes de las mezquitas de la ciudad vieja se pueden ver que casi todos los pequeños edificios han perdido su último piso, cuyos escombros todavía siguen ahí, adornando las azoteas entre otras basuras acumuladas. A esto, se suma que una normativa permite que los edificios que no han sido terminados no paguen impuestos. Esto se traduce en que hay grandes barrios, muchos, con montones de edificios de cinco o seis pisos que terminan en varillas, no tienen ningún acabado y están semihabitados por personas que han puesto algunas ventanas y puertas, y transitan cotidianamente por las calles terregosas.

Al oriente de la ciudad hay un área inmensa de cementerios que datan de hace cientos de años. Como buenos
El Nilo en El CairoEl Nilo en El CairoEl Nilo en El Cairo

Entre toda esta locura, sorprende que en su paso por El Cairo el Nilo siga siendo muy hermoso, y que incluso, al ver la ciudad desde esa perspectiva, parezca verde, bella y moderna. Maravillas del agua.
herederos de los antiguos, los egipcios han construido para sus muertos mausoleos en los que las familias pueden quedarse a pasar la noche cuando van de visita. Los marginados los ocuparon, y actualmente la “Ciudad de los Muertos” tiene más de un millón y medio de habitantes. Las pirámides de Giza, aunque uno se las imagine perdidas en el desierto a muchos kilómetros de cualquier cosa, en realidad están en las orillas de la ciudad, ya hubieran sido devoradas de no ser porque hay una delimitación que las protege... más o menos, ya que incluso dentro de esa área existe una escuela y campo de futbol, y los propietarios de camellos están coludidos con la policía para meter clientes en horas en que la zona está oficialmente cerrada.


Fuera de Heliópolis, que es la zona de la burguesía, la parte de El Cairo más bonita es el Barrio Islámico. En realidad, el nombre es incorrecto, porque todo Egipto es islámico, pero se refiere a que es la parte construida por los invasores árabes desde fines del primer milenio. Es, entonces, el barrio medieval que, a diferencia de los que hay en las ciudades europeas, no está reconstruido y permanece tal como era hace siglos. En la mitad norte está el mercado de Jan el Jalili, al que hay que ir para reconocer que en realidad no había razón para ir ahí. Pero al sur está el mercado egipcio, entre bellas mezquitas, puertas de la antigua muralla y viejos portales. Menos acostumbrados a los turistas, la gente ahí es mucho menos atosigante y las cosas se ven más naturales. El caos ahí tiene buen sabor y resulta muy interesante. Tanto que por tres días seguidos nos las arreglamos para ir allí.

Entre toda esta locura, sorprende que en su paso por El Cairo el Nilo siga siendo muy hermoso, y que incluso, al ver la ciudad desde esa perspectiva, parezca verde, bella y moderna. Maravillas del agua.

PUEBLOS (CERCA)

Si algo que pudiéramos llamar “latinoamericanidad” dependiera de la cercanía de un pueblo a un hipotético equilibrio perfecto entre sus herencias europea e indígena, el argentino -y con él, el uruguayo- sería el menos latinoamericano de entre nosotros. No sé cuál de los demás podría arrogarse el título de “más” o “plenamente” latinoamericano (aunque el pensador francés Guy Sorman dice que México es el país más mestizo
¿Qué clase de mujeres están debajo de esos vestidos? ¿Qué clase de mujeres están debajo de esos vestidos? ¿Qué clase de mujeres están debajo de esos vestidos?

En El Cairo vi adolescentes muertas de la risa, jugando, enseñando sus tenis de superplataforma rosa chillante y sus jeans, debajo de las mantas negras. Las vi portando anteojos oscuros de marcas finas, modelos muy de moda, o grabando sus vacaciones con videocámaras, o mirando por telescopio desde la torre más alta.
del mundo), pero a quien haya tenido pocas experiencias en Europa antes de visitar Buenos Aires -con sus aspiraciones parisinas y gustos italianos- le parecerá más bien europea.

