Islas Galapagos y Quito

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Después de ver unas impresionantes vistas de los Andes desde el avión, llegamos a Quito cansados, pero con muchas ganas de aprovechar el día, único que teníamos allí. Así que propusimos a un taxista que nos llevara a ver lo mejor de la ciudad. Por unos 20 dólares estuvo con nosotros recorriendo el centro y parándose para explicarnos lo que veíamos, así como la historia de la independencia del país ya que casualmente había una exposición en una de las plazas de la Capital.

Al día siguiente, tras un temprano desayuno en el hostal, salimos hacia Galápagos via Guayaquil con un sueño tremendo. Llegamos a tiempo para visitar la Estación Darwin, donde se dedican a la conservación de las tortugas. Se pueden ver a montones de diferentes especies, incluso la solitaria George, que no tiene con quien aparearse el pobre porque no le gustan las tortugas de otras especies.

Por la tarde reservamos las excursiones de los días siguientes con problemas para sacar pasta del cajero del único banco que hay (llévate la Visa siempre!).

Pasamos la noche en un hostal que no tenía agua porque estaba cortada. Cuando la dieron al día siguiente me dio un calambrazo el grifo de la ducha (había cables pelados del calentador por todas partes)

Los 3 días siguientes salíamos temprano por la mañana en barquitos que nos llevaban a las islas donde pudimos ver todo tipo de bichos: iguanas por todas partes, colonias de lobos marinos (cuidado con los machos, que tienen su propio harén y defienden a sus mujeres y a sus crías), piqueros de patas azules, cangrejos... Lo más espectacular fue hacer snorkel con mantas rayas, tortugas marinas y pingüinos sumergiéndose para pescar. Incluso Mayka se estuvo bañando con una cría de lobo marino.

La última tarde la pasamos en una playa de flipar, arena blanca y repleta de peces tropicales (también unas cuantas medusas que me picaron.

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