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Published: August 10th 2006
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Lo que debía de haber sido una mañana tranquila, tuvo su puntito de aventura. Ya he contado que uno de nosotros no tenía el visado para Mongolia ni las fotos necesarias para hacérselo. Así que le tocó madrugar. Buscar un fotomaton abierto en una de las estaciones cercanas. Hacerse las fotos, acercarse a la Embajada de Mongolia y solictar un visado de urgencia antes de le recogieramos para ir a ver el Kremlin. Teníamos tiempo, o eso creíamos según todas las informaciones previas al viaje, para que se lo hiciera antes de las cuatro de la tarde, hora a la que salía el tren.
¿Por qué los fotomatones no están abiertos 24 horas?
Ha llegado la hora de revelar el secreto. Los fotomatones en Moscú tienen una operariara que te ayuda con todas las opciones que puedes elegir: tipo de papel, tipo de foto, etc. en función de tus necesidades. No, no es lo mismo una foto de carnet que una para el visado o que otra para... Y no se necesita el mismo número de fotos para esto que para aquello. Mi amigo confesó que si no hubiera sido por ella no sabe cuanto tiempo hubiera tardado y
si lo hubiera conseguido. Un alivio. Por cierto, tampoco se explicaba como habían llegado a entenderse. Él no hablaba ruso, y la operaria solo hablaba ruso.
¿Para cuándo dice que lo quiere?
En la embajada había un cartel que indicaba que los visados de urgencia se solicitaban por la mañana y se daban el mismo día después de las cuatro de la tarde. Nuestro tren salía a las cuatro. Así que había que negociar con funcionarios y entendernos entre nuestro limitado inglés y su limitado inglés.
lA lo mejor a las 15:15. ¿Y antes? Quien sabe, respondía la funcionaria señalando el cartel donde ponía que se daban a partir de las 16:00
Nervios.
Visita rápida con guía al Kremlin donde vemos como los turistas extranjeros esperan a la entrada de las iglesias ortodoxas, pero los rusos se cuelan, los funcionarios les dejan colarse. Yo me uno a un grupo de rusos y compruebo lo fácil que es.
Visitando el Kremlin nos encontramos con un guía que conoce a nuestra guía y que nos hace saber que nos ha tocado la más guapa de todas. A pesar de su aspecto ruso, alto, rubio y con ojos azules, habla un perfecto y fluido castellano. La guía nos cuenta que él vivió en Cuba cuando era pequeño porque sus padres fueron desplazados allí y que luego ha pasado un año en Barcelona. Bromeamos con ella sobre si le gusta el chaval o no. Sonrie aunque no parece gustarle la broma. Vamos tan rápidos que casi se nos olvidan los huevos Fabergé.
Después de comernos un preztel en los jardines del Kremlin volvemos a la embajada de Mongolia. Llegamos a las 14:30. La guía nos informa que allí acaban sus servicios y que el conductor será el encargado de llevarnos a la estación. Por cierto, los servicios del conductor están contratados hasta las 15:30. Si no conseguimos el visado antes no nos podrá llevar. Además, está lloviendo y es lunes lo que significa que encontraremos atascos de camino a la estanción. El visado no está, la funcionaria de la embajada está comiendo y tenemos que esperar.
Nervios, que no se acaban cuando a las 15:00 le dan el visado a mi amigo, no sin antes recordarle que se lo tenían que haber dado a las cuatro. ¿Para qué le hacen este recordatorio? Ahora solo nos queda llegar a la estación. Si no llegamos antes de las 15:30, ¿el condutor nos dejará tirados en mitad de la calle?
¿De dónde sale el tren?
El tráfico no está muy mal. Llegamos a la estación con casi media hora de antelación. Una vez dentro, nos damos cuenta que todos los indicadores están en ruso. Volvemos a buscar ayuda pero no encontramos a nadie que hable inglés (de lo de español habíamos desistido). Al final, buscamos en el tablón electrónico de información un tren que salga a la misma hora que el nuesto, un poco más tarde de las cuatro, a las 16:07, y nos guiamos por los números que le siguen y que pensamos deben ser el andén y la vía. La azafata7revisora, no se como llamarla, que hay a la entrada de cada vagón nos confirma nuestra intuición.
Al fin sentados
Al fin, sentados en nuestro compartimento y no parece tan precario como habíamos leido en Internet. Dos literas a cada lado. Una mesita entremedias, delante de la ventana, con una tetera, dos tazas, y ridículo florero a juego y una bolsa transparente que contiene un zumos en tetra brik, yougures y té. La cogemos para apreciar el contenido y antes de que la podamos abrir llega nuestra azafata/revisora y nos quita la bolsa y su contenido después de echarnos una bronca. No entendemos nada. Lo dice todo en ruso. Menos mal que durante la espera para el visado habíamos comprado provisiones en un supermercado cercano.
A través de la ventana, veo que la revisora del otro tren, que también se encuentra delante de la puerta del vagón, de pie, tiene un uniforme que sigue la moda moscovita. Minifalda, cuanto más corta mejor, no importa como se tengan las piernas.
Un perro sin collar se pasea por el andén.
Ahora solo queda esperar a que salga el tren. Descanso. Relax. Lo hemos cogido. Prueba superada. No. Ahora tenemos que acoplar las maletas en el compartimento. Limpiarlo, tenía un poco de polvo, con las toallitas húmedas que habíamos transportado desde Madrid. Y descubrir cómo vamos a vivir en él las próximas 24 horas.
Nada más salir el tren, revisora/azafata acude a nuestro compartimento con sábanas, almohadones y toallas para cuatro. Recoge los billetes, no sin antes hacerse un poco de lío,
¿cuatro billetes para tres personas?, (siguiendo el consejo de nuestra agencia habíamos bloqueado el compartimento completo, aunque solo eramos tres personas, lo que resultó muy cómodo durante todo el viaje) que no nos devolverá hasta que lleguemos a nuestro próximo destino: Ekaterimbugo. Ahora sí, ya podemos tomarnos un té. Solo hace falta acercarse al samovar que tienen todos los vagones y llenar la tetera, volver al compartimento, rellenar las tazas y elegir el té que queremos entre todas las bolsitas con las que habíamos cargado desde Madrid.
Siberia, allá vamos.
Advertencia: Cuando leas este blog recuerda que se ha escrito en verano de 2006. Los datos prácticos que contiene, las informaciones e incluso las impresiones pueden ser muy diferentes en el futuro. Mucha de la información que pudimos recoger de varias fuentes, incluida la guía del Transiberiano de Lonely Planet, no se ajustaban a lo que realmente nos encontramos. Y es que se trata de sociedades que se encuentran en un fuerte proceso de modernización y cambio. La comparación de lo que fueron y lo que son tiene mucho interés.
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