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Published: December 8th 2008
Todos los sueños y las íntimas fantasías del pueblo indio están reflejadas en sus películas de cine. La pantalla gigante es el punto de encuentro para el amor, la amistad, la belleza, la alegría, el canto, el baile, el drama y la felicidad. Al ver una película te transportas a una India increíble, una India llena de contrastes balanceados entre un escenario de colores brillantes y música fantástica.
En su imaginación colectiva este diverso país ha construido un refugio para que la creatividad vuele y el amor permee cada rincón. Los actores de piel clara son delegados con la responsabilidad de dramatizar idilios sólo aceptables en la pantalla. Estos dioses modernos son adornados con atuendos occidentales, mientras una multitud de extras, vestidos con ropa tradicional y colorida, bailan en exactas y entretenidas coreografías lideradas por las voces de la pareja en coqueteo.
Las escenas son un collage de vida moderna, ciudades caóticas, vehículos lujosos, rickshaws destartalados, mujeres escotadas y hermosas y hombres apuestos y caballerosos, las cuales vistas desde la comodidad del sillón hacen desear al observador vivir en este misterioso país.
Toda expresión artística busca reflejar lo más puro y bello de la realidad, hasta tal punto
que su resultado es un mundo ficticio que sólo existe en la mente de los creadores y de sus seguidores. La cruda realidad, por el contrario, no goza de la exactitud de una coreografía, ni está acompañada por la armonía de una colorida música oriental. La actualidad de las ciudades modernas indias es un melange de infraestructura caótica, herencia cultural, creencias religiosas, pobreza circundante y polución abrazante.
Así es Hyderabad. Reconocida como una de las ciudades líderes en tecnología, Hyderabad es un híbrido entre desarrollo de punta, pobreza y religión. Sus grandes autopistas contrastan con su anárquico tráfico de rickshaws. Las vitrinas de los lujosos centros comerciales se distancias en años a los bazares callejeros. Las jóvenes en jeans y camiseta se distancian en siglos a las mujeres musulmanas usando negras burcas y en el más grande estudio de cine de la India se crean ilusiones distanciadas en años luz de la realidad de la gran mayoría analfabeta de la ciudad.
Esto sería sólo una abrebocas para lo que unas semanas más tarde experimentaríamos en Bombay. Temerosos de tener que afrontar una inhospitalaria ciudad, ser presa fácil de ferocez taxistas y sentirnos estafados en cada esquina, nos llevamos
una grata sorpresa al ver una moderna metrópolis dentro de los estándares indios.
Bombay, vista desde un taxi negro y amarillo modelo 60, es un gran intento por construir una urbe del siglo XXI dentro de la cultura india. El centro de la ciudad es una organizada red de calles limpias, con edificios bien mantenidos y con rasgos culturales de primer mundo. Continuamente se encuentran letreros en donde se educa a los habitantes en temas cívicos, los paraderos de buses tienen pancartas con publicidad de marcas occidentales, no se ven vacas en las calles y a los autorickshaw sólo se les permite transitar en la periferia de la ciudad para descongestionar el tráfico. Sin embargo, los contrastes entre la opulenia y la miseria son abismales. Grandes torres de negocios y centros comerciales en el corazón de la ciudad contrastan con extensos barrios de tugurios en la periferia, que apesar de su escasez material mantienen fervientemente su devoción religiosa.
Descubriendo un Imperio Gracias al buen karma de vidas pasadas tuve la fortuna de recorrer Hyderabad y sus alrededores como artista de cine. Los dioses no sólo me enviaron a mi hermosa ninfa de ojos esmeralda, sonrisa acogedora y
corazón gigante para que se encargara de proveerme el amor y el cariño necesario, sino que para mi goce sensorial incluyeron dos bellas doncellas acompañantes.
La doncella india parecía salir de un templo kamasútrico. Cuerpo sensual, de anchas caderas y senos redondos. Su nariz con arete y sus ojos verdes iban de la mano con su temperamento fuerte e independiente. Batallada en tierras de sultanes, fue nuestra guía y traductora. Entregada a su misión de protegernos estuvo cerca de colapsos nerviosos entre tan agreste mar de indios. Sin embargo, fue tan exitosa en su propósito que nuestro corazón sintió un vacío al abandonarla luego de siete apasionantes días de compañía.
La doncella sueca enviada por los dioses a ayudar a los necesitados en Bangladesh, apartó una semana en su largo trayecto para deleitarnos con su presencia y con sus historias únicas. Esbelta y firme como una princesa nórdica, trató de camuflarse en faldas y ropa india para no llamar la atención de tanto macho necesitado. Fue la encargada de transformar la ofuzcación del caos en burla y sonrisas. Como enviada celestial, arrivó y partió a unas horas en que usualmente estoy sumergido en profundos sueños, por lo cual
nunca podré saber si realmente existió.
