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Published: July 19th 2008
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Por aquí ha llegado el verano y el calor, asi que es hora de vacaciones! Como otra vez tenía que hacer un curso, esta vez el destino fue Holanda y sus alrededores.
Los chicos de a poco se van acostumbrando a los aeropuertos y a los aviones, lo que ayuda mucho a nuestra salud mental. Yo fui a trabajar a la oficina por la mañana y al mediodía me pasaron a buscar Mariela y los chicos y de ahí directo al aeropuerto. Como después de tantos viajes hemos logrado obtener la tarjeta dorada de viajero frecuente de
Sky Team, pudimos esperar el vuelo en la sala VIP. Ahi aprovechamos para almorzar y descansar en los sillones, mientras los chicos jugaban con sus autitos.
El vuelo fue por
KLM. Teníamos 1 asiento en Business Class y los otros 3 en Economy. Mariela se fue en Business y yo me fui para atrás con los chicos. Aprovechando que el avión no iba tan lleno, nos fuimos a la anteúltima fila de asientos, dejando un par de filas libres entre medio, lo que se llama una "Zona de exclusión". Quien se atreviera a penetrar esa "Zona de Seguridad", tendría que hacerse cargo de
las consecuencias. Los 3 asientos nos tocaron juntos, con lo que me senté yo en el medio, Pedro del lado de la ventana y Santino del pasillo.
Pedro, pobrecito, tiene el mal de los Tamola, el cual venimos sufriendo por generaciones: le agarran ganas de hacer lo segundo en los momentos mas inoportunos. Una vez que cierran la puerta, prenden el cartel de abrocharse los cinturones y las azafatas se sientan para despegar, me dice: "papa, tengo ganas de hacer caca". En ese momento miro a la azafata con mi mayor cara de desesperación (mi pantalón clarito está a punto de tener pintitas marrones!) y ella me responde con cara de "jodete, por qué no lo llevaste al baño antes de despegar!". Por suerte, con su mayor esfuerzo se aguantó y cuando apagaron los carteles pudo evacuar.
Venía portándose muy bien hasta que llegó un momento muy crítico del vuelo: la comida. Una bandeja con pollo para cada uno, coca colas para los niños y vino tinto para mi. Empezaron a comer como 2 señoritos educados en la mejor escuela de protocolo de Europa. Tanto que del asombro, yo me olvidé de comer. Cuando en mi cara se
esbozó una sonrisa de oreja a oreja (pensaba que iba a escribir en el blog que había sido un almuerzo sin incidentes), Santino se volcó encima toda la coca y a Pedro un pedazo de pollo con salsa le quedó colgando de su remera. Bue, no fue para tanto, podría haber sido peor.
El resto del vuelo se pasó jugando con los libritos que le regaló la azafata y con unos avioncitos que compramos en el Free Shop, y una nenita que nos rompió bastante la paciencia.
Cuando bajamos del avión sucedió algo que jamás pensé que me iba a pasar en la vida: un pasajero que iba sentado en nuestra misma fila
NOS FELICITÓ POR EL BUEN COMPORTAMIENTO DE LOS CHICOS!!!. A mi se me cayeron unas cuantas lágrimas y lo abracé de la emoción. Casi hasta le doy un piquito. Le pedí por favor que me repita de nuevo lo que me había dicho y si también me lo podía escribir en un papel... pero me parece que le pareció que yo estaba loco y se fue.
El
Amsterdam Schiphol Airport, dirían nuestros amigos españoles, es una aeropuerto cojonudo. Se trata de una terminal enorme que cuenta
con shoppings, un par de hoteles, edificios de oficinas y hasta un puente por encima de la autopista, por el cual pasan los aviones. Después de caminar como 30 minutos, agarramos nuestras maletas y nos fuimos al primer piso a tomar el tren hacia Rotterdam.
Hacia Rotterdam hay trenes cada 45 minutos y es un viaje de menos de 1 hora. Los chicos estaban contentísimos con el viaje en tren y nosotros también disfrutamos mucho del paisaje. Realmente Holanda es una país hermoso.
Desde la
Centraal Station de trenes de Rotterdam, tomamos un taxi y llegamos a nuestro destino cerca de las 9 de la noche, justo para ver la final de la Eurocopa entre España y Alemania. Vimos el partido con los chicos, que se pusieron muy contentos por el campeón, saltaban y gritaban por España.
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