Las crónicas de Paco Le Flac

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Imilchil o el nuevo París.

Después de 10 horas encima de una moto, con los pies calados, goteando aceite y con una tortilla bereber en el cuerpo, un pueblo como Imilchil, donde el mercado semanal es la principal atracción te parece París. En el hotel del pueblo conocimos a Salvador, un maño zaragozano que viajaba a aquel lugar dejado de la mano de Dios 3 veces al año. Esa vez había ido a la boda de un amigo... El maño se conocía a todos los niños del pueblo y él sí era un rey mago de verdad, no como nosotros, que lo único que hacíamos era saludar cuando pasábamos por los pueblos mientras los chavales nos pedía bolis. Salvador cargaba el 4x4 de zapatos, ropa y caramelos y durante 4 ó 5 días tenía a todos los niños del pueblo comiendo de la mano.

Foto 1: en el mercado había un dentista. Tenía una bandeja llena de dientes arrancados de raíz, y dos clientes, una escupiendo lo que le había dejado el dentista, y la otra temblando mientras, sorprendentemente, el matasanos preparaba la anestesia, que no era un martillo, sino una jeringuilla... Leo, no comas azúcar en todo el viaje por si acaso...

Foto 2: por la mañana la moto no arrancaba ni con amenazas, así que la empujamos calle arriba, y la soltamos desde allí... yo temí más por los paseantes y las ovejas, pero el piloto consiguió hacerla rugir...

Foto 3: los niños, como en todos los lugares del mundo, incluído Burgos, juegan al triángulo con las canicas... allí pude demostrar cómo el que tuvo retuvo, aunque reconocer que te gane un niño de 7 años es un poco humillante...

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Photos

Leo en Imilchil
Hacía un frío que pelaba