Istories giá tin Ellada kai tin Tourkia. Historias de Grecia y Turquía. Parte 2: Grecia

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26 DE AGOSTO DE 2002

El viaje inició y terminó en Atenas. Decepcionaré, pero no hay mucho que contar: el Partenón, sobre todo, y los numerosos monumentos de la antigüedad son bellísimos (ya todos lo saben), pero la ciudad en general es muy fea. No rivaliza, ni de lejos, con Madrid y Lisboa, capitales de países que, como Grecia, fueron considerados el sur subdesarrollado de la Unión Europea, a la que ingresaron casi simultáneamente. También estuvimos en la segunda ciudad en importancia, Tessaloniki, capital de la Μακεδονια (Macedonia) griega (hay otra Macedonia, antes parte de Yugoslavia), con todavía menos atractivos. Uno piensa que los griegos de estas urbes se han sentado en la fama de los antiguos y que en los últimos 2000 años no han hecho nada interesante. Pero son de lo más nacionalista del mundo y más de uno pediría mi sangre por escribir esto.

En el mapa se aprecia Atenas, con una estrellita roja, y casi en línea recta hacia el norte, Thessaloniki.

Las islas griegas, por contraste, son muy interesantes. Hay cientos y se las agrupa por regiones. Hasta el sur está Κριτι (Kriti, Creta), y un poco al norte de ésta se encuentra el grupo de las Κυκλαδεσ (Cícladas), sede de primitivas culturas.

Nuestro recorrido por ellas se puede dividir en tres aspectos: naturaleza, cultura y reven. Los últimos serán los primeros, así que empezamos por el reven:

Se dio en dos islas, Μυκονοσ (Míconos) e Ιοσ (se pronuncia íos). En Mykonos agarramos la colita del verano, el último fin de semana, y conocimos gente buena onda que ya se estaba marchando.

A Ios ya llegamos en fin de temporada y sólo quedaban anglosajones e israelíes. Ahí conocimos a una pareja de regios que estaba trabajando ahí (en el bar de la foto) y un mexicano muy chido, Héctor (el de camisa negra), con quien compartimos muchas cosas, entre ellas algún atentado contra intereses yanquis, ahora que está de moda. Las dos islas tienen pueblos muy bonitos, blancos y de callejones enredados.

En Ios nos quedamos en un minibungalow en la parte más alta de un camping. Dormíamos con la puerta abierta y al despertar, sólo teníamos que levantar la cabeza para tener la vista de la foto del sol poniéndose.

En términos de belleza natural, la más impresionante es Σαντορινι (Santorini). En la antigüedad era famosa por su forma redonda, pero alrededor de 1600 a.C. su volcán, cuyo cráter es la forma oscura que se aprecia en el centro de la foto de abajo, generó la explosión más grande de la historia de la humanidad (según leí), muchas veces mayor a la de Hiroshima, provocando olas de hasta 200 metros de altura que barrieron las costas del Mediterráneo oriental. Los buscadores de la Atlántida creen que aquí pudo haber estado. Como muestra la imagen satelital, otra consecuencia es que Santorini ya no es redonda.

Si observan el detalle de las orillas que dan hacia el lago interior, se darán cuenta de que son muy escarpadas y caen abruptamente por el recorte de la explosión. Los pueblos de la isla están a unos cien metros sobre el mar, excepto el pequeño puerto, como se aprecia en la foto que abre este texto.

La parte cultural es el tercer aspecto y es muy rica (y fui yo quien se dio cuenta). Cerca de la capital de Kriti, Ιρακλιο (Iraklio o Heraclión, la antigua Candia veneciana), está Κνοσσος (Cnossos), que tiene el impresionante registro de ser la primera ciudad europea, sede de la primera civilización europea (la minoica), con el primer drenaje de Europa y la primera carretera. Según la mitología, ahí vivieron el rey Minos, Ícaro, el de las alas derretidas por el sol, y el Minotauro en su laberinto.

Al este se encuentra la ciudad de Ηαγιος Νικολαος (Hagios Nikolaos) y la isla de Εσπιναλονγα (Espinalonga), totalmente ocupada por una fortaleza veneciana que resistió, en el siglo XVII, el asedio de los turcos durante 45 años, después de la caída del resto de la isla. Y en el oeste está Ηανια (Hania, o Chania, o Khania, una ciudad que activó en mi memoria las novelas de Salgari que leí de adolescente (la serie de El Capitán Tormenta y El León de Damasco) con su precioso barrio veneciano y las murallas agujereadas por las balas de cañón turcas. La última foto muestra parte de su puerto.

LA CUESTION JUDIA

Así se llama un libro del viejo Chale Marx. El tema, como todos saben, permanece abierto y durante este viaje nos enfrentamos a él, en su versión israelí, la más grave. Como se ha denunciado, el fundamentalismo proisraelí declara antisemita y hasta nazi a cualquiera que disienta de la línea dura. Encerrarse en el dogma (y justificar con él los actos genocidas -ge-no-ci-das- que cometen su gobierno y sus movimientos terroristas de derecha) no los va a ayudar a conservar las tierras que arrebataron a los árabes (no se olvide condenar también los asesinatos de civiles cometidos por los palestinos, no veo cómo se los puede justificar si no es con otros dogmas).

