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Published: July 31st 2008
Al internarse en el norte de Vietnam uno se pierde en tiempo y espacio. Es difícil decir donde se está porque el entorno tiene características que se encuentran en otros países, pero a la vez las infinitas terrazas de arroz son una inconfundible imagen de Vietnam.
El serpenteado camino terminó en un pequeño pueblo escondido entre la bruma, que desde la lejanía parecía un resort de esquí frances por sus edificaciones colgando en la ladera de la montaña, pero al adentrarse en sus calles se asemejaba a cualquier población boliviana en donde todos sus habitantes pertencecen a comunidades indígenas y se visten con trajes autóctonos.
Todas las mujeres reflejan perfectamente el rango promedio de vida del pueblo. Desde tiernos bebes envueltos en un trapo sobre la espalda de su madre adolecente, hasta ancianas centenarias que aún venden las artesanías que ellas mismas tejen con sus manos teñidas por la tintura azul de sus vestidos. En todas ellas se veía esa expresión típica de los indígenas suramericanos. Piel oscura, sin ser negra, rostros sin señal de arrugas, sonrisas amables pero con varios faltantes o enchapes dorados, expresión amigable y humilde pero con actitud acosadora permante para lograr vender al triple
del precio sus productos.
Vietnam, especialmente en esta región de Sapa, es como un mundo miniatura. La estatura promedio debe ser de un metro y veinte centímetros, por lo cual nos sentíamos como en los viajes de Gulliver. Que sensación tan placentera!. Desde que me bajé del tren me sentí como un gigante, nadie me sobrepasaba los hombros y me tocaba realmente bajar la cabeza o a veces inclinarme para hablar con la gente. Esto hubiera sido el paraíso en mi adolecencia, nada de mirar para arriba o usar suela alta para ganar unos centímetros. Claro que tengo que admitir que hubiera extrañado un poco no tener las nuevas y duras protuberancias de mis amigas a la altura de mis ojos y sentirlas en mis cachetes cada vez que lograba robar un abrazo.
Como Gulliver decidimos irnos a explorar este mundo desconocido de la mano de "Mo". Ojos alargados que parecían sin parpados, cejas tupidas, cabello negro oscuro, sedoso y recogido en una larga cola que llegaba casi a la cintura, piel color marrón y un delicado rostro ovalado. Desde el primer momento en que la ví sentí una vibración diferente. No se si fue por su altura
de metro y treinta y su cara de niña, a pesar de ser una mujer de diecinueve años, o porque en vidas pasadas ya la conocía, pero sentí que Mo era la hermana que nunca tuve.
Desde que me casé, poco a poco, he venido dejando de experimentar pasiones sexuales por toda mujer que veo en la calle. Inclusive, después de superar los treinta años han empezado a surgir sentimientos amorosos hacia los demás, compasión por los desafortunados, alegría por los dichosos y paciencia y entendimiento con los ancianos. En algunas ocasiones se me escapan lágrimas por la esquina del ojo derecho cuando veo algo que me conmueve y a veces siento que mi corazón siempre está abierto para todo el mundo, a pesar de encontrar las puertas de otros selladas.
Para los de mente retorcida, debo recordar que aún tengo atributos de guada de retén y de vez en cuando me "perturbo" al ver las largas y duras piernas de una que otra europea. Sin embargo, cuando ví a Mo sentí amor del verdadero, amor sin apegos o deseo, simplemente amor, ternura e inocencia. Es difícil identificar estas sensaciones. En particular en nuestra sociedad donde el amor
entre personas siempre es confundido con algo carnal, pero estas montañas me permitieron sentirlo.Sus oscuros ojos me miraron con amor y respeto y en mi expresión se formó una sonrisa al enterarme que esta diminuta mujer iba a ser nuestra guía por tres días de caminata.
La vegetación y paisaje de esta zona se asemaja a las laderas empinadas de Salento con el subsuelo color terracota. Menos mal a mi papá no le ha dado por venir por acá porque ya hubiera entapetado todo esto con eucalipto y hasta hubiera convencido a los ecologistas, que acá sí deben ser comunistas reconocidos, que el pino no erosiona!.
Se ven parcelas cultivadas con bambú, algunos cultivos de maiz, otros pocos cultivos de plantas utilizadas en el teñido de las telas y el resto de tierra está tapizado en arroz. Es impresionante como utilizan cada centímetro de tierra, cada esquina, casa muela, no hay lote vacío ni enmontado. Todo está milimétricamente cultivado. Las laderas de la montaña las han transformado en escalones que van desde el filo hasta el valle por donde cruza un caudaloso río. Cada terraza está cercada por una barrera construida con la misma tierra, permitiendo que el
agua se acumule y sea adecuado para sembrar arroz. Cada una tiene un estrecho desague que forma diminutas cascadas que van fluyendo de escalon en escalon, irrigando todo el sembrado.
