El Ocaso


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Asia » India » Rajasthan
January 31st 2009
Published: February 23rd 2009
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El profundo azul se junta en la lejanía con el extenso desierto de colinas de oro y arbustos espinosos. El paso lento del camello hace ver el horizonte aún más distanciado y la incomodidad de su silla, como taxímetro en Bombay, aumenta su cuenta de cobro sobre nuestros traseros al transcurrir de las horas.

El desierto del Thar, cerca de la frontera con Pakistan, es un caleidoscopio de color y vida. La inmensa planicie está cubierta por una arena suave y un ligero color dorado. Las plantas que logran sobrevivir la aridez del suelo son verdes arbustos, espinosos o florecidos, que parecen haber sido sembrados por la delicada mano de un jardinero japonés. Las hojas verdes oscuras contrastan con la arena dorada. Las flores lilas combinan con el azul degradé del cielo y los ojos miel verdosos de nuestro guía complementan la piel arenisca de los camellos.

La vida brota a pesar de no haber oasis. Venados corren asustados al sentir nuestros pesados pasos, ratones corren a sus cuevas, tímidos zorros nos observan desde la distancia, cucarrones recorren extensas distancias dejando una estela sobre las dunas, águilas majestuosas sobrevuelan nuestras cabezas y pájaros cantores saludan nuestra caravana.

En las largas horas del trayecto, mientras trato de acomodar los pies sobre el cuello del camello para evitar que se hinchen como morcilla, pienso en las largas jornadas que tuvieron que afrontar los antiguos comerciantes y viajeros del pasado. La escasez del agua, alimentos y cualquier tipo de comodidad. El riesgo de ser atacados por bandidos en estas tierras sin control. La falta de compañías femeninas para apaciguar sus necesidades físicas. El calcitrante sol quemando sus rostros y tratando de entrar a sus cabezas a través de sus coloridos turbantes. Los olores corporales mezclados íntimamente con la sudoración de los camellos y la cantidad de arena que por meses se iba acumulando en cada rincón de sus cuerpos como hormigas buscando alimento.

Ni hablar de los ejércitos de Maharajas que en su ansiedad por la batalla no debieron haber percibido la inmensidad del firmamento en la noche, ni la pequeñez de las lagartijas color arena camufladas en las dunas. En sus mentes debió haber sólo pensamientos de guerra y muerte. Rajastán, con una tierra tan árida, ha sido fértil en dinastías de guerreros valientes y sangrientos, a la vez que esplendorosos y derrochadores de su riqueza.

En elefante o camello, estos tenaces guerreros tuvieron que recorrer largas distancias para luchar, conquistar o simplemente intercambiar bienes. En el sur, Udaipur fue fundada por el Maharana (Gran Guerrero) Udai Singh II. La ciudad está protegida naturalmente por montañas y un esplendoroso palacio fue construido. Con el pasar de los Maharanas un lago artificial dio vida al paisaje y dentro de él fueron construidos otros dos palacios para que la familia pudiera cambiar de residencia durante el año y recibir a los ilustres visitantes.

Hoy en día el palacio principal comparte con el turista su arquitectura majestuosa, el lago invita a recorrerlo en una barca de pedal, un palacio del lago es un lujoso hotel al cual sólo pueden acceder los viajeros adinerados por lo cual nos quedamos sin conocerlo y los callejones blancos y angostos de la ciudad, la sonrisa de sus comerciantes y el reflejo del atardecer sobre el lago la convierten en una romántica y tranquila ciudad.

Jhodpur, más hacia el centro de Rajastán, es una caótica ciudad india, de callejones con vacas, motos y rickshaws apresurados, comerciantes indiferentes y ríos de habitantes como abejas en un panal adquiriendo sus bienes necesarios. Las mujeres comprando saris coloridos, joyería en oro, verduras y granos. A los hombres se les encontraba en las calles especializadas en herramientas, talleres, especies, fritangas, zapaterías y todo artículo imaginable.

Todo este oasis vibrante de comercio, personas, animales y polvo es observado por un majestuoso palacio suspendido, como un dios, en lo más alto de la única montaña de arena y piedra de la inmensa planicie. Acá los Maharajas (Grandes Reyes) reinaron y lucharon a los Maharanas de Udaipur y a los Maharajas de Jaipur. El fuerte es una pieza de arte digna de ser habitada por el mismísimo Brahma. Para acceder al fuerte se debe recorrer un serpenteado camino custodiado por altas murallas y bloqueado en diferentes puntos por altas y gruesas puertas, las cuales tienen afiliados chuzos evitando así que los elefantes enemigos tomaran impulso y derribaran las puertas. Cuenta la historia que un Maharajá al volver herido y con la vergüenza del fracaso en sus hombros, su esposa se rehusó a abrirle la pesada puerta, diciéndole con el mensajero que primero era la muerte antes que el deshonor. Afortunadamente para el Maharajá, su madre logró convencer a la mujer histérica y el hombre fue perdonado. Me imagino que por eso es que todos los indios siguen viviendo con sus madrecitas en la casa, para que incidentes como estos no ¨desestabilicen¨ la unión marital.

