Dos mochilas por Maruecos -3-


Advertisement
Published: July 3rd 2008
Edit Blog Post

DOS MOCHILAS POR MARRUECOS -3-


Quien alguna vez leyó, vio o escuchó algo sobre Marruecos sabe de su existencia. Probablemente no recuerde su nombre o en que ciudad se encuentra pero sí que es enorme, que se ven muchas cosas típicas y que se llena de gente todas las noches: es la plaza Jema le Fna de Marrakech, el centro vital de la ciudad y la puerta a través de la cual entran la mayoría de los visitantes del país. Quizás le acudan a la memoria imágenes de hombres vestidos de rojo tocados con coloridos sombreros cónicos, de encantadores de serpientes que acercan sus caras a las viperinas lenguas y de grupos de percusionistas que se pierden en el toque de sus tambores. Todas ellas son ciertas pero la plaza es mucho más y mucho menos que eso.

Para empezar existen dos Jema le Fna: la de día y la de noche, y son tan iguales como en el fondo distintas.

La primera es, sobre todo, un lugar de tránsito en el que solo permanecen, como nexo de unión entre ambas, los puestos de flores, los carros engalanados de los vendedores de zumo de naranja, los cientos de turistas que entran, salen y la recorren, tan iguales aunque distintos que parecen siempre los mismos, y el puñado de captadores de su atención que intentarán, bajo un sol de justicia, que compren un sombrero, suban a una calesa o les den unas monedas a los escasos artistas.

Es la plaza que invita a buscar la sombra de cualquiera de las cafeterías que la rodean y desde allí observar a los guiris que empiezan a virar al rojo y a las mujeres que vuelven de hacer la compra en el cercano zoco, al grupo de adolescentes "modernos" que parecen recién traídos del Bronx y al mochilero que mira alternativamente la guía y los letreros y no se aclara, a los rosas, turquesas y pistacho de las chilabas de verano y al grupo de españolas que pregonan su nacionalidad lanzando decibelios al aire.

Pero la famosa, la que es Patrimonio de la Humanidad, la que realmente uno se lleva en el corazón es la de noche.

Cada día, a las cinco de la tarde, una organizada horda invade la parte más ancha de la irregular plaza y monta decenas de mini-restaurantes, cuyas parrillas llenarán de oloroso humo el aire, mientras los vendedores de mil cosas extienden sus mercancías en el suelo, junto a las tatuadoras con henna, y los músicos, los malabaristas y los cuentacuentos ocupan la entrada principal.

Así, cuando uno regresa al atardecer de sus recorridos por otros barrios de la ciudad, se encuentra a la Jema le Fna bullendo a todo gas de pura vida. Da igual que el 95% de los turistas de paso por Marrakesh hayan acudido a la cita, siempre habrá muchísimos más residentes disfrutando de una sopa de caracoles, un plato de pescado frito, un kebab o un aromático té con hierbabuena, a los que habrán animado a sentarse en su negocio con el mismo desparpajo y simpatía que a tí.

Y aunque los extranjeros nos acerquemos curiosos a mirar a los variopintos grupos de artistas, solo los nacidos bajo este cielo podrán disfrutar de lo que cuenten los profesionales de las historias habladas, solo ellos podrán apreciar en su justa medida las músicas un tanto estridentes para nuestros desacostumbrados oídos, y solo ellos participarán en los rápidos juegos de apuestas. Son grupos de jóvenes, mezclados o del mismo sexo, vestidos a la occidental o de forma tradicional, y familias que prolongan el vespertino paseo ante el juego de colocar la anilla que cuelga al final del palo en el gollete de la botella de Coca Cola, y parejas de ancianos que deciden cenar fuera de casa, y profesionales que se despejan tras las horas de oficina... aunque también son muchos niños que venden paquetes de klennex entre los comensales y hombres que recogen del suelo la comida que a otros se les cae o esnifan pegamento con la mirada perdida.

Gente corriente de esta ciudad que ama y disfruta de lo que es suyo; da lo mismo cuantos seamos nosotros, cuantas tiendas de productos para turistas jalonen su perímetro, cuantos bancos ocupemos frente a los fogones, cuantos autobuses descarguen blancos seres de gesto asombrado... Jema le Fna, la gran y palpitante plaza de Marrakech es de sus habitantes. Y eso es lo que la hace tan única y especial.


Advertisement



Tot: 0.085s; Tpl: 0.011s; cc: 10; qc: 49; dbt: 0.0447s; 1; m:domysql w:travelblog (10.17.0.13); sld: 1; ; mem: 1.1mb