Aclaraciones sobre los rusos antes de llegar a Ulan Bator Otra vez en el pasillo. Esta vez con un misionero norteamericano desplazado a Ulan Ude, ciudad rusa, que bajaba a Ulan Bator, capital de Mongolia, a renovar su visado. Nos enteramos así de que los rusos sí ríen, bromean y son amables, sobre todo con los niños, pero solo en el ámbito más íntimo de familiares y amigos. Según él, que está casado con una misionera rusa, la actitud pública del ruso se debe al control estricto al que estaba sometida la población, cualquiera podría ser un informante de no seguir la ortodoxia, lo que les volvió inexpresivos, para intentar pasar desapercibidos, y ariscos, desinteresándose por los demás, para dejarles claro que no los estaban controlando. Recordé lo que acaba de leer en el libro Casetillo
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