Al superar las impenetrables puertas del fuerte se vislumbra el esplendoroso labrado de piedra de las ventanas del palacio, el cual permitía ver de adentro hacia fuera pero bloqueaba la vista desde el exterior. Cada ventada tiene una figura geométrica diferente y cientos de ellas rodean los diferentes patios o salones, permitiéndoles a las mujeres mantener la purda, lo cual requería no ser vistas por las personas externas a la familia pero condescendiéndoles ver y oír lo que pasaba en el exterior. Esta práctica surgió a raíz de las incursiones musulmanas en la región y todos los palacios de Rajastán comparten esta característica arquitectónica.

El palacio está dividido en la sección del Maharajá con sus salones para atender asuntos de estado, fiestas, eventos familiares y sus aposentos. Los diferentes espacios están comunicados con estrechos y bajos laberintos que en caso de invasión les permitía escapar y al invasor le exigía bajar la cabeza para entrar, facilitando así cortarles la cabeza al final del pasillo. La sección de las esposas y concubinas estaba aislada de los visitantes, pero las ventanas deban acceso a los sucesos del reino. En una adornada sala con oro y piedras, tras puertas que parecerían conducir a habitaciones, el Maharajá sentaba a sus esposas a escuchar los problemas de gobierno, quizás con la intención de oír sus opiniones luego de una apasionante demostración de habilidades kamasútricas.

En las afueras del palacio unas altas murallas rodean el fuerte, adornadas con cañones de todas las épocas. Abajo, la caótica ciudad de mortales da la impresión de ser un apacible caserío en donde la única característica es el color azul de las paredes de las casas. Lo que antiguamente era el color de las casas de la casta Brahmines (la casta más alta, dedicados a los oficios religiosos), hoy en día se popularizó y dan la sensación de efectivamente estar viendo desde las alturas de los dioses una villa construida en el cielo.

Hacia el occidente, en las puertas del desierto del Thar, una montaña de arena y piedra emerge de la inmensa planicie. En su cumbre, se divisa una meseta con bloques de roca dorados los cuales pareciesen ocultar tesoros milenarios escondidos por bandidos. A medida que nos acercamos a la montaña, las rocas se van convirtiendo en paredes y techos y más cerca aún en las paredes van apareciendo milimétricos tallados y de un momento a otro surge ante nosotros un fuerte amurallado con un gran palacio y una ciudadela color desierto. Sus estrechos callejones forman un laberinto de roca que nos transporta a las mil y una noche y nos hace entender porque en Jaisalmer, como en el desierto, el tiempo está detenido y sólo existe un presente continuo.

¨Friend, Friend¨ exclamó nuestro guía. ¨Acá nos detendremos para dormir, cómo están?¨
Muy bien - respondimos.
Si ustedes están bien, yo estoy doblemente bien!!

Así era Camel boy, un ser lleno de inocencia y ternura cultivada en sus quince años de vida, combinada con una tenacidad y disciplina de trabajo aprendida durante los cinco años de guía en el árido desierto.

Su rutina de trabajo era precisa como un reloj suizo. Se despertaba al despuntar el día y prendía la fogata con la leña que había conseguido la noche anterior entre los arbustos del desierto. Preparaba un azucarado chai que nos llevaba directamente a nuestra “cama” la cual era un par de cobijas extendidas sobre las dunas. El desayuno de frutas y cereal era servido y luego comenzaba a ensillar los tres camellos con todas las provisiones para poder cabalgar o más bien “camelgar” dos horas antes de parar y empezar la misma rutina para el almuerzo y luego para la cena. Al terminar cada comida, lavaba los platos con la arena de las dunas, dejando las bandejas de lata impecablemente brillantes y se ofrecía a cantar un par de canciones.

Desentonado, pero con pasión por la música rajastaní, cantaba canciones de amor y tristezas del desierto. Canciones que narraban la ardua vida del desierto y el sufrimiento provocado por los representantes terrenales de dioses de papel. Dioses que no habitan en nuestro corazón, sino en los recónditos laberintos del ego, el poder y la ambición. Historias que reflejan su sentimiento hacia esta realidad geopolítica que para un habitante del desierto no tiene ninguna explicación.

Un hombre quien no podrá volver a ver a su amada, por causa de una división imaginaria de un desierto en dos países, a través de la voz de Camel boy narra la angustia y soledad que se siente al estar en Pakistán sabiendo que nunca volverá a estar entre los brazos de esa mujer que lo arrulla en las noches y calma sus pensamientos. Su lamento es acompañado por los sonidos de un plato de lata golpeados rítmicamente con una rama seca de un arbusto y en el fondo los perros salvajes en coro aúllan como si quisieran con su llamado consolar a los distanciados amantes.


