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Published: December 6th 2008
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Tras recorrer las misiones de la Chiqiuitania durante una semana como si fuéramos nuevos y posmodernos jesuitas, por fin encontramos un lugar donde pasar unos días y dejarnos de predicar en la selva a la espera de algún transporte. Y es que en Bolivia lo del transporte es un capítulo aparte. De entrada, en la Chiquitania, al transporte lo llaman movilidad porque si no tienes carro pues no te mueves del sitio, te immovilizas. No hay apenas transporte colectivo (ni individual), los autobuses pasan una vez al día en los horarios más estrafalarios, no hay carreteras asfaltadas y cuando llueve se vuelven pantanos fangosos. Nos hemos cansado de esperar horas y horas a esa maldita flota que ya está por llegar, desquiciados pensando que la máquina se habrá averiado unas cinco veces por el camino o peor aún si se habrá despeñado. Pero también había tren, decidimos tomarlo sin billete porque la ventanilla cerraba a las 6 de la tarde, llegamos a las 8 y el tren pasaba a eso de las dos de la mañana. Otras 8 horas esperando, contando mosquitos, menonitas y hablando con los compadres. 200 km en 9 horas, no está mal, seguro que es un record
guiness. Las clases de pranayama ayudan las primeras 3 horas, luego pasas a un estado de conciencia superior y cuando por fin bajas del tren y te dicen "¿Vinieron en el tren de la muerte?" te das cuenta de que has vuelto a nacer reencarnado en efímera polilla, hasta la próxima espera.
Pero bueno, como no todo es malo en el viaje, joder, sino seríamos retrasaos mentales (soy ana), pues por fin encontramos un sitio en nuestro camino. Samaipata. Un lugar en mitad de la selva boliviana, esa que se ve en la tele, alucinante, con todas las tonalidades de verde, cascadas, pájaros a mansalva, paseos bonitos, un pueblo tranquilo, pequeño, con todas las comodidades, comida buenísima, en abundancia y limpia, un hotel precioso con sábanas y toallas limpias, con gatos, desayunos pantagruélicos y mucho descanso. Allí hemos estado 4 días, reponiéndonos y recuperando algún kilo.
Ahora estamos en Sucre, ciudad colonial de estilo barroco y bla, bla, bla. Ya os imagináis. Mañana gringada a tope, mercado de tarabuco y pasado otra vez petardo en el culo, mierda de buses y creo que 14 horas de bus hasta La Paz, a casi otros 4.000 metros de altura. Jesús!,
fuerte de samaipata
durilla la subida hasta la cima de 2.000 metros para ver unas ruinas asombrósamente desconocidas. no hay un cristo que se recupere en este país, cuando no es el sol es el frío, sino la altura, y sino todo junto. La hostia.
Bueno, os obsequiamos otra vez con un montón de preciosas y coloristas fotos viajeriles aprovechando que este sitio tiene un adsl que no se lo creen. Muás, muás a todos y gracias por vuestra atensión.
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