Mi experiencia fue la contraria, llegué de Europa y descubrí, con enorme agrado, la cantidad y profundidad de puntos en común que a los mexicanos nos hacen estar más cerca de los argentinos que de cualquier pueblo europeo, empezando por el español. Lenguaraces y nocharniegos, amables e imprudentes, pícaros y pillos, muy latinos, te hacen sentir en casa y como complemento disfrutar de las cosas buenas que sus abuelos importaron de Europa, la música, la literatura, el teatro, la calle Corrientes...

Siguen siendo diferentes, claro está, como lo son chilenos de peruanos y yucatecos de sinaloenses. Y es, además, un pueblo en el que el tema de la identidad sí que está en cuestión.

Hay un chiste por ahí que dice que mientras los mexicanos descienden de los mayas (mejor que de los aztecas) y los peruanos de los incas, los argentinos descienden... de los barcos. En su territorio no hubo grandes culturas precolombinas, sólo nómadas contra los cuales se construyó el país: las guerras contra el indio. Los
Arabic showArabic showArabic show

El televisor de la habitación del hotel de El Cairo recibía por cable varios canales europeos y árabes. Cuando vi el de Dubai (uno de los petroleros Emiratos Árabes Unidos), tenía un programa de concursos repleto de publicidad occidental y presentado por una chava idéntica a Thalía en el peinado y el estilo. El público, que aplaudía y coreaba, estaba integrado por hombres con túnicas blanquísimas y por mujeres completamente cubiertas de negro.
nacionalistas argentinos no soñaron con una raza de bronce que creciera en esa tierra, sino con un Estados Unidos del sur lleno de colonos europeos en busca de riquezas.

Existe una Argentina que resulta poco agradable a los ojos de los demás latinos: la pretenciosa, la que nunca se sintió americana, la que quería tener un pie en cada lado del océano: uno donde estaba su corazón y otro donde estaban los campos y las minas que explotaban. ¿Acaso es por eso que los políticos argentinos han saqueado sin contemplación alguna? No sé cuántos argentinos andan por ahí diciendo que su país es una mierda, que no los merece, que por eso se van. ¿Pensaron alguna vez que eran ellos quienes tenían que merecer un país tan enormemente rico y generoso? Hay argentinos que le tienen muy poco, poquitito si alguno, amor a su patria. Pienso que ellos nunca descendieron de los barcos, nunca se encariñaron con una tierra a la que sólo veían como objeto de saqueo, no como hogar, y que se sienten traicionados al descubrir que otros fueron más listos que ellos y se llevaron la plata primero.

Ciertos argentinos no se van, pero tampoco
Chicas comunes  y corrientesChicas comunes  y corrientesChicas comunes y corrientes

La Thalía árabe invitó a una de ellas a pasar. Le preguntaba cosas, tal vez nombres de canciones. La emoción de la chica se le delataba en los ojos (lo único visible de su cuerpo), en la voz y en los brinquitos que daba. Respondía entusiasmada. Y me quedó claro que debajo de esas telas no había una enferma de la adoración de Alá, sino una muchacha tan sensible o tan boba como las típicas televidentes alemanas y mexicanas... Pero encerrada.
se quedan. Para ejemplo, una conversación que me tocó presenciar un día. Eran dos mujeres muy bien vestidas. Una de ellas, digamos Marie, acompañada por su novio, pongámosle Ricardo. El le presumió a la otra, llamésmole Anne, que Marie era “muy europea”. Marie rió, como quitándole importancia al comentario, y dijo: “Ah, sí, es que fui educada por las monjas azules francesas”. Anne intervino: “Bueno, mi educación también fue muy europea, yo...” Ricardo interrumpió: “Es que Marie es muy, pero muy europea, bailaba con el grupo de danza escocesa”. Anne empezó a decir: “Desde pequeña me enseñaron a leer en su idioma a todos los autores alemanes”. Nadie la oyó, Marie ya había empezado a relatar la enorme decepción que habían sufrido las monjas y sus compañeras del grupo escocés cuando ella, oh traición, escogió convertirse a la religión anglicana. “Lloraron mucho”.