A la poca apresurada velocidad de un chofer interesado en vendernos perlas o llevarnos a conocer una atracción moderna, nos internamos por las calles de Hyderabad. Visitamos grandes monumentos, castillos y tumbas de antiguos Nizams (Reyes), adquirimos perlas traídas desde diferentes esquinas del mundo en un tienda hindú rodeada por transeuntes musulmanes, visitamos los estudios de cine donde expertos magos crean ilusiones que las grandes masas sueñan en vivir, compartimos con el cruce de culturas que vivían en el hogar de nuestra huesped, conocimos la vida nocturna, saboreamos la culinaria y la deliciosa pastelería del centro de la India y por último abordamos un tren de oriente para llegar al climax de Vijayangar.
Vijayangar fue uno de los imperios más grandes de la historia del sur de la India entre los años 1336 y 1646 D.C. Controlaron el comercio de especies y algodón a la vez que contruyeron innumerables templos a sus deidades. El tren llegó con sus treinta minutos habituales de retrazo y lo abordamos con la esperanza de tener las cuatro camas que la lista de espera nos prometía. Desafortunadamente sólo hubo dos puestos y luego de tomar chai con
galletas ya estabamos resignados a compartir los estrechos catres.
De un momento a otro las cien colegialas que viajaban en el mismo vagón se percataron de mis celestiales acompañantes. Como una horda de salvajes elefantes acorralaron a mis musas y por largos minutos se embriagaron con las respuestas a sus ingenuas preguntas y con la abundancia de fotos que adornarían sus habitaciones.
Los profesores, creyendo obrar con moralidad y ejemplo hacia sus pupilas, no permitieron que compartiera cama con mi amada esposa por el efecto que esto podría tener sobre las hormonas de estos jóvenes retoños. Una vez llamaron al profesor de ingles, este muy respetuosamente nos solicitó el favor de dormir separados. Yo goce de la fortuna de que uno de ellos me cediera una de sus camas y pude dormir a mis anchas.
Hampi fue la capital del gran imperio de Vijayangar. Los templos labrados en piedra, con esplendidos techos ondulados y múltiples columnas talladas de una sola pieza de roca se encuentan en una extensa planicie atravesada por un cristalino río y rodeada por grandes plantaciones de banano, miles de palmeras y millones de bloques de roca como desprendidos de un glaciar.
A
falta de elefantes reales para visitar los panteones domamos unos ponies modernos y cabalgamos por toda la planicie. Entramos a los templos, admiramos el tallado de figuras, la precisión de las columnas, los establos reales y los juegos de luz, sombras y perspectiva de sus ventanas. Caminamos por el bosque de rocas, nos deleitamos al ver sumergirse en el horizonte al gigante de candela y hasta sonreímos cuando dos de los sedientos ponies se rehusaron a galopar.
Fue tanta la admiración que las doncellas despertaron en la juventud local, que entre templos antiguos un atrevido indio quizo extarsiarse al sentir el roce de su boca en las exquisitas y rosadas mejillas de las musas. La coqueta doncella nórdica no tuvo problema en prestarse para tan picarezco robo. Mi ninfa ecuánimamente no tuvo más opción que seguir el juego, pero la doncella india apeló a la diosa Kali, la diosa de la destrucción, para recibir el poder de una leona y como bestia herida sacó las uñas y por poco descabeza al excitado simio.
En la noche, satisfechos por un día de reyes y sedientos por una cerveza que no se conseguía en la ciudad sagrada, cruzamos al otro
banco del río para saciar nuestros deseos sensoriales. Al frente, escondidos entre rocas y palmeras, se encontraba un enclave de hotelitos y restaurantes que recibían al visitante extranjero con las delícias de una fría cebada y un especial lassi (Kumis casero). El cruce de vuelta se cerraba al caer el sol, pero como buenos pecadores tuvimos que camuflarnos a oscuras horas de la noche en una redonda canoa de hojas de palma, mientras el lanchero remaba con cautela y les rogaba a las musas, con dolor en el alma, que mermaran el melodioso sonido de sus coquetas risas.
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osc ar Bonnett
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Renovacion
Reconozco la renovacion de este viaje que ha producido en estos viajeros, sus experiencias, grandes historias y sobre todo el pulir como el mejor de los novelistas la pluma, para trasmitir a estos avidos lectores de este viaje, tan b uenas expericncias. Por noticias llegadas a este lector, esta por terminar, conmueve, sin saber si es lo mejor el inciar o el llegar a casa mi padre decia que lo mejor era llegar a casa, que este retorno sea muy amable entre familiares y amigos. Por mi parte estoy preparando viaje por Centroamerica en moto, un mes que sera de grandes experiencias. Miesntras nos vemos de antemano una feliz navidad y mucho mejor año. abrazos para ambos. Oscar Bonnett R