Filipinas y sus contrastes


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Asia » Philippines
June 8th 2016
Published: July 9th 2017
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El último RamenEl último RamenEl último Ramen

Este fue en Filipinas mientras esperaba la conexión a cebu en el aeropuerto de miedo de manila en la madrugada
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Llegó el momento de dejar Japón y continuar con los siguientes destinos, aun me quedaba Filipinas y San Francisco. El trayecto fue nuevamente un poco maratónico. Salí de Kyoto en la mañana a tomar el Shinkansen a Tokyo y luego el tren al aeropuerto, ya que este queda a más de una hora de la ciudad. El aeropuerto al menos da gusto, creo que probablemente es uno de los mejores que conozco, la funcionalidad y la cantidad de servicios que se pueden encontrar ahí para solucionar cualquier necesidad o problema del viajero es increíble, además obviamente de las comodidades básicas. Hasta se dieron la "molestia" de hacer una terraza como mirador hacia las pistas desde donde se puede observar el desfile imparable de aviones despegando y aterrizando. Lamentablemente mi pasada fue un poco breve, pero hubiera sido genial haberlo disfrutado más.

El viaje hacia Filipinas comenzó bien, pero ya al acercarse el destino eso fue cambiando. Primero sucedió algo raro, y es que el tiempo faltante para el destino en vez de ir disminuyendo iba como aumentando o quedándose igual pero no había ninguna explicación oficial. Además empezaron las turbulencias con tormenta eléctrica incluida. Creo que eso nunca me había tocado en un vuelo. Era como en las películas que se veía solo el resplandor de los relámpagos en el cielo y en el ala. Después en la pantalla se veía que el avión estaba andando en círculos. Ya a esas alturas uno se empieza a pasar rollos. Finalmente dieron un mensaje diciendo que no podíamos aterrizar por congestión de tráfico aéreo y por eso estábamos dando vueltas, y así nos quedamos un rato hasta que pudimos aterrizar aún con la tormenta. Sin embargo no tenían la manga para bajar así que estuvimos parados en la loza mucho rato. Hasta que bajamos y bueno después de Japón, que se convirtió en mi país favorito el primer pensamiento al bajar en el aeropuerto fue “esto NO es Japón”, en realidad como pude comprobar después era más bien como el extremo opuesto. La primera impresión en el aeropuerto fue como haber llegado a algún país sudamericano, aunque no sé qué fue exactamente lo que me dio esa impresión.

Es muy cierto como dicen varios expertos por ahí que el aeropuerto internacional de un país es clave porque refleja lo que el país es y es la primera impresión que se llevan los visitantes. Y el de Filipinas deja mucho que desear, de hecho hace muy poco salió del ranking de los 10 peores aeropuertos del mundo así que fue un shock sobretodo viniendo de Narita en Japón. De partida uno se baja y no hay señalética clara; yo tenía que hacer una conexión y no había como saber dónde. El desorden se nota, la gente comiendo y durmiendo en todas partes con cantidades de equipaje, diría que hasta la limpieza era deficiente, y eso que el terminal que yo llegué es el mejor de los tres, el más moderno. Incluso el trato que te dan quienes trabajan en inmigración es deficiente y poco amable. Después de un rato descubrí que mi vuelo salía de otro terminal así que tenía que salir y tomar un transporte. Salir fue otro shock, climático y social. Eran eso de las 23:30 y afuera había una temperatura de 29 grados y una humedad de 100% y con lluvia. Al dar un paso afuera se abalanzan un grupo de gente a ofrecer taxi, los ignoro y me dirijo donde se supone que esta el bus de transfer, el cual tiene una fila gigante y no estaba operando hasta unas horas más y solo había un tipo dando información y ofreciendo “ofertas” para trasladarse en taxi. Bien incómodo porque es de esos lugares donde si no sabes negociar te estafan con cualquier precio. Así que como no había bus por unas cuentas horas decidí entrar de nuevo. Lo ridículo es que hay control de seguridad en cada paso que uno da, al entrar de la calle al aeropuerto es el primero, después al entrar a la zona de counter, y obviamente después la zona de embarque, pero es como un saludo a la bandera porque aunque te suene algo en el detector de metales como que no están ni ahí y te dejan pasar igual. Al volver me puse a investigar en internet y descubrí que la línea área que volaba tenía disponible un transfer entre terminales para sus pasajeros, así que me puse a buscarlo, cosa que fue bien difícil por la falta de gente que ayudara o tuviera información y la mala señalización del aeropuerto. Finalmente me pude mover al otro terminal y esperar hasta las 5 am que partía mi vuelo hacia Cebu. Esta ciudad es una de las más grandes después de Manila, la capital,
A héliceA héliceA hélice

Este es el único avión que llega a la isla... solo un vuelo diario
y está ubicada hacia el sur del archipiélago. Volaba hacía allá ya que de ahí salía el día siguiente mi vuelo hacia mi destino final que era la isla de Camiguin.