Bueno, bueno, la conversación siguió en ese tono.

Pero hay todavía otros argentinos, que no son pocos, diría que un enorme montón. Y, como buenos ciudadanos de un país con problemas de identidad, también son pecualiares. En Buenos Aires se discute mucho sobre América Latina, sus problemas, su futuro, las tareas por realizar. En los periódicos, en los cafés, naturalmente en la Universidad, es un tema vivo, de debate permanente. Me pareció que se aborda más que en México. Son esos argentinos que están plenamente comprometidos con su país y el continente. No por nada Argentina ha producido tal cantidad de luchadores sociales y autores geniales que enriquecen al conjunto de nuestros países.

¿Es posible que la intensidad de este debate se deba a la profunda crisis que atraviesan -que, por cierto, económicamente es más grave que la de México 95? ¿O tendrá que ver con el conflicto de identidad, con la preocupación por impedir que Argentina se hunda como una Atlántida aislada en medio del océano y por afianzarla al conjunto cultural del que debe formar parte? Pueden ser ambas cosas. Pero esta última pregunta también puede echar luz sobre una contradicción interna que se da en todos nuestros países, pero que nunca queda más clara que cuando aflora en los argentinos. En México ocurre cuando nosotros, hijos de indios y españoles, pegamos gritos echándoles en cara a éstos últimos el haber llegado a conquistar América. Si somos los mismos, somos los descendientes de los conquistadores, y si algún mestizo piensa que los españoles de hoy son culpables de lo que hicieron los de ayer, pues entonces nosotros lo somos con más ganas.

Lo que sí nos resulta muy raro a los que venimos de países mestizos, es cuando un argentino todo güero (rubio), de abuelos alemanes e ingleses, habla de la conquista como si sus antepasados directos fueran los indios victimados por esos "gallegos pelotudos" que vinieron a echarlos de sus tierras.

En verdad que a nuestros ojos resulta sorprendente este fenómeno de apropiación de hechos que se pensaría que les son ajenos. No obstante, para ellos no es tan obvio, claro. Y en todo caso no debe pasar de ser una broma: América Latina se ha construido así, con inmigrantes que hacen suyas la cultura, la tradición y la historia, y con ellas los agravios reales o supuestos. Los lectores añejos del Serviçâo se acordarán de un amigo que tuve en Alemania, nacido en Alemania e hijo de alemanes, pero que había pasado toda su infancia y adolescencia en México y se sentía más mexicano que el chile. Y yo lo veía güerito y todo, pero lo sentía muy mexicano y no se me hubiera ocurrido verlo como alemán.

PUEBLOS (LEJOS)

La fortuna de haber llegado a Argentina desde Europa evidencia por otro lado el infortunio de haber llegado a España casi directo desde México, con una breve experiencia en Alemania desvanecida por el tiempo. Me brincan mucho más las diferencias -y con ellas algunas incomodidades- que las similitudes entre españoles y latinos. Es algo que he tratado de combatir con mediano éxito. Y viene al caso por el tema del difícil trato entre pueblos diferentes. Si vivir entre españoles nos cuesta a los que compartimos su lengua y cultura, así como a muchos de ellos recibirnos aquí, ¿cómo manejar este mundo en el que los pueblos, para bien o para mal, van a tener que estar más juntos y en muchos casos mezclarse? ¿Con sus conflictos y odios, la sociedad de guetos que se ha implantado en Estados Unidos es la alternativa? Los italianos me caen muy bien, pero nunca he vivido ahí. Tengo amigos que están ahí ahora y varios se quejan del racismo. Con los pueblos anglos y germanos, me queda claro que me resultaría muy difícil convivir. ¡Y seguimos teniendo fuertes vínculos con todos ellos! Estructuras morales y religiosas, nexos lingüísticos, principios políticos y muchas aspiraciones comunes. Si, a pesar de ello, persiste la sensación de diferencia, ¿cómo podemos resolver el problema enorme que nos enfrenta al mundo árabe-musulmán?

