Una tarde de viernes de verano nos invitaron a la playa, asi que allí fuimos. Para encontrar un poco de tranquilidad nos fuimos en banda a una playa que queda a unos 60 kilómetros de casa, pasando la ciudad de Sabratha. Llegar a la playa no es del todo fácil, porque no hay ningún tipo de indicación, alguien te tiene que llevar por primera vez y luego tenés que recordar el camino de memoria. Es una lugar totalmente desolado, al cual se llega luego de pasar por un camino entre dunas. No hay nada (ni carpas, ni sombrillas, ni bares, ni amontonamiento de gente!!!). Solo arena y mar de un color alucinante. El agua por supuesto que es calentita y la arena parece harina. Los chicos jugaron todo el día entre ellos, y los grandes disfrutamos
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