Los cultivos son minufundios sembrados y administrados por cada familia. Ayudados con bufalos de agua, aran las empantanadas terrazas hundidos hasta las rodillas para luego sembrar organizadamente las semillas. Durante se crecimiento las mujeres salen a sacudir con una guadua los pequeños piojos que estropean la flor y en la época de cosecha se recoje el arroz, se corta la mata, para finalmente aprovechar el arroz en comida y las plantas secas en abono para la siguiente siembra.
Los que no están en la 'industria del arroz' están en la del turismo, produciendo y vendiendo artesanías o como guías turísticos. El último era el caso de Mo. La globalización puede haber traido beneficios a diferentes sociedades, pero en esta en especial no me atrevería a afirmar lo mismo. Los turistas han invadido estas montañas con el apresurado deseo de sacarse una foto, dejando sus dólares y cambiando el estilo de vida. En vez de vivir una vida apacible, cultivando arroz y vendiendo algunos productos en el mercado local,
todas las niñas están inmersas en una realidad perversa.
Los diferentes dialectos de las comunidades les han dado una habilidad increíble a estas pequeñas criaturas. Todas hablan fluidamente en cualquier dialecto y gozan de una envidiable capacidad para aprender los idiomas de los visitantes, con solo oirlos, sin nunca tener una clase o ni siquiera saber escribirlo. Una vez aprenden a medio hablar, saltan a la calle, vestidas con los atuendos azules y bandas negras en las piernas, persiguiendo a los turistas en busca de cerrar la venta. Utilizan sus tiernas caras y sus inocentes sonrisas como carnada para que uno les compre o les prometa comprar luego. María Andrea, derretida por esta dulzura, le prometió a medio pueblo que al regreso les compraría sus trapos, creyendo que eso sólo era cosa de niñas y que pronto lo olvidarían.
En los períodos muertos, o luego de alguna carnuda venta, las chiquillas se van a internet y se sumergen en vídeos de youtube, cantan en ingles y sueñan con ser como Britney o novias de los Back Street Boys. Se imaginan siendo famosas y rodeadas de toda la materialidad que el imperio les promociona. Sus costumbres las están
cambiando y todo por el afán de ser como ellos. Que curioso que el ser humano generalmente no acepta lo que se es y siempre busca ser como el otro. Qué será el veneno que todos los imperios logran poner en nuestra mente para que inconcientemente siempre queramos sustituir costumbres invaluables por un estilo de vida fútil?. Ojala estas niñas puedan crecer sin frustaciones ni agustias cuando pierdan su inocencia y vean que todo era un sueño, que son unas campesinas que cultivan arroz, que nunca van a tener todo lo que occidente sugiere y que sus costumbres son más ricas y profundas que la superficialidad del consumismo occidental.
Sin embargo Mo no era como ellas. Mo era tranquila y mesurada, no cantaba en ingles como estrella de pop, a pesar de hablarlo muy bien, concinaba como toda una matrona de finca, era muy reservada en sus comentarios, era berraca bebedora de vino de arroz, parecía como político de pueblo saludando al que se atravesara y tenía el sueño de algún día encontar su principe azul. Ella decía que valía dos bufalo de agua, pero yo le dije que si no estuviera casado ofrecería hasta tres por ella. Creo
que con tanto intercambio de elefantes, bufalos y mujeres voy a terminar con un zoológico como el de Pablo Escobar.
Fueron tres días en que caminamos por los sembrados de arroz, por subidas y bajadas empantanadas que ponían en peligro nuestra vida en cada paso, cruzamos ríos, nos bañamos en ellos, cenamos y dormimos en casas de familias locales y observamos cuán apacible, monotona y sacrificada es la vida en el campo.
De vuelta a Sapa, María Andrea se enteró que uno de los valores de la comunidad era siempre cumplir con sus promesas, por lo cual una corte de muchachitas le brindaron una calurosa bienvenida para darle la oportunidad de honrarlas.
Decir 'adiós' siempre es doloroso, especialmente con los que creemos que nunca volveremos a ver. Quizas por eso nuestro inconciente se rehúsa a aceptar la muerte de nuestros seres queridos. No obstante, esta despedida fue diferente. Entre Mo y yo sabíamos que no era la primera, ni sería la última vez, simplemente era una adiós más en nuestro camino, un hasta pronto, como sucederá en un corto tiempo con cada uno de los que leen estas líneas.
pd. Continúen con las siguientes páginas
para ver más fotos!!!
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jorge.berrio
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Reencuentro familiar
Hola Muchachos, De acuerdo con Mateo. León hubiera reforestado esa zona, pero hubiera dejado áreas de conservación de la vegetación original. Entiendo que Viet nam tiene amplios programas de reforestación. Han visto algo de eso? De nuevo. Magnífica aventura. Saludos Jorge Berrío