Turquía es un país que está convencido de ser europeo y es candidato sin fecha a entrar en la Unión Europea. El Cairo es la ciudad más importante del ámbito islámico y la segunda más occidentalizada, después de Estambul. Si en Turquía me parecieron tan grandes los puntos de conflicto cultural con lo cristiano, en Egipto hubo un salto enorme. ¡Y todavía no he estado en Abu Dabi, ni en Somalia!


El martes 15 de julio salieron los cruceros desde Luxor hacia Asuán, en el Alto Egipto, entrando en la vieja Nubia. En el camino hicimos alto en Edfu y en Kom Ombo, que es una ciudad pequeña que tiene pocos embarcaderos. Los barcos tienen que acomodarse de costado y hacer filas para que los pasajeros puedan descender. Hasta seis naves en fila. Esa tarde conté, sólo ahí, 20 barcos anclados y dos más llegando. Todos cruceros llenos de turistas.

Al llegar, las chicas que nadaban en la piscina de la cubierta superior se recargaron en los barandales para ver el pueblo. En la orilla, había hombres en galabiyya (una túnica larga, sin adornos y de colores opacos que es la prenda tradicional masculina) y muy pocas mujeres, ocultas detrás de esos largos trajes negros que sólo dejan ver los ojos (y algunas llevaban un ligero velo sobre ellos). Las turistas reían desde el barco. Los hombres las miraban en bikini. En sus ojos había una combinación de morbo y desprecio. A veces también de indignación.

No hay nada más pesado que regatear con un egipcio. Caminas saliendo de un templo y te atacan como horda. Te avientan prendas al hombro antes de darte el precio de algo que no quieres. Te ponen objetos en las manos. Te arrastran a jalones (literalmente) para meterte en sus tiendas. Si preguntas el precio de algo que sabes que vale 20 libras, ellos te piden, sin rubor alguno, 450. Te toca entonces reír y ofrecer 5. Con suerte, te lo dejarán en 30 después de media hora. Es un asedio constante que no se puede describir: hay que vivirlo. Y hay infinidad de timos: estaba pagando a uno con un billete de cinco libras y en mis ojos se transformó en uno de 50 piastras. Entonces caí, pero no lo permití más las siguientes dos veces que lo quisieron hacer. También supe del que compró valiosos perfumes y después descubrió que le habían empacado algodón.

En todo este caos, los egipcios de cualquier edad, desde 10 hasta 70, consiguen la oportunidad de acercarse a las mujeres occidentales. ¿Cuántas historias corren sobre ellas? Mientras a mi medio me obligaban a comprarles una camiseta, a Romina la estaban medio forzando a llevarse un pantalón. “Te queda muy bien”, decía el muchacho, “mira, desabróchate lo que traes puesto para probártelo”. Romina lo rechazó, pero un tanto insegura porque temía ofenderlo. Al platicarlo, observamos que era al revés: ¿se atrevería ese chico a pedirle algo parecido a una musulmana de velo? Pero ellos tienen un concepto peculiar de las occidentales y muchos tratan de tocarlas, les preguntan cosas personales y algunos de plano proponen matrimonio.

Leí que un psicólogo estaba tratando a dos jóvenes, un egipcio y una occidental, por separado. Ella aseguraba que ya le había dicho de todas las formas posibles al chico que no quería nada con él, pero sólo lograba animar su insistencia. El dijo que la muchacha no le interesaba mucho, pero que ella le daba entrada constantemente y él respondía. El psicólogo resolvió que ambos decían la verdad, el problema estaba en las diferencias culturales. Una mujer musulmana ortodoxa no habla jamás con un hombre que no sea su pariente o su esposo. No lo mira a los ojos, mucho menos sonríe. Hacer otra cosa es una manera de “darle entrada”. Para el egipcio, así son las cosas y es lo más natural, si la chica lo rechazaba amablemente, o de manera seria pero no iracunda, es que en realidad sí quería (bueno, conozco bastantes mexicanitos que piensan igual). Todo lo demás, todo lo que hacen las mujeres occidentales, reír abiertamente, jugar con el cabello, abrazar a un amigo, mostrar los hombros y las piernas (¡horror! ¡el bikini!), es lisa y llanamente putería. ¿Nos puede parecer horrible e incomprensible? Muchos estamos convencidos de que tenemos la razón, hay que ser liberales y la democracia es la mejor forma de gobierno conocida. Pero hay otros que están convencidos de que Alá nos ha marcado el camino correcto y que lo demás es condenarnos. Y unos más cambian el nombre de Alá por el de otro dios, y los obispos piden no votar por partidos que acepten la homosexualidad y el condón, y todo lo demás.

