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Published: October 29th 2008
La trinidad hinduista está compuesta por Brahma, Vishnú y Shiva. Brahma es el gran creador, Vishnú el protector de la vida y Shiva el Dios de la destrucción.
Pero la destrucción no tiene una connotación negativa necesariamente. Destrucción significa el fin de un ciclo y el comienzo de otro. Shiva es el dios que permite que la vida fluya, que evolucione de un estado al siguiente. La vida no es estática, corre como un río hacia el océano. Por mucho que queramos detener el tiempo y evitar el cambio, esto será imposible y sólo nos traerá sufrimiento. Por mucho que queramos aferrarnos a un momento en especial, sería un esfuerzo en vano. Sería como querer retener el Ganges porque no queremos que el agua que vemos se vaya. Sería imposible evitar que un niño se vuelva joven o que un anciano camine hacie la muerte, por lo cual es más sabio aceptarlo y flotar sin resistencia de la mano de Shiva en el río de la vida.
Se cuenta que el Ganges nace de la oreja de Shiva y de ahí parte irrigando cientos de kilometros y purificando a millones de creyentes. Por ser un río el ejemplo perfecto
del cambio permanente, me imagino que escogieron que este río fluyera desde el interior de Shiva y le diera la oportunidad de purificación y cambio a todos sus feligreses.
Sumergirse en sus frías aguas, no sólo limpia todos los pecados de siete generaciones en la familia, sino que da una sensación de frescura y limpieza en todo el cuerpo preparandolo para el inicio de un nuevo ciclo.
A diferencia de Varanasi, en donde los muertos son cremados y sumergidos en el río Ganges para acabar con el ciclo de reenceranación del alma y el agua tiene un nivel de contaminación tres veces más alto del estandar aceptable, en Rishikesh en el norte de la India, el Ganges es una majestuosa serpiente esmeralda clara que se desliza desde los himalayas entre amplios cañones, bordeando ciudades sagradas y llenando de vida y belleza todo el paisaje.
Su caudal es imparable, su velocidad es inalcanzable y su arena es una trampa mortal para el bañista que ose abandonar su orilla creyendo poder retar el poder de Shiva.
Refrescar el cuerpo en el Ganges puede ser una experiencia celestial como también puede ser infernal. Para nosotros fue el paraíso. Luego
de encontrar una aislada playa en su orilla a las afueras de la ciudad, nos sumergimos a pesar del frío que sintieron nuestros cuerpos, nos limpiamos nuestros casi inexistentes pecados y pedimos que los futuros ciclos de nuestra vida estuvieran llenos de amor, paz y salud.
También de pasadita les hicimos el favor a todos los pecadores de la familia de las últimas siete generaciones para que se les perdonaran todos los pecados. Igualmente extendiemos la purificación para todo amigo, conocido u allegado a la familia y en general para el que necesite la absolución. No se molesten en enviarnos las gracias, porque sabemos que ustedes hubieran hecho lo mismo por nosotros!
Desafortunadamente para otros la suerte no fue la misma. El día siguiente presenciamos el infructuoso rescate de un indio, que al sobrepasarse los límites del río, fue llevado por la corriente y succionado a las profundidades del infierno. Que frágil es la vida. Cuán diferente puede terminar una día en el río. Shiva, con sus acciones, nos sigue recordando que el cambio se aproxima y que es necesario disfrutar del presente.
Todo cambio usualmente trae dolor, incomodidad y rechazo por parte de nuestra mente. Pero
curiosamente todos los cambios traen algo positivo para nuestra alma. Exigen un sacrificio físico y mental para luego irradiarte con una nueva luz que sólo uno mismo puede ver.
En nuestra camidada de entrenamiento para Nepal vimos que había un camino que conducía a un templo hinduista muy especial para los creyentes que peregrinan a esta ciudad sagrada. Varias veces estuvimos reticentes a subir, porque pensabamos que era un templo que estaba a pocos minutos de caminada y lo que ncesitabamos era un entrenamiento fuerte.
