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Published: July 21st 2008
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Ser viajero independiente, a diferencia del turista que compra todo el paquete incluido, tiene sus ventajas como también su lado oscuro. Cuando se viaja como turista, usualmente sólo ve el lado cómodo y estético del país que se visita. Los toures incluyen hoteles con empleados sonrientes que están dispuestos a ayudarte en todo momento, la temperatura y comodidad de los buses te hacen sentir como si estuvieras viendo un documental en Discovery channel, pero con la ventaja que podrás chicanear con tus amigos que efectivamente estuviste al otro lado del mundo. La comida te la dosifican de tal forma que no te satures con los alimentos locales y no te caigan mal al estomago y finalmente el aire acondicionado y amplitud del baño del hotel te hacen sentir como en cualquier país desarrollado, apesar de que estés en una nación con ingreso per capita inferior a $1.500 dólares al año.
Cuando se tiene la oportunidad de ser viajero, no sólo se ahorran unos pesos, sino que se penetra más en la cultura de la región, se deja de ser un adinerado turista y uno se transforma en un pobre humano más, dentro de la gran multitud de una congestionada ciudad.
Si la sola idea para algunos es pavorosa al imaginarse en plena plaza de mercado de cualquier pueblo de Colombia, almorzando al lado del cotero de bultos de papa, imaginense como se sentirían estando en un mercado dominical, desayunando caldo de fideos con las indias del norte de vietnam, sin entender una sola palabra, sin saber si el caldo lo sacaron del balde desteñido debajo de la mesa, sin comprender por qué la cocinera al recibir la paga comienza a alegar y a gritar como gallina culeca, y sin obtener traducción alguna por parte de las veinte personas que hacen corrillo para ver que es lo que está pasando.
El norte de vietnam está habitado por cincuenta y cuatro comunidades con diferente idioma, costumbre, vestimenta y seguramente forma de ver la realidad aparente. El tren es el medio más favorable y rápido para llegar a Laocai, ciudad cercana a la frontera china. Por ser época de vacaciones, fue imposible conseguir primera clase y compramos tiquetes en cuartos de cama dura y 6 pasajeros. Al llegar entusiasmados a la cabina por viajar únicamente con locales, descubrimos que su interés por los extranjeros era mínimo y que ni un saludo
nos merecíamos. Nuestros pesados morrales sólo cabían en la parte superior de la cabina, lo cual nos tomó un arduo y sudoroso trabajo para subir hasta el tercer camarote y embutirlos dentro del apretado compartimento. Tristemente, al otro día nos percatamos que las camas del primer piso se podían levantar como en forma de baul y el espacio estaba prácticamente desocupado, pero nadie se preocupó por mostrárnolo.
La noche fue mejor de lo esperado, con el sonar de cada travesaño del ferrocarril, el vaiven del viejo tren y el despertar antes del amanecer amenizados con los éxitos de balada romántica sonando a todo volumen en los parlantes de la cabina. En Laocai fuimos al terminal para abordar un bus "cebollero" que nos llevaría durante otras tres calientes horas a un pequeño pueblo incrustado en las montañas.
Mientras esperabamos la hora anticipada en que llegamos, compartí con María Andrea, en son de reprocho, la necesidad de viajar independientemente en vez de pagar devaluados $20 mil pesos y ser transportados por un guía turístico. "En vez de estar acá en esta empolvada estación, con la espalda ensopada y con el prospecto de un trayecto en un bus con otros dos
El Mercado
Aca no se respeta ninguna calle y cualquier lugar es bueno para exponer las ventas del dia. vietnamitas occidentalizados, hubieramos pagado y ya estaríamos allá" dije retoricamente. Efectivamente nuestro bus arrancó, luego de una acalorada espera, con el conductor, dos ayudandes, dos pasajeros y dos latinoamericanos.
A las afueras del pueblo se detuvo en la mitad de la autopista de doble carril y una docena de indias se montaron con toda su mercancía para el mercado del día siguiente. Todas estaban vestidas con sus atuendos tradicionales. Faldas y blusas tejidas, con gran variedad de chaquiras y colores. Las nuevas pasajeras no sólo cargaban una veintena de costales, gallinas, sombreros y cajas, sino que también tenían un olor penetrante que inmediatamente el olfato lo reconoce le envía la señal al lobulo inferior del cerebro y este alerta a todo el cuerpo sobre su presencia. Es un olor particular, un olor que se podría crear mezclando una cucharadita de sudor, una pizca de aroma de moneda, dos gotas de menstruación, excremento y orina al gusto.
Para nuestra sorpresa, en un abrir y cerrar de ojos, el bus estaba a reventar, no solo con indias, sino con adolecentes con ipod y celular, campesinos centanarios, niños con bicicletas en el techo del bus, encargos que viajaban sin dueño, pasajeros
El Desayuno
En la plaza de mercado desayunando. El de la cara de asustado es el Chaolin que nos sirvio la sopa, la cual todavia estamos decifrando que fue. Lo unico cierto fue que salio de un balde de procedencia dudosa fumando por la ventada, mejor dicho, sólo faltaba el cura y el bobo del pueblo para sentirse en una chiva en la cordillera andina.
Por cuestión de comodidad y temperatura optamos por sentarnos en puestos individuales y separados en el vacío bus del inicio del recorrido. Una vez con la muchedumbre todo tipo de comunicacíon se perdió y cada uno se sumergió en su limitado espacio. Luego de unos minutos de fascinación por el alboroto me entró una modorra, que acompañada con mi mente divagante, me llevaron a un incomodo sueño que me hacia golpear contra la ventanilla en cada vibración del asiento. En la mitad de este proceso oí a una persona empezar a vomitar por la ventana, indispuesta seguramente por la curvosa topografía de la carretera. Al voltear me doy cuenta que es una de las olorosas indias que se encuentra sentada en el regazo de María Andrea, con la cabeza por fuera haciendo todo tipo de sonidos guturales. No sólo se vomitó, sino que dentro de su costrumbre de salivar frecuentemente había escupido desde el corredor y el "gargajo", al encontrar resistencia del viento, en su trayecto parabolico se desvió de su blanco para aterrizar en
Bus
Esto es bajandonos del famoso bus. La senora agachada de espaldas fue la amiga que me escupio.. el brazo de la señorita bogotana y el resto de babas salpiar su cara y cuello.
La sonrisa inocente de la india le dio fuerza a María Andrea para soportar estoicamente el incidente y en vez de culpabilizar a su marido por la desgracia experimentada, decidió cederle el puesto a la india para que devolviera atenciones libremente, mientras ella se sentaba en los bultos, cargando en sus bronceadas piernas a un emplumado pasajero y su hombro servía de almohada al joven ayudante del conductor, que de tanto urgarse su nariz había teñido sus largas uñas de un color amarillo pálido.
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Gloria
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MATEO Y Ma Andrea:Que es este Viaje!!!creo , para nunca olvidarlo. Sufri tanto como me rei la "odisea terrible del Bus, las indias Su olor(Mezcla, acertada de Mateo)la mala suerte de Ma Andrea con el vomito y su efecto posterior!!!!.Uds. Ya no tienen (escrupulos de nada)Con ese desayuno de caldo Y otros guisos...Que berracos!!!Los felicito...Los quiero y los admiro muchisimo....Gloria