Al llegar a Cebu la imagen del país, que hasta el momento dejaba mucho que desear no mejoró mucho. Es una ciudad muy grande y el lugar donde estaba mi hotel, que era como el centro más tradicional, era una locura. Las misma “agradables” temperaturas y humedad, la suciedad, el ruido, la basura y esa sensación de inseguridad de que en cualquier momento alguien te asalta, hacían que la sensación no fuera muy buena. Si bien quizás parte puede ser solo una sensación obviamente el tema de la seguridad es tema, así lo evidenciaban los guardias armados a la entrada de la mayoría de las tiendas, así que igual había que tomar ciertas precauciones. Estuve un día entero en Cebú claro que no hice mucho porque dormí la mitad del día para recuperar el sueño de la noche anterior que no dormí y después me fui a juntar con el contacto que tenía allá. Claro que por la mala calidad del internet perdí comunicación y el almuerzo terminó siendo cena porque recién pude retomar el contacto unas horas después. Tuve que salir a buscar internet en la ciudad y en el hotel como no se tomaron mayores molestias para arreglarlo me mandaron al Starbucks que estaba cerca, lo “chistoso” que después de comprar algo para consumir e instalarme pregunto por la clave del wifi y me dicen que esta caído, pensé que era algo temporal, pero me dijeron que llevaba varios días y no sabían cuando lo iban a arreglar. Me imagino que con estos detalles se podrán hacer una idea de cómo funcionan las cosas en Filipinas.

A esas alturas ya me estaba preocupando respecto a lo que me iban a deparar los siguientes días en filipinas, pero felizmente una de las primeras cosas que me dijo este contacto que tenía que está sirviendo allá, es que la ciudad no tiene nada que ver con la vida en las islas. Eso me tranquilizó un poco, al menos me dio algo de esperanza. Partí hacía esa isla en particular porque como tenía un contacto sabía que había un grupo inglés y podía hacer mi actividad y apoyar un poco.

Mi vuelo salía nuevamente en la madrugada así que fue poco lo que pude dormir. Aterricé en la isla como a las 6 am y me encontré altiro con los tj porque tienen su exhibidor en el aeropuerto. Ya la llegada me indicó que efectivamente todo acá era distinto. De partida esta isla en particular es una de las mas auténticas y menos desarrolladas, de hecho solamente hay un vuelo al día y es en un avión pequeño a hélice, el resto del transporte se efectúa por ferry entre las diferentes islas. Así que el aeropuerto resultó ser uno de los más pequeños que he visitado.

Ya que era temprano y ya había hecho contacto con los del grupo inglés aproveche de salir ese mismo día al grupo que era a las 9. Pero antes tenía que llegar a mi alojamiento y ducharme. Y llegar al alojamiento ya fue todo una experiencia por el medio de transporte, eso sí que es algo que destacar en este país. Con quienes me encontré en el aeropuerto me dijeron que tenía que tomar una motorela, que básicamente es una moto a la cual le ponen un armazón de metal y es capaz de llevar a unas 6 o más personas, a veces muchas más. Me dijeron que costaba 10 pesos filipinos unos 140 pesos chilenos. Pero al salir me encontré con las motorolas del aeropuerto que me iban a cobrar 200 pesos, 20 veces más de lo normal, cuando me enteré, le dije que me habían dicho 10 y como mucho después se bajo a 150 lo que igual era harto mas así que me bajé y salí a buscar otra cosa, salgo y otra vez sale gente a ofrecerme transporte, uno de ellos me ofreció transporte por 80 pesos que al final tomé, lo que no me dijo era que el transporte era una moto, no motorela. Así que se puso mi maleta adelante entre el manubrio y los brazos y yo me fui atrás. Y así empezó mi aventura con el transporte en Filipinas.