Casualmente el último día salimos más temprano de lo acostrumbrado, antes de que el ardiente sol derritiera nuestra piel, y un grupo de jóvenes nos contaron que el camino conducía hacia el templo de Shiva. Por ser la última caminada y pensando que iba a ser corta, nos aventuramos a seguir el sendero por donde subían familias enteras, mujeres vestidas en coloridos saris y hombres de piel cafe quemada y barba cerrada con niños en los brazos.
La subida a Monserrate en Bogotá es una insignificancia comparado con lo que resultó ser este peregrinaje. Una vez en el camino mi curiosidad de montañista no iba a quedar saciada hasta llegar a la
cumbre. Inclusive, tuve que recurrir a las mismas técnicas indias, diciendole a María Andrea que yo no creía que fuera así de lejos como decían los anuncios y cada veinte minutos le prometía que ya ibamos a llegar.
Nuestros cuerpos en ayuno empezaron a transpirar y a agotar cada caloría que tenían. María Andrea, que casi nunda suda, estaba emparamada de pies a cabeza. Sus pantalones estaban completamente mojados y por su pecho bajaba un ganjes encañonado.
Como presagio del comienzo de un nuevo ciclo, la destrucción del ciclo presente empezó a vislumbrarse a través del cansancio de nuestros cuerpos y la reticencia de nuestras mentes. Todo encuentro con Shiva implica transformación y este no iba a ser la excepción. María Andrea, con los tobillos y los pies ampollados, empezó a combatir el demonio de la rabia que usualmente se apodera de nuestro corazón en las situaciones de dolor intenso. Por mi lado, en silencio, trataba de balancear mi mente con la esperanza de que luego de tanto dolor iba a venir algo satisfactorio.
En medio del camino, peregrinos que se devolvían nos daban ánimos y aprovechaban para tomarnos fotos y seguramente mostrarles a sus familiares los
extranjeros que conocieron en el trayecto.
Sólo a la cuarta hora de sudar y hablar sobre la madre de Shiva, pudimos divisar en la lejanía lo que parecía el templo. Este no resultó estar en la cima de la montaña como pensabamos, sino internado en el valle que aún estaba a una hora de caminada. Calculando que podrían ser otras cuatro horas para regresar al hotel, decidimos, por el bien de nuestros pies y nuestra cordial relación matrimonial, contentarnos con el paisaje y la satisfacción de haber ascendido la parte más difícil del recorrido.
Emprendimos nuestro regreso y cuando le iba a expresar a María Andrea que estaba complacido de haber caminado hasta este punto y que no me afectaba no haber conocido el templo, nos topamos con una familia con la cual habíamos tenido anteriormente un cordial diálogo.
Al ver que nos devolvíamos sin llegar al templo, la mujer más adulta empezó a hablarle a María Andrea y a decirle que tenía que continuar. A pesar de que habló en un idioma completamente desconocido por nosotros, le entendimos perfectamente que decía: "Como así que se va a devolver!, no señorita, si yo puedo a mi edad
y fuera de eso caminando descalza, usted con lo joven y fuerte que se ve no tiene disculpa. Hagame el favor y se devuelve con nosotros y viene a mostrarle sus respetos a Shiva".
En ese momento María Andrea entendió el significado del proverbio chino que dice "Ten cuidado con lo deseas porque se te puede volver realidad". Desde que llegamos a la India, María Andrea ha anhelado hacer amistad con los locales y enamorarse de su cultura. Sus deseos se hicieron realidad preciso el día en el que más agotamiento y sufrimiento corporal había tenido durante el viaje. Pero afortunadamente también fue consciente de que en la vida uno no puede decidir cuando le llegan las experiencias, por lo cual con una sonrisa y una expresión de 'no puedo creer lo que me está pasando', dedició unirse al peregrinaje de la familia y retomar el camino hacia Shiva.
