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starting point
el bendito aparcamiento Hola a todos!!
Parece que se me ha vuelto ha fastidiar la conexión de Internet en mi casa, esta vez creo que por falta de pago…quién sabe, éstas cosas son siempre un misterio.
Todo sigue bien, en el trabajo por fin (y para asombro de muchos), tuvimos nuestro primer día de trabajo duro, lo que equivale a unas 17 horas…pero tranquilos que es una excepción, normalmente hacemos nuestras 8 horitas y media, y a tomar cervezas. De hecho esta semana me he ido a casa bastante contento todos los días menos uno, que me tocó acompañar a Daniel (que a la postre es sueco) a IKEA a que se hiciera con una cama, que el pobre acaba de encontrar una habitación en piso, por supuesto, vacía. Estoy pensando en hablar con la compañía de transportes de Basilea, a ver si me dan un número como los de los tranvías, ya que cubro el trayecto entre la ciudad y Pratteln (IKEA) con cierta regularidad. Siempre es divertido ir a IKEA, pero es imposible salir de allí con las manos vacías; como vaya un par de veces más, voy a empezar a tener problemas de espacio en mi habitación…
En
unendless forest
asi todo el camino cualquier caso, el episodio más gracioso fue el del domingo pasado, cuando Jeroen y yo nos fuimos tan contentos a dar un bel paseo por la selva negra. Cogimos el coche y nos plantamos entre los cerros dispuestos a emprender una caminata de unos 10 km. y un par de horas…El itinerario rojo. Muy sencillo. Así que nuestras mochilas, nuestro buen humor y nosotros nos dirigimos al sendero, y lo primero que nos encontramos es una ligera pella de nieve que cubre todo lo ancho del camino. Vaya. No pasa nada, sólo nos mojamos un poco los calcetines y ya está…a la vigésima pella estaba ya hasta el gorro de la nieve. Por suerte, nuestro itinerario rojo da la vuelta al cerro y en cuanto lleguemos al lado sur todo va a ir de vicio…pues resulta que el lado sur existe, y pega el sol, pero como los árboles son tremendos y parece que los ha plantado un arquitecto cada dos metros, pues ni sol, ni vistas ni nada. Después de comer (relativamente poco) sobre un tocón, continuamos camino y llegamos (sobre nuestro itinerario rojo) a una idílica zona que era alemana pero podría ser suiza, donde no había más
vistillas
de vez en cuando alguna vista... que hierba y un pueblo de seiscientos habitantes. Muy entrañable. Lo mejor, unos carteles que empiezan a aparecer sobre la vida y la variedad de la vaca de la zona, incluyendo procesos como el apareamiento, el proceso de rumiado y los usos y costumbres de los diferentes tipos de vacas de la región. Con todo lujo de detalles, sin escatimar en gastos, todo muy didáctico. Después de las consiguientes risas, ya llevamos tres horas andando y parece que el caminito se empieza a escarpar, pero nosotros erre que erre con nuestro itinerario rojo; nos metemos otra vez en el bosque infinito, y cuando ya parece que vamos a llegar de vuelta al coche, no sólo no es el aparcamiento de donde partimos, sino que nuestro hermoso itinerario rojo ya no aparece y no tenemos ni idea de dónde estamos…después de horas dos horas de vagar por el bosque entre itinerarios amarillos, verdes y azules, encontramos un vestigio de civilización en forma de corsa verde y dos abuelos aborígenes; a los que inmediatamente fuimos a preguntar…claro, que si a la dificultad del alemán de las montañas, se añade que no sabíamos el nombre del aparcamiento, los ancianos debían estar alucinando. Al
bosque
pero vamos, que casi todo tupido final, nos llevaron en su coche de vuelta a algún punto del camino que pudimos reconocer gracias a los susodichos carteles de las vacas, y pudimos volver, no sin algún otro sobresalto (en forma de cruce de caminos con demasiadas opciones) al querido corsa. En resumen, que estuvimos andando medio perdidos por la selva negra durante casi OCHO horas. Por suerte, pudimos remachar el día con una cena típica del lugar (Schweinsfilet mit Spätzli und Pilzsauce, sorprendentemente sabrosa) en otro pueblo diminuto, que una abuela muy dispuesta preparó para los dos únicos extranjeros que deben haber pasado por allá en el último año.
Moraleja: si un holandés y un españolito de a pie se van al bosque con ganas, poca preparación y poco más que unos pedazos de pan y queso, probablemente acabarán en el estómago de un oso alemán.
Un abrazo a todos. Sigo esperando las visitas.
Lucas.
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La golondrina bajo el tejado
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Caperucita roja
A ver si te crees que un urbanita de pro puede salir a patearse los bosques como quien se va al Retiro. Buen intento pero no. Para ser un habitante de las montañas uno tiene que currarselo más. Eso sí, lo de emigrar a Suiza y comprarse una bici supersónica es un buen comienzo. Sólo te queda intentar desfallecer practicando deportes de riesgo durante más horas de las que tiene el día o proponer incursiones montañeras imposibles en los días previos al mundial de fútbol. (O viajes improvisados a Islandia, aunque debo reconocer que la idea salio de mi boca... mea culpa). Entonces, aparte de convertirte un híbrido entre Jorge y Andrés, coneguirás saber donde está el Norte el bosque negro con solo mirarle las orejas a una vaca germanohelvética. Hasta ese momento, te recomiendo no intentar incursiones más peligrosas que las barbacoas salchicheras a orillas del rhin, no sea que tengamos noticias de un holandés y un español violados en el bosque oscuro por un robusto cazador renano. O algo así.