Nuestro primer e inadvertido acercamiento al problema fue en la isla de Ios. Un mexicano de Monterrey que estaba trabajando ahí nos advirtió que tuviéramos cuidado: “Hay muchos chavos israelíes en los bares. Al principio son simpáticos, pero el alcohol los enloquece y agreden a la gente. Todos tienen tres años de entrenamiento en un ejército de verdad, han estado en combate, sintieron que podían morir y probablemente han matado. No se metan con ellos”.

Ahí no tuvimos problemas. Luis recordó que en esa misma isla, cuatro años atrás, se había ligado una israelí que no podía creer que a él no le importara que fuera judía y que insistía en caminar detrás de él y cargarle la mochila (¿en qué variante religiosa estaría?). Otro amigo argentino nos platicó una experiencia reciente: En Atenas había conocido una israelí y juntos viajaron a una isla. Alquilaron una habitación y la pasaron muy bien. Hasta que un día se pusieron a hablar de sus respectivos pueblos. Al chico, ella le dijo que los argentinos tenían fama de soberbios. El reconoció que sí, que muchos abusaban con eso. “Pero los judíos tienen fama de narigones”, reviró en buena lid. Tragedia: la morra enloqueció. Lo sacó a golpes del cuarto con insultos en hebreo, le gritó en el pasillo del hostal, lo acusó de nazi. Durante dos noches él durmió en un sillón. Estaba fuera todo el día y cuando regresaba, ella le decía cosas en hebreo, indignada. El decidió marcharse a otra isla. Ella no se opuso, pero antes lo acosó de nuevo en hebreo, insultándolo: “Tuve que arrodillarme y pedirle perdón”, nos platicó. Sólo así se calmó. Y le explicó que lo de narigones era parte de la campaña nazi contra los judíos. Ahí se separaron.

En Göreme fuimos al bar “Flinstones” (por lo de las cavernas). Conocimos a algunas personas, entre ellos un argentino israelí y sus compañeros. En algún momento fui al baño y al regresar, en mi asiento estaba uno de ellos platicando con Richard, el australiano. Entre la música, alcancé a escuchar que le decía, en inglés: “Ese es uno de los últimos lugares donde el hombre blanco tiene que seguir luchando con...” No entendí más. Busqué a alguien para contárselo y sacar mi enojo, pero andaban por otro lado. Paré la oreja de nuevo: el israelí le contaba de una operación militar en la que participó en territorio palestino: “Tuve miedo”, le dijo. Richard me miraba con ojos de “ayúdame”. Me acerqué a decirle cualquier cosa. Y con todo tacto, le pedí mi asiento al israelí. “Está loco”, dijo Richard.

En otro bar del mismo pueblo, habíamos conocido a otros dos israelíes (estaba repleto) que hablaban español y siempre fueron simpáticos y buena onda. En algún momento en que el tema, no sé por qué, se iba hacia lo político, ellos mismos prefirieron descartarlo y hablar de amables intrascendencias. Pero en la piel nos quedó la impresión de que el daño que está causando esta guerra es inmensamente profundo: todos los jóvenes israelíes pasan por el ejército, las mujeres un año, los hombres tres. El entrenamiento militar incluye lavado de cerebro, introducción del odio al enemigo y bloqueo de los mecanismos que permiten a una persona preguntarse cosas y cuestionar el dogma oficial. Los obligan a ir a la guerra, no hay nada de que “soy pacifista”. Y muchos de ellos acaban con sangre en las manos, con la experiencia de asesinar a una persona. Su sociedad vive bajo el terror, personas cercanas a ellos han muerto en un bombazo, tal vez sus padres, tal vez sus parejas. Y acaban sintiendo que un palestino o un árabe es mucho menos que un ser humano. Habría que pensar qué es lo que ocurre, por el otro lado, en el espíritu de los jóvenes palestinos. ¿Qué futuro hay en Israel y Palestina?

Esta narración apareció publicada originalmente en el Serviçâo do Informaçâo do um tal Temoriçâo.
Vínculos a las dos partes de Historias de Grecia y Turquía:
Parte 1: Turquía
Parte 2: Grecia


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Photos

Mykonos
Noche de reven con nueve italianos, una austriaca, dos griegas y dos alemanas.

Qué confiancitas
Con las griegas y las alemanas.

Íos
Una pareja de regios que estaba trabajando ahí (en el bar de la foto) y un mexicano muy chido, Héctor (el de camisa negra), con quien compartimos muchas cosas, entre ellas algún atentado contra intereses yanquis. Más Luis y yo.

Atardecer desde la cabaña
En Ios nos quedamos en una cabañitaen la parte más alta de un camping. Dormíamos con la puerta abierta y al despertar, sólo teníamos que levantar la cabeza para tener esta vista

Thira ("la redonda"), hoy Santorini
En la antigüedad era famosa por su forma redonda, pero alrededor de 1600 a.C. su volcán, cuyo cráter es la forma oscura que se aprecia en el centro de la foto, generó la explosión más grande de la historia de la humanidad (según leí), muchas veces mayor a la de Hiroshima, provocando olas de hasta 200 metros de altura que barrieron las costas del Mediterráneo oriental. Los buscadores de la Atlántida creen que aquí pudo haber estado. Como muestra la imagen, otra consecuencia es que Santorini ya no es redonda.

Cnossos, Creta.
El galanazo de la foto posa junto a una de las imágenes más típicas de la cultura minoica.

Hania
Esta ciudad activó en mi memoria las novelas de Salgari que leí de adolescente (la serie de El Capitán Tormenta y El León de Damasco) con su precioso barrio veneciano y las murallas agujereadas por las balas de cañón turcas.