Shiva es representado por un lingam (órgano sexual masculino), el cual está colocado sobre una Yoni ovalada (órgano sexual femenino). Los fieles llevan recipientes con agua para regarlo encima del ligam y ver como el agua baja a la Yoni y luego desagua por una canaleta en uno de
los lados de la ovalada Yoni. Esto simboliza la fecundidad y la energía vital que permite el inicio de un nuevo ciclo. Igualmente una cobra con su capucha inflada y en posición de ataque acompaña la representación de Shiva.
'Nil-ka' era una pirámide de unos veinte metros, decorada con coloridad formas de dioses y animales de la mitología hindú. Debajo del templo cruzaba un riachuelo que desembocaba por la parte inferior del templo para continuar con su cauce, simbolizando así la energía creadora de vida descenciendo directamente desde Shiva.
En el interior del templo, la serpiente estaba en un pequeño recinto en donde los creyentes entraban, le regalaban maní, arroz, dinero y flores como ofrenda y luego se dirigían hacia el exterior en donde caminando alrededor de la figura fálica se regaba agua y se dejaba flores y nueces dulces que atraían una permanente nube de avispas gigantes e inofensivas.
Antes de entrar, la señora que le había exigido a María Andrea continuar le hizo señas para que la siguiera. María Andrea emocionada con la invitación corrió detrás de ella entre callejones coloridos por las tiendas de artículos religiosos, para finalmente terminar al fondo del caserío siendo
testigo de como la viejita se levantaba la falda, se le veía todo el trasero sin calzones y se acunclillaba para evacuar sus intestinos. María Andrea comprendió que las señas fueron para invitarla al baño, pero fue tanta la sorpresa que sus esfinteres tensionados no tuvieron más remedio que rechazar tan generosa invitación.
Mientras tanto, los hombre de la familia me invitaron a que los acompañara a una refrescante purificación debajo del chorro del templo. Como buen baño indio, lo primero es quedar en calzoncillos para luego meter la cabeza en el chorro y restregarsela como si tuviera piojos. A pesar de la basura en la orilla de la quebrada, de la incertidumbre sobre la pureza del agua y de las miradas de cientos de personas alrededor del templo, me fue imposible rechazar tan atractivo plan.
Afortunadamente llevaba mis calzoncillos de superman y quede a la par con mi nueva familia. Aunque tengo que admitir que los mios eran un poco más cortos y mi piel relucía por lo blanca al lado de su piel tiznada.
El agua caía formando un chorro a presión y a pesar de que era igual de fría que el Ganges, creo
que en esta ocasión no salía de la oreja sino del falo de Shiva. Tenía un sutil olor a cañería, que me hacía cerrar la boca fuertemente para no tragarme el líquido vital del creador. Nos bañamos por largos minutos, nos abrazamos y tomamos fotos, conversamos con amor familiar y empezamos a sentir el inicio de un nuevo ciclo en la India, un ciclo en donde el presente está rodedado por una belleza nunca antes experimentada por nuestros sentidos.
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Gabriel Lopera
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Que más María Andrea y Mateo?. No saben la alegría que siempre me da cuando veo sus correos, y aunque debo reconocer que en algunas oportunidades los leo de afán, siempre termino en total calma y sin ganas de hacer nada más en el resto del día. Y precisamente hoy me cogieron en un día en el que pude leer sin afán, detalle por detalle, coma tras coma, y debe reconocer que la sensación al finalizar fue más intensa, !!HOY NO QUIERO TRABAJAR!! quiero irme a caminar solito, tomarme un tintico con un cigarrillo por ahí en cualquier fondita del Quindio y llegar a la casa a empacar una mochila, donde quepan la Flaca y tomacito y arrancar de una vez por todas...... pero ¿como diablos hacerlo? Un beso y un gran abrazo para los dos. Por acá los esperamos, si es que no nos hemos ido....