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Published: August 6th 2006
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Hola de nuevo!!
Perdonad mi retraso, que ya ni me acuerdo hace cuanto que no escribo, pero he tenido un último mes un poco tormentoso: entre los problemas personales y el trabajo, que nos ha caído de golpe (la semana pasada trabajé casi 16 horas diarias!!), he tenido la cabeza a pájaros. De hecho la excursión que voy a relatar hoy data de hace casi quince días, pero nunca es tarde si la dicha es buena. El fin de semana fue espectacular, salimos un viernes con lluvia de la umbría suiza, para emigrar a tierras más cálidas, o, lo que viene a ser lo mismo, Italia, porque otras andan un poco lejos. Destino: Windsurf en Domaso
Con algún que otro problema, pues mi jefe no parecía muy contento con la decisión de que quisiera irme un poco antes, a eso de las seis me libre de las garras del Autocad, y tras un breve paso por casa para coger el bañador y la toalla, me reuní con Jeroen, Erik y Henrike, y pusimos al flamante corsa rumbo al sur. Siempre da mucho gusto cuando uno se va de viaje y en el lugar de partida hace un tiempo de
perros.
Así que fuimos camino del Splügenpass, a través de los Alpes, para llegar a un pequeño pueblecito a orillas del Lago de Como, pero en su punta septentrional; dejando atrás Zúrich, y Chur, se llega a Splügen, y uno encuentra que está encajonado entre dos enormes cadenas montañosas que flanquean el valle. Así que seguir recto en la autopista parece fácil, pero atravesar por las bravas el macizo rocoso, tiene cierta historia. De hecho, si no fuera porque uno ya se ha curtido un poco en tierras astures y puertos como el de la Quesera (que grande el picadero-móvil casi sin gasolina...), le parecería de locos seguir las indicaciones que llevan al camino de cabras, al menos sin gadgetomóvil o, en su defecto, traje de spiderman.
Al cabo de un rato, cuando subiendo entre segunda y tercera, con el motor zumbando cada vez que se reduce para tomar una curva de 180, y con el pasaje un tanto inquieto por haber visto pasar su vida por delante de los ojos en un par de ocasiones (tampoco iba tan rápido...), es cuando entran en escena las vacas. Porque no es un camino de cabras, no, aquello parece la
Gran Vía, pero al más puro estilo leche Pascual. Y ya se sabe, entre la chapa del coche y una vaca, es siempre un dos en la quiniela, así que más vale esperar y no soliviantarlas.
De todas maneras, el episodio más divertido del puerto, llega cuando, casi de noche, digamos que son las diez, se alcanza la cima del paso. Allí, entre el pedregal y la rasca (que son unos 2.300m.), existe una frontera, luego una aduana, luego un italiano aburrido dentro, luego nadie y luego nada. He de señalar que, dado que el ascenso no es un paseo a orillas del Rhin, mucha gente, lo que se dice muchos vehículos, no pasan por allá entrada la noche. Así que ya os podéis imaginar el estado de excitación en que debió encontrarse el pobre carabiniere cuando vió llegar un coche con matrícula española...quién no ha sufrido alguna vez el exceso de aburrimiento de un guardia civil? Pues lo mismo. Sólo que a éste le brillaban los ojos de manera especial, y muy decidido nos paró y empezó un minucioso registro del coche; español, holandés, americano y alemana en un coche ibérico que viene de Suiza a pasar el
fin de semana a Italia...el hombre creyó que iba a encontrar todo tipo de drogas, alcohol y sustancias malignas...pobre, que no halló más que el poco tabaco que me quedaba en la tabaquera, y gracias a que mientras buscaba su tesoro me puse a liarme un cigarro.
Qué decepción. Para un coche que pasa y ni un poco de hierba, ni siquiera una lata de cerveza que requisar. Creo que cuando nos fuimos, el pobre se metió en su caseta de nuevo a llorar.