¿Qué clase de mujeres están debajo de esos vestidos? En El Cairo vi adolescentes muertas de la risa, jugando, enseñando sus tenis de superplataforma rosa chillante y sus jeans, debajo de las mantas negras. Las vi portando anteojos oscuros de marcas finas, modelos muy de moda, o grabando sus vacaciones con videocámaras, o mirando por telescopio desde la torre más alta.

El televisor de la habitación del hotel de El Cairo recibía por cable varios canales europeos y árabes. Cuando vi el de Dubai (uno de los petroleros Emiratos Árabes Unidos), tenía un programa de concursos repleto de publicidad occidental y presentado por una chava idéntica a Thalía en el peinado y el estilo. El público, que aplaudía y coreaba, estaba integrado por hombres con túnicas blanquísimas y por mujeres completamente cubiertas de negro.

La Thalía árabe invitó a una de ellas a pasar. Le preguntaba cosas, tal vez nombres de canciones. La emoción de la chica se le delataba en los ojos (lo único visible de su cuerpo), en la voz y en los brinquitos que daba. Respondía entusiasmada. Y me quedó claro que debajo de esas telas no había una enferma de la adoración de Alá, sino una muchacha tan sensible o tan boba como las típicas televidentes alemanas y mexicanas...

Pero encerrada.

MAS LEJOS...

Más lejos está el terror. En México no se sabe de eso, se ve por tele. Aunque en España ya se siente más cerquita, como recordarán quienes leyeron aquel comuniçâo que envié sobre ETA, siempre te consuela saber que no eres tú el objetivo directo, si te toca, es por mala suerte. Pero esta vez estuvimos en el templo de la reina Hatshepsut, cerca de Luxor, una enorme construcción de tres plantas tallada en la roca de la árida montaña, precedida por una gran explanada que nos pareció temible porque no ofrece refugio alguno para esconderse del sol. Recorrerla fue sudar 10 litros. El 17 de noviembre de 1997, un grupo de quince terroristas islámicos con metralletas irrumpió en el área y capturó a turistas suizos, británicos y japoneses. Los obligaron a ponerse de rodillas antes de asesinarlos a tiros. Algunos, que sobrevivieron untándose la sangre de otros y haciéndose los muertos, cuentan que los sentían ir y venir gritando “¡Alá, Alá!”. Estuvieron así más de una hora y media antes de que la policía pudiera vencerlos. Mataron 58 turistas y cuatro guías egipcios. Era parte de una campaña contra el turismo lanzada por terroristas islámicos para desestabilizar al gobierno y que en total asesinó a 94 extranjeros, que se suman a los 2,500 egipcios (incluyendo el presidente Sadat en 1981) muertos en el conflicto. Es raro, porque a pesar del caos y la persecución de los vendedores y timadores, en Egipto tienes una extraña sensación de seguridad que te permite entrar tranquilo a sitios que en México evitarías. El nivel de criminalidad es muy bajo, excepto por el terrorismo.

La represión brutal lanzada por el presidente actual, Hosni Mubarak, que es muy dadivoso en sentencias de muerte, ha encarcelado a entre 15 y 30 mil supuestos activistas, entre ellos algunos defensores de derechos humanos, y prohibe la participación de partidos islámicos en las elecciones (en las que, por cierto, el único candidato es siempre él) ha puesto las cosas bajo control. Aparente.

