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Published: March 29th 2009
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Para las últimas vacaciones del año decidimos hacer una visita, de la cual no nos vamos a arrepentir en nuestra vida: Egipto.
Fue tanto lo que visitamos, que lo contamos en varias secciones del blog. El viaje lo dividimos en 2 etapas: una recorrida por El Cairo y un crucero por el Alto Nilo.
El Cairo, a su vez, está repartido en: paseos y recorridos por la ciudad y toda su cultura; y un paseo por
las Pirámides.
Las pirámides comienzan a erigirse espléndidas, y en toda su grandilocuencia, a partir de la cuarta dinastía, albergando la materia y el alma del faraón, que debía sobrevivir más allá de la muerte, por lo cual su cuerpo debía preservarse, lo que se lograba a través de la técnica de la momificación.
El origen de las pirámides, lo constituye la costumbre de acumular montículos de tierra sobre las primeras tumbas.
Los primeros faraones, considerados hijos de Horus, se enterraban en tumbas subterráneas, para estar más cerca del reino de Osiris, pero los faraones que sobrevinieron luego, considerados hijos de Ra, construyeron sepulcros en forma de pirámides.
Las pirámides están divididas en 3 complejos fúnebres distantes a unos 10km uno
del otro:
Giza,
Saqqara y
Dahshur. Hasta aquí un poco de historia.
Las visitas en
El Cairo decidimos hacerlas por nuestra cuenta y a nuestro ritmo. Unos amigos egipcios nos recomendaron un taxista llamado Raed con quien arreglamos el transporte para los 4 días allí.
Uno de los espectáculos imperdibles en las pirámides es el de
Luces y Sonidos. Se trata de un show nocturno en las pirámides donde cuentan su historia con luces, dibujos con laser, música y sonidos. Lo mejor de todo es que los jueves el show es en Español… y allí llegamos un jueves!
Al día siguiente Raed nos pasó a buscar temprano y la primer parada fue en
Giza. Allí están la Esfinge y las 3 pirámides mas majestuosas: las de Keops, Kefren y Micerinos. Es imposible describir con palabras la sensación de estar en ese lugar, de casi 5000 años de antigüedad. Lo primero que hicimos fue tocar una de las pirámides, las que realmente son algo más que una piedra arriba de otra.
Después de asentarnos un poco y darnos cuenta dónde estábamos realmente, fuimos a caminar un poco y a ver unas tumbas de personas que construyeron el complejo.
Ahí
los chicos aprovecharon para sacarse fotos dentro de sarcófagos de piedra (bue, la verdad que los que aprovechamos fuimos nosotros).
Luego alquilamos un camello y en caballo y fuimos a recorrer el complejo por aproximadamente 1 hora. El camello está bueno porque tiene una montura enorme… el caballo, después de una hora, hace que te duela el quetejedi.
Para entrar en
Giza se compra una entrada general que sale 60 libras y si luego uno quiere entrar en las pirámides hay que comprar otras entradas. Para la pirámide de Keops, la más grande, se venden pocas y son caras. Nosotros compramos entradas para la segunda pirámide, la de Kefren, que nos salieron 30 libras.
Cuando pasamos por la entrada de
Kefren, dejamos el camello y el caballo con el guía, y allí fuimos. La entrada es un pasadizo de no más de 1,3 metros de alto, y unos 50 metros de largo… en bajada. Al principio da un poco de claustrofobia y parece que falta el aire, pero se pasa rápido. Los chicos eran los que estaban más contentos porque no tenían que ir agachados. Mientras iba bajando pensaba “esta pirámide no se vino abajo en 5000 años,
sería mucha mala suerte que se caiga justo hoy”. Bue, por suerte, la suerte nos acompañó. Luego de caminar 50 metros agachado, con calor y sin aire, pensé que abajo me iba a estar esperando una momia con un vaso de whisky en una mano y una ventilador en la otra para refrescarme un poco. Bueno, se ve que aluciné demasiado. Adentro hay una habitación de unos 15 por 10 metros donde estaba el sarcófago… pero vacío. No hay nada de nada de nada. Más allá del chasco, no todos los días uno puede entrar en una pirámide y sin dudas que vale la pena.
Salimos de la pirámide y seguimos dando la vuelta al complejo arriba del camello y del caballo. Yo soy un tipo “tecnológico”, por lo que estaba todo el tiempo buscando donde estaba el freno y el embrague del caballo. Por momentos el equino se hacía un poco el loco, y yo ya me veía momificado en la entrada de alguna de las pirámides.
El paseo terminó en la
Esfinge, qué es algo así como un hombre con cuerpo de león que está descansando. Un turco loco, en una de las invasiones, le tiró
un par de cañonazos porque decía que la Esfinge lo miraba mal. Bue, coincido un poco con el turco! Pero la verdad que está buenísima.
Terminada la vuelta nos encontramos con Raed y fuimos para
Saqqara. Este complejo tiene un museo muy interesante. Las pirámides son menos espectaculares y más viejas. Alrededor está rodeado de tumbas con unos jeroglíficos pintados. Ahí vivimos nuestra primer experiencia incómoda.
Egipto es un país que tiene muchísimos habitantes y la mayoría de ellos son bastante pobres. Los sueldos son muy malos, por lo que se aprovechan del turismo muchas veces. Es muy típico que en la entrada de estos complejos se acerquen personas que ofrecen ir a lugares “prohibidos” o sacar fotos en lugares no permitidos a cambio de una propina. A la propina la llaman “backsheesh”. Cuando ven que alguien está sin guía se ponen bastante pesados y luego la propina nunca es suficiente. Nos tocó uno de esos…
La última visita fue a las pirámides que están más alejadas, las de
Dahshur. Este complejo se encuentra dentro de un predio militar, por lo que sólo una de las pirámides puede ser visitada. Allí entramos, en la
Pirámide Roja. Acá tampoco nos
esperaba un momia con un whisky ni Cleopatra con un daiquiri, pero las cámaras mortuorias son mucho más grandes que las de Giza.
Las visitas a las pirámides fueron una experiencia única. Realmente se siente una mística allí que no hay forma de expresar. Son una de las siete maravillas del mundo, y con toda razón.
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