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Published: December 28th 2008
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Vivir en Almería es el primero de los inconvenientes para quien quiera viajar a cualquier lado. La mayoría de los vuelos internacionales salen de las grandes ciudades; eso implica que un residente de Almería deba, en algunas ocasiones, trasladarse un día antes al lugar de partida. En mi caso el vuelo a la India salía de Madrid a las 6:50 del lunes 24 de Noviembre. Salí de casa el día anterior en el autobús Almería-Madrid de las 17:00 hs.
Uyyyys…. Que soledad en el aeropuerto de Barajas a la madrugada. En las primeras horas del día no parten vuelos, por lo que eres tú casi el dueño de todo el aeropuerto. Pero ¿para qué quiero yo un aeropuerto vacío? Hmmmm… veamos que uso le puedo dar. Voy al box de información general del aeropuerto. Hay una muchacha con uniforme.
Yo: Buenos días ¿podría decirme si hay alguna zona con sillones cómodos donde yo pueda descansar un rato hasta la hora de tramitar mi pasaje?
Ella: No. Lo siento. No lo sé.
Yo: ¿Me podría informar donde está el despacho de Brussels Airlines?
Ella: Creo que está para aquel lado, pero no estoy segura. Es mi primera noche de trabajo aquí. Hasta el viernes pasado trabajaba en otra oficina.
Yo: Bueno, no te preocupes. ¿sabes a que hora abren las cafeterías?
Ella: No, lo siento.
Yo: Y… ¿dónde están los servicios?
Ella (sonriendo): Yo utilicé unos que estaban allá (señalando con su índice a la distancia). Supongo que el de caballeros debe estar cerca.
Señores de AENA (o a quien corresponda): ¿Saben a quien han puesto como única responsable para dar información general del Aeropuerto de Madrid en la noche del 23 al 24 de Noviembre? ESO NO SE HACE!! 😞
En Brussels Airlines me permiten llevar mi maleta-mochila que pesa 8 kilos en cabina (aunque el máximo permitido era de 6 kg), considerando que luego tendría un vuelo intercontinental.
La primera etapa del viaje transcurre sin incidencias. Llega a Bruselas a horario, pero el vuelo con destino a Delhi sale dentro de media hora y los carteles anuncian que el tiempo estimado para llegar a la puerta de embarque, en otra terminal, es de 20 minutos caminando. No indican cuanto tiempo te demoran con los controles de seguridad, que son bastante exhaustivos.
Mucha gente, una cola interminable de individuos ansiosos pero felices quitándose el cinturón, las monedas de los bolsillos, la bebida del bolso. A un abuelo a quien el pantalón le queda grande (como signo inequívoco de que antes de la crisis económica, había tenido una alimentación más contundente), se le baja casi hasta las rodillas cuando se quita el cinturón. Son sólo unos segundos; le quedan algunos años para seguir ajustándose el cinturón.
Llego a la puerta de embarque en el límite del tiempo. Pregunto al encargado de control de embarque si ya había ingresado al avión mi compañera y que asiento tenía. Buscan en el listado. No, aún no ha llegado. La hora límite está sobrepasada. Pido que reclamen la presencia de Lola por los altavoces del aeropuerto. Siguen pasando los minutos. Cierran el vuelo, me obligan a entrar o me dejan en tierra. A 50 metros veo a una mujer que se acerca cargando una mochila en sus espaldas de medidas descomunales. Acalorada, exhausta, respiración agitada, malhumorada por fuera, seguro que muy feliz por dentro. Es Lola. Su avión desde Barcelona había llegado con retraso. Un cruce de miradas profundo, agudo, perforando las pupilas intentando descubrir el sentimiento. Dos segundos, dos besos. No hay tiempo para más. A volar!
Llegamos a Delhi en hora (22:30). No necesitamos recoger equipaje, lo llevábamos en cabina. Cambiamos nuestros primeros euros por rupias. Pocos, los suficientes para una estadía de dos o tres días. El cambio en los aeropuertos nunca es favorable. Buscamos el stand de taxis prepagos de la Delhi Traffic Police para contratar quien nos lleve hasta Pahar Ganj. Local de 1,5 x 1,5 mts, sucio, vetusto. Al minuto aparece alguien que nos atiende. El precio de nuestro trayecto es de 320 rupias. Pago con un billete de 500. Me da 80 de vuelta y un papel manuscrito con el número de matrícula del taxi, que debería buscar en el exterior del aeropuerto. Me quedo con el comprobante en una mano y le muestro mi otra mano, abierta, con 80 rupias. La mira. No dice nada. Coge de otro cajón 100 rupias y me las entrega. 😱
Salimos del recinto del aeropuerto, fuera es un hormiguero en ebullición. Todos se mueven con rapidez, todos tienen prisas, todos están agitados… los indios claro. Los turistas novatos estamos atónitos. Nos dejamos llevar por un chico que nos toma el comprobante del número del taxi de las manos y nos lleva hasta el vehículo. Comprobamos que el número coincide. El taxista abre el maletero y ponemos una de las maletas. Llega un guiri agitando en su mano en alto un comprobante similar al nuestro. El número de su taxi coincide con el nuestro. Discutimos, aunque sin entender bien la situación, sabemos que nosotros lo hemos contratado correctamente. El guiri dice que su comprobante está escrito a máquina y que el nuestro es manuscrito. Seguimos sin entender. Lola intenta hacer valer sus razones en vano. El taxista dice que le corresponde al otro pasajero, pero que no hay problema. El muchacho que nos había arrebatado el comprobante nos lleva al lugar donde nos designarían otro taxi. Le decimos que ese no es el mismo despacho donde nosotros contratamos. Dice que es igual; al anterior no podríamos acceder porque estaba dentro del aeropuerto y no podemos entrar sin billetes de vuelo. No hay otra alternativa. Nos tratan como a corderitos. Ellos parecen lobos. Nos designan otro taxi. Viajamos en él y no entregamos el comprobante hasta llegar a Pahar Ganj, tal como lo aconsejan en los foros de viajeros.
Llegamos al hotel que teníamos reservado. Cottage Yes Please. Sí, ese es el nombre. Nos dicen que está completo, que nos hospedarán en otro similar que pertenece a la misma empresa y que está a 100 mts, el Cottage Crown Place. Sabíamos, que eso podía ocurrir porque lo habíamos leído en Internet, por lo tanto no nos preocupamos. Ambos eran de la misma categoría.
El hotel tiene agua caliente, TV y frigorífico. Las sábanas sucias, o, al menos eso parecía. Quizás serían manchas que no salen con el lavado. Preferimos no profundizar en disquisiciones improductivas. Sacamos nuestros sacos de dormir que estaban deseosos de ser estrenados. Con unas dosis sobrepasadas de estrés y muchas horas acumuladas de viaje, sólo deseaBAmos que esa primera noche no nos visitasen individuos de otras especies, o al menos, si lo hacían, que nosotros no nos enterásemos. 😞
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