La primera impresión de la isla fue diferente de lo que había podido ver en las ciudades de Filipinas, por suerte. Fue una sensación familiar, y me transportó a Tahiti, creo que fueron una serie de detalles que hicieron que tuviera esa sensación. El paisaje es muy similar, una isla con montañas altas y vegetación exuberante. Tiene también su ruta principal que rodea toda la isla y que pasa por las costas que si bien no tienen un arrecife de coral, es una costa de aguas muy tranquilas, lo que genera el mismo efecto que los arrecifes en Tahiti, una orilla de mar que parece lago. La temperatura y humedad iguales, y las flores y cocoteros que rodean la isla son iguales, los tipanie abundan al igual que otras flores que se encuentran en polinesia. Además a diferencia de las grandes ciudades en Filipinas aquí uno se sentía mucho más seguro y se podía sentir ese estilo relajado tan característico de la polinesia también. Así que mientras iba sentado atrás de la moto en dirección a mi alojamiento respire un poco más tranquilo sabiendo que ya estaba en un lugar diferente a Cebu o Manila.

Felizmente mi habitación tenía aire acondicionado el cual mantenía constantemente prendido ya que el calor y la humedad del exterior eran como estar en un sauna. El primer día como había aterrizado temprano aproveche de juntarme con el grupo que tenía su salida a las 9 am, y trabajamos con los contactos de extranjeros que el grupo inglés tiene registrados. Nuevamente salimos en moto para cubrir los contactos y como se usa aquí era de tres en tres en la moto. Creo que quizás vieron mi cara de perturbación respecto al medio de transporte así que por “mi seguridad” me sentaron al medio. Obviamente que siguiendo mi filosofía de hacer como hacen los lugareños no cuestione nada al respecto. Después del grupo tuve mi primera comida más oficial en Filipinas.

Finalmente después de mis largas semanas de resignación con la comida en Japón tenía la esperanza de poder comer algo con ganas, algo más familiar. Felizmente Filipinas satisfizo esa necesidad. Las comidas son una mezcla de ingredientes y preparaciones, que sin duda refleja muy bien la mezcla cultural de la misma gente de Filipinas. Al menos estas ya eran mucho más familiares en términos de ingredientes, así que era mucho más fácil descifrarlas. Además tienen el estilo que me gusta, las salsas abundantes que acompañan los platos y donde puedo libremente remojar mi arroz sin el problema de que los palitos no los puedan recoger, ya que el arroz era también un acompañamiento infaltable y que además se come a toda hora y en todas sus formas así que por ese lado yo feliz.

Un gran tema en Filipinas y sus islas es el transporte, especialmente viniendo de Japón, en este país el transporte es la locura, tanto por los medios de transporte que se utilizan, la forma de manejarlos y el desorden en el tráfico, se en ciudad o en una pequeña isla siempre el transporte sorprende. Ya contaba respecto a mi arribo y la experiencia con la moto y la motorela. Con los días ya aprendí el tema de las tarifas así que no tuve problema al andar en motorela. Algunas de estas eran bastante decentes otras estaban a punto de desmoronarse, y a la hora pick no sé cómo lograba resistir con tanta gente encima de una moto, el motor a penas andaba. El problema es Camiguin al menos era que para recorrer la isla como turista no se podía solamente en esta forma de transporte público, tampoco hay muchos autos, así que no me quedo otra que hacerlo en moto. Tuve que arrendar un scooter y después de una clase de 2 minutos respecto a cómo se utiliza me lancé a la ruta. Nunca había tomado ni una moto ni un scooter pero una vez que se le agarra el sentido ya no es tan difícil. Aunque el tráfico es medio complicado en el centro ya saliendo a la ruta alrededor de la isla es bastante tranquilo para manejar. Y el scooter cumplió su función, lo arrendé dos días y alcancé a recorrer toda la isla incluso subir al interior adonde se me acabó el camino, ahí me hizo sudar un poco porque las subidas eran intensas y en curva pero el fiel scooter no arrugó. Durante el resto de mi estancia en las islas probé otros medios de transporte como la tricicleta y el ícono del transporte en Filipinas, el yipni o jeepney, que básicamente cumple la función de un bus, pero es una especie de camión modificado para llevar pasajeros, algunos obviamente mas decentes que otros, pero aún así en las ciudades se llenan más que las micros.

Finalmente como me tomé las cosas con tanta calma en Camiguin al final me faltó visitar como dos sitios uno de los cuales, la isla de arena, me quedaba al frente, pero de tanto posponer esa visita “porque estaba cerca” finalmente no alcancé a hacerla. Aún así los días los aproveché bien ya que fueron de relajo y descanso en contraste con la parte de Japón donde no paraba de moverme. Luego de mi paso por Camiguin regresé a Cebu para conectar a mi siguiente destino la isla de Bohol con las famosas colinas de chocolate.


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Finalmente comida conocida!!Finalmente comida conocida!!
Finalmente comida conocida!!

Al menos en filipinas ya la comida era familiar y de mi estilo con salsas y aliños


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