AL ANDALOUS

Fuimos a Granada a ver La Alhambra, el conjunto de palacios y fortalezas caracterizado por hermosas fuentes y jardines que dan testimonio del refinamiento de la cultura árabe de aquellos días, cuando Andalucía se llamaba al Andalous y brillaba con enorme esplendor. Cuando aplicamos el término "medieval" al mundo áabe cometemos un error, porque la Edad Media es una categoría propia para la Europa Cristiana, para el largo período en que estuvo sumida en el oscurantismo, mientras que entre los árabes había luz de ciencias, artes y una extraña cosa llamada tolerancia religiosa. ¡Qué terrible la toma de Granada! Imagino los lamentos de los sabios y los poetas, aterrados ante el fin inminente de su civilización a manos de católicos salvajes e incultos, que se apoderaron de La Alhambra y desde ahí dirigieron la extirpación de los avances árabes, incluyendo la expulsión de los judíos y la cristianización o muerte para los musulmanes.

A nosotros nos parece historia antigua. Pero para el mundo islámico es una herida presente. Por Granada circulan decenas de turistas con los cabellos ocultos por pañuelos, que vienen de lejanos países buscando parte de su propia historia. Hay otras formas de reivindicarla, bastante más horrorosas. Después de los atentados del 11-S, Bin Laden hizo un recuento de agravios y habló del reino de al Andalous, destruido por los cristianos.

Muchos sabios musulmanes descalifican la visión fundamentalista y violenta que defienden Bin Laden y sus secuaces. Su interpretación de El Corán se opone al extremismo y favorece el entendimiento entre culturas, acaso como lo había en al Andalous. ¿Cómo hemos llegado a estas inercias que nos acercan cada vez más a un punto de no retorno? ¿Cómo ha retrocedido tanto el islam, hasta el momento en que en buena parte del mundo adopta las formas de oscurantismo medieval de las que hace siglos había logrado escapar?

Sin duda la ventaja tecnológica y militar de occidente, y su afán de dominio, han contribuido a eso. Pero tampoco pueden limitarse a culpar a otros, ese oscurantismo ha llegado a sus raíces y sin duda tiene fuentes internas.

En Egipto como en el resto del mundo islámico, hay un resurgimiento religioso: las mezquitas se llenan y dos de cada tres universitarias han vuelto a portar el velo. Existe un sentimiento general de que los ricos de occidente quieren aplastar a los árabes y que lo de Palestina e Irak no es más que un ejemplo. Aunque el gobierno de Mubarak es oficialmente laico, en los hechos tienen que aceptar muchas imposiciones de los imames, que por ejemplo han logrado impedir que se prohiba la práctica de la ablación del clítoris (castración femenina) de las bebés en los hospitales públicos y con frecuencia lanzan condenas contra los intelectuales laicos (el Nobel de Literatura Naguib Mahfuz no puede escribir más: quedó inutilizado de su brazo derecho cuando un fanático lo apuñaló en el café al que solía ir -ya no va- en El Cairo).

Después de la muerte de Nasser, el gran líder que conquistó la independencia de Gran Bretaña y nacionalizó el canal de Suez, sus herederos, Sadat y Mubarak, se dedicaron a desmantelar por las malas la izquierda nasserista y todas las alternativas laicas. Hoy, sólo los imames se presentan como opción frente a la dictadura de Mubarak.

Mientras la represión y la situación internacional siguen empujando a la gente hacia las formas más retrógradas de la religión, profesora de lietratura de la Universidad de El Cairo, Amina Rashid, expresa así su pesimismo: “No hay una sociedad laica que se oponga al oscurantismo. Los islamistas están más cerca de la gente que nosotros, los laicos”.

Este blog es parte de la serie “Agua, tiempo, caos y pueblos”, publicada originalmente en el Serviçâo do Informaçâo do um tal Temoriçâo.
Vínculos a las demás partes de la serie
Agua, parte I
Agua, parte II
Tiempo
Caos. Y pueblos (cerca, lejos y más lejos)
Pueblos (mucho más cerca)

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