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Published: August 11th 2006
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Hasta hace bien poco era imposible para cualquier extranjero visitar Ekaterimburgo. Una ciudad que hace ostentación de su pasado y presente militar y de fabricar armamento. No es de extrañar que en el patio del colegio militar para huérfanos de la región se encuentren un tanque y un Mig junto con luces antiareas o que en la tele local -y no se como pudo entenderlo- uno de mis amigos viera un reportaje sobre la feria de armas que se celebraba en un pueblo cercano. No llegamos a tiempo para echarle un vistazo. Y es que la fabricación y comercio de armas, que les mantuvo
encerrados, sigue siendo junto con las contaminantes empresas siderurgicas la principal fuente de ingresos de la región. No sin cierto orgullo, nos contaron que una fabrica que en la actualidad se dedica a la producción de bienes de consumo se podría tranformar en una fábrica de tanques en menos de 18 horas.
¿Y de la mafia rusa y el tráfico de armas? De eso ni se habla, además, ¿solo hay mafia en Rusia?
Una vuelta por Ekaterimburgo
Feas. Las ciudades siberianas, al menos si Ekaterimburgo las representa, son feas. Ni las calles, ni los
edificios están cuidados o limpios. Son grises, el color preferido de Stalin. Los tranvías, trolebuses y autobuses se ven viejos. ¿Y los coches? Son nuevos ¿con el volante a la derecha? Sí, coches de segunda mano, procedentes de Japón, mejores que los viejos coches rusos. Entonces, ¿se arrepentírá el viajero de haber parado en esta o en cualquier otra ciudad siberiana? No. Al menos no ahora que mantiene el sabor soviético a pesar de la multitud de centros comerciales que hay en el centro, incluido el de lujo con uno de los 8 exclusivos cafés Armani que hay en el mundo.
El barrio obrero radial, en la actualidad un barrio desaconsejable para propios y extraños, en el que todas las calles desembocan en la plaza principal donde se encuentra la entrada a la fábrica siderúrgica. Aún se sigue escuchando la sirena que llama a trabajar y marcar el tiempo y las horas. El barrio que se construyó para los camaradas pertencientes al partido (por lo visto las mejores casas que ahora mismo hay en la ciudad a pesar del boom inmobiliario y la fiebre constructora de rascacielos). El barrio cosntructivista de la KGB y el hotel en el que
se alojaban cuando venían de Moscú. La Universidad, donde Boris Yeltsin conoció a su mujer. El edificio diseñado para resistir más de 100 años sin necesidad de mantenimiento ni reformas. El estadio y las oficinas deportivas que parecen un barco navegando por el río. El ayuntamiento coronado por estatuas de trabajadores y campesiones. Y el curioso y gran mercado chino al aire libre que solo pudimos ver desde lejos y al que nos recomendaron no acercarnos por lo peligroso que era. Incluso un ya desvencijado y viejo hotel Madrid, abierto cuando la URSS todavía era joven y Madrid era asediada por la tropas franquistas convirtiéndose en un ejemplo de resistencia del pueblo obrero y trabajador frente al fascismo. Todavía, al menos en Ekaterimburgo, se sabe lo que significa la frase
No pasarán y recuerdan a Dolores Ubarruri, que tiene una calle. O así nos lo hace saber nuestra guía. Sin embargo, a parte de la plaza del ayuntamiento para ponernos debajo de la estatuta de Lenin e imaginarnos como se vería un desfile militar, no pararemos en ninguno de eso sitios.
Un pub irlandés con menú ruso
La guía nos lleva a un auténtico pub irlandés en el
que tienen un menú del día ruso. La mayoría de los turistas lo evitarían buscando un lugar realmente ruso. Se perderán así un lugar lleno de rusos
auténticos donde van los autóctonos. Según la guía la comida está rica y sin ningún riesgo higienico para turistas, por lo que podremos, al fin, disfrutar de una ensalada. Probamos una sopa fría de Kvas, una especie de gaseosa amarga realizada a partir del pan. Espero no olvidar el nombre para no repetir. Tampoco nos resistimos a probar el postre estrella de este pub, que no estaba incluido en el menú, y por el que muchos ekaterimburgueses -pudientes- van a comer allí: tiramisú. Todos coincidimos en que es uno de los mejores que hemos probado.
Discos, películas y helados
Tarde libre para vagabundear.
¿Qué podemos hacer ahora?
, preguntamos. La respuesta será la misma que nos darán el resto de guías durante todo el viaje. Acudir a la calle comercial, que es lo que hacen los
auténticos rusos. Entramos en los grandes almacenes gubernamentales, planta baja, todo para la casa, la higiene o la limpieza. La luz es apagada, como las dependientas que llevan unas batas de estar por casa. Miramos el puesto de venta
de entradas por si hubiese algo interesante que hacer. Anuncian un grupo norteamericano que no conocemos pero que allí parece que es la bomba. La guía se extraña de que no los conozcamos y nos cuenta que habitualmente solo llegan las giras de grupos musicales venidos a menos. Para muestra un botón: Boney M o Aha. Grupos que adoran los ahora adinerados cuarentones de Ekaterimburgo ya que les recuerdan a su juventud. Para una vez que llegó Cesaria Evora, una estrella actual de
world music internacional, no llegó cantó porque se acatarro. La verdad es que la guía lo cuenta con más gracia que yo.
La luz y el color, a pesar de tener las paredes blancas, es lo más llamativo del centro comercial privado al que entramos después de dejar el centro gubernamental. Entre los puestos encontramos uno de música. Reconocemos la norteamericana (todo Bob Dylan en dos discos de mp3) y la música latina -Shakira, Shakira-, muy de moda. No identificamos ningún grupo o cantante ruso. Poca música clásica. Enfrente los DVD's. Mijalkov y Eisenstein al completo, series y películas rusas famosas según nos cuenta la guía (algunas carátulas me hacen pensar que se trata de películas de golpes y puñetazos), Buñuel y Almodóvar, Louis de Funes y todos los blockbusters norteamericanos.
Aprovechamos para cambiar dinero. Hacemos cola con otros rusos. Ningún extranjero. No nos aceptan los billetes doblados o arrugados, tampoco unos que se habían manchado. Solo billetes nuevos. Y es que nos encontramos en la región en la que se hacen los billetes de euro que manejamos.
Cansados de tanto centro comercial y ya sin la guía decidimos callejear de camino a nuestro hotel. Entramos en un supermecado al que pasamos a comprar agua. Se me antoja un helado y descubro uno en un paquete rojo con la imagen del Che. Decido comportarme como un turista y comprarlo. Me lo quitan en la caja y lo devuelven al congelador. Esperamos. No hay ninguna explicación, tampoco podría entenderla. Sigo sin hablar ruso. Spasiva, es decir, gracias, es lo único que puedo responder cuando nos dan la bolsa con el agua y alguna que otra chuchería que habíamos comprado.
Advertencia:Cuando leas este blog recuerda que se ha escrito en verano de 2006. Los datos prácticos que contiene, las informaciones e incluso las impresiones pueden ser muy diferentes en el futuro. Mucha de la información que pudimos recoger de varias fuentes, incluida la guía del Transiberiano de Lonely Planet, no se ajustaban a lo que realmente nos encontramos. Y es que se trata de sociedades que se encuentran en un fuerte proceso de modernización y cambio. La comparación de lo que fueron y lo que son tiene mucho interés.
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