Cabana y Pashash


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South America » Peru » Ancash
March 21st 2015
Published: March 27th 2015
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De Casma una hora al norte está la ciudad de Chimbote, un lugar que desde muchos años tiene, entre viajeros, la mas mala fama imaginable, de insegura, de peligrosa, además de su olor terrible debido a su industria principal, la producción de harina de pescado. Ahora puede ser que esa reputación ya no es válida, tal vez Chimbote ha cambiado, pero como yo soy viajero en estas tierras de viejo dato, prefiero evitar quedarme en el sitio, y por esa razón me levanté temprano en mi hotelito en la Plaza de Armas en Casma y viaje a Chimbote para coger un carro al pueblo de Cabaña, un sitio remoto en la sierra ancashina, a los 3,200 msnm, a unos 4 horas de camino montaña arriba desde Chimbote. Pero en el camino las cosas no siempre salen como uno planea, mas bien se trata de paciencia, y así fue el caso; debido a que se están trabajando en esa ruta, los carros no pueden pasar hasta que se acaben las horas de trabajo, de manera que no pudimos salir a la ruta hasta las 3 p.m. Pase todo el día en Chimbote, esperando, aguantando ese calor de la costa peruana.
Al fin salimos, y que aventura de viaje! Me creía ya curado de sentir miedo en los 'caminos de la muerte' en Suramérica, pero esta ruta me hizo recalibrar esa creencia: fue terrorífica, al menos la ultima parte, en la altura. Primero subimos el Río Santa, un río furioso, de rápidos y piedras, corriendo con una velocidad incontenible, y el agua un color absolutamente negro, como en mi vida no habia visto. Esa parte fue bien, fantástico, una película fuera de serie. Pero arriba, llegamos a la zona de neblina espesa, un gris impenetrable, con abismos profundos al lado, y muchas piedras caídas en la ruta. El chofer, jovencito, con su música a volumen quiebracabeza y entre chorros de lluvia, seguía adelante--¿qué más se pudo hacer?--sin poder ver nada por la neblina; nos tocó vadear 4 o 5 veces quebradas vueltas ríos en la vía; eventualmente, milagrosamente, llegamos al pueblito de Cabana. Me dejó, en la oscuridad con lluvia, en el pequeño Hostal JB, en donde mis anfitriones todos recuerdan con cariño el arqueólogo Terence Grieder, quien excavó las cercanas ruinas de Pashash en los años '80 y cuyos libros me han guiado a este sitio, un importante centro de antiguos monolitos del primer milenio d.c. La mañana sin embargo amaneció medio despejado, y me encontré en un mundo alto-andino fantástico, brillante de verde y rodeado de altas montañas habitadas por gente bastante indígena. ¡Bellísimo! Temprano subí a las ruinas, imponentes edificios de piedra, porque en esta época lo mas probable sería más lluvia por la tarde. Mucha soledad y tranquilidad allá arriba; es otra de las muchas ruinas americanas que, aunque importantes históricamente y muy impresionantes, son poco visitadas. Me sentí siglos en el pasado, en vuelo de cóndor. Por el mediodía baje al pueblo, en donde experimenté la única desilusión del viaje: no se pude ubicar las llaves al pequeño museo en la plaza en donde se encuentran las esculturas del antiguo Pashash, de manera que me toco conformarme con mirarlas a través de las ventanas del museo, sin poder efectivamente fotografiarlas, y son muy bellas e interesantísimas. ¿Cuándo volveré a Cabana para poderlas conocer mejor? En todo caso, fue un paseo memorable. Por la tarde volvI a descender por la misma pista hasta la costa, por las orillas del furioso agua negro del Río Santa, a Chimbote, en donde otro bus me llevó por la panamericana al norte hasta Trujillo. Un taxi me trasladó los 15 minutos al pequeño pueblo de Huanchaco, en la playa al lado del mar, definitivamente un mundo sumamente distante--otra realidad--de las verdes y frías alturas de Cabana y Pashash.


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