En la noche, envueltos en una cobija con olor a camello, el universo se abre ante nosotros. La luna esta descansando y la oscuridad es tanta que vemos la luz. La luz de miles de estrellas que muestran el camino a la felicidad, una felicidad que siempre ha estado con nosotros pero ha sido esquiva a nuestros ojos.

Como navegantes españoles, embarcamos en un viaje hacia un nuevo mundo. Durante largos meses enfrentamos situaciones alegres y miedosas, gratificantes y desconcertantes, inolvidables e irrepetibles. Descubrimos culturas incomprensibles y formas de vida inconcebibles, sin embargo en el fondo nos dimos cuenta que a pesar de las apariencias todos somos igual en el interior. Todos estamos buscando el elixir de la felicidad y tenemos una gran confusión de cómo encontrarlo. En general todos pensamos que está en el exterior y luchamos por atafagarnos de lo que pensamos nos hace feliz, todos tenemos algo de fe pero dudamos en los momentos de crisis, todos reaccionamos a los eventos externos y no sabemos por qué, todos tenemos miedo a desaparecernos sabiendo que es lo único cierto, todos estamos ansiosos pero lo ocultamos, todos sabemos que la vida es como un tobogán que cae a una gran piscina pero tratamos de agarrarnos de los bordes para no seguir cayendo y en general a todos se nos olvida mirar adentro porque no sabemos a donde mirar.

Este fue un viaje al interior, un viaje que nos mostró que a pesar de que nuestro entorno esté lleno de flores y oro nuestro interior puede estar insatisfecho e intranquilo. Un viaje que nos enseño que la felicidad sólo está adentro, que no hay que viajar lejos para encontrarla. La felicidad eterna solo será adquirida cuando comprendemos en carne propia que todo en la vida es pasajero y que lo único perdurable es la energía interna que nos permite amar. Pero para encontrar esa energía debemos despertar, debemos despertar del ilusorio sueño de creer que la felicidad es el resultado del exterior.

Para nosotros fue inmensamente agradable viajar con todos ustedes. Posiblemente si todos hubiéramos arrendado un bus y hubiéramos convivido 6 meses el cuento sería otro, pero afortunadamente nos pudieron acompañar desde la comodidad de sus hogares en esta inolvidable odisea. Deseándoles paz interior y mucho amor.

María Andrea y Mateo.
31/01/09




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24th February 2009

hermoso epilogo
La frase de epitafio"Un viaje que nos enseño que la felicidad sólo está adentro, que no hay que viajar lejos para encontrarla. La felicidad eterna solo será adquirida cuando comprendemos en carne propia que todo en la vida es pasajero y que lo único perdurable es la energía interna que nos permite amar. Pero para encontrar esa energía debemos despertar, debemos despertar del ilusorio sueño de creer que la felicidad es el resultado del exterior. El resumen es: " cuando comprendemos en carne propia que todo en la vida es pasajero" Vivi todo el viaje: me diverti, me emocione y sufri los malos pasajes, gracias por compartirlos, seran capitulos que seguro los leeran a los hijos y las fotos los haran recordar como nunca un sueño hecho realidad. "La felicidad esta en la busqueda de esta" un gran abrazo. Oscar y lo mejor de este es "
26th February 2009

El Ocaso
Mateo y MA ANDREA: Me quede corta con las palabras de Admiracion y belleza de tan "magistral y ultima cronica de ese espectacular viaje por el Asia y este por India....Me transporte a las fabulas de "las mil y una noches"Castillos en las cumbres lejanas en un viaje en camello de varios dias.Es tal tu narrativa que creo ver a los Marajhas y sus esposas en sus fiestas.Tu documentacion sobre estos paises es "perfecta e impecable" No dejes de escribir, tienes el talento heredado de tus mayores, Reune tus cronicas y Haz un libro, que podamos volver a leer.Felicitaciones de esta tia que te admira y te quiere mucho...
3rd March 2009

que final mas hermoso y ademas se lo maravilloso que fue esta experiencia, pues los dos llegaron llenos de amor y de una paz interior incalculable. Los quiero mucho a los dos. Si Dios quiere llego el domingo a Bogota, sera mi primera visita..... con el vinito,jaja Nena
2nd June 2009

más vale tarde que nunca
se me había pasado escribirles, pero pues acá estoy. Emocionada por haber leído otra vez el final de este viaje tan increíble. Gracias a ustedes por compartir con nosotros esta aventura. La viví segundo a segundo como si fuera en carne propia, gocé y sufrí con sus aventuras y desventuras... Y fue un placer haber podido ser parte de un pedacito de esta gran aventura. Los quiero!! Namaste!!!

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