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Published: March 29th 2009
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La ciudad de
Luxor es una de las ciudades con más templos y tumbas del alto Egipto. Lamentablemente iba a ser el destino final de nuestro crucero, aunque todavía nos quedaban muchas cosas por hacer.
La primera visita fue
al Templo de Luxor. Aquí otra vez se encuentran grandes estatuas de
Ramses II y unos pilares enormes. También es muy interesante ver dentro rastros de las diferentes religiones: la del antiguo Egipto, la griega, la romana, pinturas cristianas y hasta una mezquita.
En el
templo de Karnak también se pueden ver los famosos obeliscos de Luxor (uno de ellos fue donado a Francia e instalado en la Plaza de la Concordia). En este templo se encuentra uno de los símbolos de la suerte para los Egipcios: el escarabajo. Incluso hay una estatua en la cual uno debe dar 7 vueltas para que le traiga buena suerte. Yo di 3490 vueltas pidiendo que Lanús salga campeón de la copa Libertadores o que el tercer hijo sea varón… las 2 cosas son iguales de importantes. Mariela dio solo 7 vueltas… (No alcanza para contrarrestar!)
El
templo de Hatshepsut es un templo dedicado a la primera mujer faraón. El nombre de Hatshepsut con el que se la reconoce hoy
en día en principio era un título con el significado de "La primera de las nobles damas", que también se presentaba en su forma completa de Hatshepsut Jenemetamón, esto es, "La primera de las nobles damas, unida a Amón". Este templo, cavado en las rocas de un acantilado, se ve majestuoso.
Sin dudas que el lugar más fascinante de Luxor es
el Valle de los Reyes. Se trata de una necrópolis del antiguo Egipto donde se encuentran las tumbas de la mayoría de faraones del Imperio Nuevo (dinastías XVIII, XIX y XX), así como de varias reinas, príncipes, nobles e incluso de algunos animales. Por la ruta se llega a un edificio construido por el gobierno japonés donde se toma un pequeño tren hasta el valle.
Como los faraones sabían que las pirámides habían sido saqueadas, decidieron construir sus tumbas en la montaña, con la sabia protección de la naturaleza. Todas están construidas sobre las laderas internas del valle.
Varias tumbas del Valle de los Reyes permanecieron abiertas desde la Antigüedad. Éstas serían pasto del vandalismo de los griegos y los romanos, que inscribirían sus nombres (uno de los primeros casos de graffiti de la historia) en algunas tumbas, e incluso
la ira de los cristianos, que atacarían a algunas tumbas o que incluso habitarían en ellas, en el caso de algunos ermitaños. Sería con la conquista de los musulmanes cuando el valle tuviera algo de descanso, pues éstos directamente lo ignoraron, considerándolo algo ajeno e innecesario.
Muy pocos viajeros europeos harían aparición en el Valle hasta la llegada de la expedición francesa de Napoleón, cuyo grupo de historiadores exploraría el lugar e incluso identificaría algunas tumbas que permanecían olvidadas, como la de Amenhotep III.
Poco después llegarían otros como Belzoni, Champollion, Lepsius, Maspero y Carter, entre muchos otros. A largo de todo el siglo XIX y comienzos del XX comenzaban a descubrirse algunas tumbas reales y numerosos pozos funerarios que acrecentaban cada vez más el interés por la necrópolis y por Egipto en general. El hallazgo de tumbas tan bellas como las de Sethy I u Horemheb, de los escondrijos de las momias reales, o de la misteriosa tumba 55 crearon una verdadera fiebre en la que varios arqueólogos y acaudalados coleccionistas competían por el mejor hallazgo.
Sería en 1922 cuando el Valle de los Reyes desvelara su secreto mejor guardado, la celebérrima tumba de Tutankamón, el
rey-niño de la dinastía XVIII. Llena de tesoros jamás soñados, es sin competidor posible, el hallazgo más importante de la arqueología contemporánea universal, y el comienzo de la egiptomanía que aún se siente en la sociedad. Pero no sería el fin del Valle de los Reyes: aunque ya es harto improbable la existencia de una tumba de esas características escondida en el valle (sobre todo porque ya han sido hallados casi todos los faraones), comienza la labor documental. Ya no se excava en busca de tesoros, sino de información.
Con la entrada se pueden visitar hasta 3 tumbas. La tumba más interesante que visitamos fue
la KV34, que era la tumba de Tutmosis III. En ella todavía se pueden ver las pinturas originales tanto en el techo como en las paredes. En el techo se ven las estrellas amarillas sobre el cielo azul, y en las paredes la historia de la noche de la muerte del faraón, como su alma navega al más allá.
La mística y las sensaciones que se sienten en este valle, son comparables con las pirámides.
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