Es increíble como cambia el panorama de una parte a otra de los alpes, de la nada absoluta y las benditas vacas suizas, se pasa a el caos y las diferentes pequeñas aglomerciones italianas. La bajada del puerto del lado italiano es casi peor que la del lado suizo, no hay rumiantes pero en cualquier momento parece que te vas a encontrar a Indiana Jones. Mi madre qué carretera. Sólo diré que cuando uno llega a la comarcal ve el cielo abierto (y eso que era noche cerrada), y se vuelve a oír la respiración de los acompañantes. A la cerveza siguiente, cuando Jeroen recuperó el habla, decía que semejante trayecto debía estar jalonado de
señales del tipo "el túnel de la muerte", "la curva de la joven" o "la recta de los hombres locos"...
Lo más divertido, para el que no esté familiarizado con la vida del turista campinguero, es que los campings tienen por costumbre cerrar a las once, y si llegas más tarde de la una, por fuerza o mendigas o te vas a dormir a la garita del carabiniere; con suerte encontramos una amable aborigen que nos dejó acampar en un trozo de hierba que quedaba al lado de un camino. Después del feliz final del viaje nos tomamos unas cervezas en el muelle del pequeño puerto de Domaso, esperando ya el capuccino y el windsurf del día siguiente.
Y el día siguienyte llegó, tuvimos que llevarnos la tienda a otro sitio (después del café), y derechitos a por las tablas de alquiler. Todo empezó muy bien, sol, viento (en esa parte del lago, empieza a soplar a eso de las diez, a las doce es divertido y a las dos sopla de forma endemoniada), y muchas ganas; comprobé que no se me había olvidado la técnica, pero que mi forma física no daba para grandes exhibiciones. Y tanto
mejor, porque Henrike, absoluta principiante, a los dos minutos de haber empezado a hacer sus pinitos, se arreó un estacazo con el mástil en la cabeza, con la consiguiente brecha, claro, y pese a su resistencia, hubo que llevarla a la casa de socorro.
Esos son los highlights del fin de semana, que por lo demás transcurre entre playita, más windsurf (suerte que alguna llevaba un libro), buena comida y paisajes espectaculares. De reseñar un pequño concierto en un claustro al lado del lago, con piezas de mozart, mendelsohn y un increíble Shostakovich. Muy recomendable. Del resto del viaje podría seguir describiendo cosas pero me parece que ya me estoy extendiendo en exceso, y además tengo gente a cenar y nada que darles.
Un abrazo a todos.
Ciao!!
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Der Überbringer des Brief
non-member comment
wiederholunggefühl o como se diga
Te parecerá bonito irte de juerga a hacer windsurf cuando los demás estamos aquí sobrellevando una torradera de las de ordago a grande, pares y juego. Vamos, que por los cantones habrá llegado el invierno, pero por aquí está cayendo hasta la zarza ardiente de la biblia (y por el sur del líbano también, pero eso es otra historia). De entrada, y corriendo un tupido, espeso y denso velo de tafetán o arpillera sobre esas cuestiones personales que no vienen al caso, vete recuperando para el día dieciseis, en el que realice mi desembarco glorioso en la ciudad del redoxon. Yo de momento voy a desempolvar mi pobrísimo alemán para ver si puedo conseguir cervezas sin ayuda (aunque entenderse con un suizo es una tarea bastante ardua). Sólo lamento que los de roche no trabajen los anticonceptivos. Aunque bien pensado, el grado de hacinamiento que vamos a alcanzar en tu habitación no es lo mejor para fomentar las relaciones internacionales. Así que para compensar tengo intención de agarraros de las orejas a tí y al psicótico que me va a acompañar, y peregrinar a Ronchamp, para que expiéis culpas por los intentos de suicidio en bicicleta, por no haber ido a Ronchamp hasta ahora y por ponerme dificil el ligue estival, por ejemplo. De momento estoy convencido que hay un montón de arquitectas, delineantes, secretarias y limpiadoras que no tendrás ningún inconveniente en presentarme y a las que podrás hablar suficientemente bien de mí; (a lo de hablar en alemán no voy a llegar, pero el inglés lo llevo ensayado, que últimamente me encasquetan a todos los guiris enfrente cuando salimos a cenar). Bueno, socio. Cuidate; por lo menos hasta que llegue.