No sé donde debo empezar. De hecho, no puedo creer que ya hubiera pasado tres semanas de clases en Granada. Es una de las situaciones en que el tiempo vuela con rapidez, pero mientras lo pasa, es como está en un estado de limbo que dura por siempre. Aunque me agradezco la estructura diaria – corre con mis amigos, desayuno, 4 horas de clase, almuerzo – sería una mentira decir que no extrañe a los EEUU tremendamente. Déjame expandir en las detalles trivial de mi vida en Granada. Como he dicho, la comida es sagrada a mi. Por eso, a descubrir que el desayuno consistiría de huevos mojados, cada tipa de salchicha y carne imaginable, café terrible, y pan, montañas de pan, casi me morí. He aprendido como navegar el yogur de la temperatura ambiente con
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