18 DE OCTUBRE DE 2002 El Nilo en una África desértica y salvaje y el Plata en una Sudamérica fogosa e igualmente salvaje. En Europa... En Europa los ríos son otra cosa. Muchos son bellos y ofrecen encantadores paisajes, pero siempre falta esa rudeza del mundo no domesticado que fascina porque nos recuerda cuál es nuestro verdadero tamaño en el planeta. Entre el viaje al Iguazú, en noviembre de 2002, y el del Nilo, en julio de 2003, pude conocer el de la Plata, el Tíber, el Moldava y el Elba, y reencontrarme con el Rhin, la laguna de Venecia y el mar Caribe, y además con el Danubio en un sitio distinto. En cada caso, me pareció que la belleza de estas aguas dependía de la forma en que las ciudades que cruzaban se habían
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